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Disfruto leyendo a Javier Marías

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

He de confesar que disfruto muchísimo leyendo a Javier Marías, sobre todo sus columnas de opinión en “el País”, ya que nunca me he interesado por sus novelas. Las reflexiones de este escritor no solamente me permiten disfrutar, sino que estimulan mi espíritu crítico y mi sed de reflexión. Javier Marías es de las escasas mentes brillantes y plumas- en cuanto a escritor- valientes y atrevidas, que quedan aún en este mundo actual donde todo, absolutamente todo, es sospechoso de ofender siempre a alguien o a algún colectivo. Hay quien podría pensar que vivimos una especie de guerra entre dos universos o generaciones intelectuales, pero realmente esto se parece más a una contienda entre aquellos que aún piensan y se preguntan el porqué de las cosas, y los que no solamente no piensan sino que no soportan que haya otros que se atrevan a pensar. Frente a la tradicional libertad de expresión, de opinión, de credo y de cátedra- por poner algunos ejemplos- ahora se ha impuesto una dictadura de lo “progresistamente correcto”, cuyas esencias son elaboradas por personajes entregados a su pereza narcisista, y defendida en las redes y en la propia sociedad real por voluntarios alternativamente desquiciados con su propia causa.

Últimamente, además, Javier Marías está siendo una presa predilecta del puritano izquierdista español, ya que se ha atrevido a cuestionar el relato feminista que se está imponiendo en nuestro país sin que nadie ose demasiado a preguntar el porqué de muchas soflamas y acusaciones feministas. Hace unos días pude leer en Twitter el fragmento del discurso de una de dirigente socialista con mucha experiencia ya en el sillón a pesar de su juventud, y que además ahora aspira a ocupar el trono regional de la dinastía familiar. Esta chica aseguraba que se debía luchar contra el machismo y el “micromachismo”. ¡Caray!- pensé- si ya hemos llegado a un punto donde todo es susceptible de ser machista, con esto del micromachismo cualquier gesto, mirada o palabra protagonizada por un hombre estará condenada de antemano como gesto opresor del heteropatriarcado a la mujer.

 

El problema de estos sellos ideológicos de la nueva izquierda es que nacen con una clara pretensión totalizante y, casi siempre, totalitaria. Pretenden abarcar todos los campos del pensamiento humano, estableciendo una especie de código cerrado de lo que es aceptable y de lo que no.

 

Llegados a este punto, sobre el feminismo y el machismo pocos se atreven a decir en público-y mucho menos a dejar escrito- sus opiniones sobre el comando feminista radical que poco a poco va consiguiendo hacer del hombre un ser humano digno de todo desprecio, sospecha y condena preventiva por el mero hecho de ser hombre. Nadie se atreve, entre otros motivos, porque parece que si te preguntas algunos porqués de este feminismo inquisidor, enseguida te verás señalado como- obviamente- machista, misógino y persona que justifica la violencia de género. Yo, tengo que decirlo, no me considero machista, ni misógino y me produce preocupación y espanto la cantidad de mujeres que mueren asesinadas en manos de muchos hombres. Sin embargo, me cuesta cada día más identificarme con esta espiral de estigmatización de todo lo que sea masculino o provenga de un hombre y que en la nueva ideología de la izquierda se ha asumido como una obligación teleológica del pedigrí anti-derechas.

El problema de estos sellos ideológicos de la nueva izquierda es que nacen con una clara pretensión totalizante y, casi siempre, totalitaria. Pretenden abarcar todos los campos del pensamiento humano, estableciendo una especie de código cerrado de lo que es aceptable y de lo que no; es una versión del comunismo soviético más peligrosa, porque lejos de planificar un Estado lo que buscan es adoctrinar y programar al individuo.

Veamos, por ejemplo, una noticia pionera que no tardará en extenderse a lo largo de Europa: “Un colegio impone por primera vez el uniforme de género neutro en Reino Unido.”

La explicación del director del colegio es la siguiente: “Los alumnos se han venido preguntando por qué los niños tienen que llevar corbata y las niñas no, y por qué tienen diferentes uniformes. Así que decidimos que todos tengan el mismo uniforme. Otro asunto es que tenemos un pequeño pero creciente número de alumnos transgénero, y llevar el mismo uniforme es importante para ellos.”

 

Algunos creen que programando al ser humano desde que nace hasta que muere, guiándose de una especie de ADN progresista y buenista, conseguirá evitar el dolor, el sufrimiento, la injusticia o la maldad.

 

Obviamente, nunca pensé que en pleno siglo XXI la vestimenta en un colegio fuese un motivo de debate o de polémica. Aquí se ha llegado a un punto donde se permite o se fomenta que niños de 10 años, o de menos, se pregunten por qué las niñas llevan falda y los niños pantalones. Es más, si un niño quiere llevar falda, ¿por qué no? Ya en Disneylandia tuvieron que pedir perdón a una madre porque su hijo quiso inscribirse a un concurso de “princesas” y los empleados no lo dejaron. Pienso que a esas edades a los niños-y niñas- no se les debe crear más dudas, tensiones o confusiones de las innatas a su crecimiento. Otra cuestión es si existe algún menor que ya manifieste de manera evidente una naturaleza transexual y su protección dentro del colegio para que no sea víctima de ninguna discriminación.

Pero la vida es dura, siempre ha sido dura. Algunos creen que programando al ser humano desde que nace hasta que muere, guiándose de una especie de ADN progresista y buenista, conseguirá evitar el dolor, el sufrimiento, la injusticia o la maldad. Nada más lejos de la realidad, porque conseguir una sociedad más justa, respetuosa, tolerante y democrática, implica fomentar y practicar la libertad, aprendiendo sus consecuencias y comprendiendo sus servidumbres. No existe una fórmula válida que consista en primero igualdad y luego libertad, sino todo lo contrario. Si las personas, sus mentes, las sociedades, sus reflexiones, no son libres, jamás podrán alcanzar la igualdad material y formal que conducen a la justicia social. Sin libertad, solo existe un tipo de igualdad: la de la tiranía. Parece mentira que después de miles de años funcionando aún no lo hayamos aprendido. O lo que es peor, nos obliguen a olvidarlo.

 

*Marcial Vázquez es Politólogo.

@marcial_enacion