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Disputar el andalucismo

Daniel Gutierrez Marin
Daniel Gutiérrez Marín

La política no son las ideas sino el medio para acumular poder. Solo el poder tiene capacidad de transformación social. Laraña y Gusfield, dos sociólogos reconocidos por la comunidad académica, editaron la que podría conocerse como la «biblia» de la política contemporánea: «Los movimientos sociales. De a la ideología a la identidad». Ambos editores consiguen reunir en esta obra una serie de artículos que concluyen que los movimientos sociales han desplazado su existencia desde las causas ideológicas, como el movimiento obrero, a las causas identitarias, como el ecologismo o el feminismo. Pueden entenderse los movimientos sociales como el enlace entre la sociedad civil, los ciudadanos o la gente –dependiendo de si el lector es liberal o marxista, respectivamente-, y los partidos políticos como instrumentos para acumular poder.

Si los movimientos sociales se han desplazado desde la ideología a la identidad es porque las personas han abandonado los postulados ortodoxos para construir categorías nuevas, abiertas, inclusivas y en constante proceso de reformulación. En lo que se ha venido a llamar la «post-democracia», los principales actores de la «anti-política» han entendido este proceso a la perfección. Han sabido adelantarse y disputar la hegemonía a partir de la resignificación de conceptos usurpados por actores institucionales. El andalucismo es uno de ellos.

La gran derrota del andalucismo fue vaciarlo de contenido y ponerlo al servicio del Partido Socialista. Ser andalucista pasaba por votar a los socialistas como el instrumento político que mejor podía defender los intereses de los andaluces. Esto que parece tan simple ha dado al traste con la existe del Partido Andalucista. Sin embargo, el estado comatoso del PA no es más que un favor a la propia causa andalucista cuando no se ha sabido articular un discurso aglutinador y transversal entre los ciudadanos.

[blockquote style=»1″]La muerte del PA no supone, en absoluto, el final del andalucismo. Solo está en fase de reconstrucción. El nuevo andalucismo debe ser abierto, combativo, transversal, capaz de proponer rasgos propios y que ante todo se arrogue la defensa de los intereses de los andaluces.[/blockquote]

La muerte del PA no supone, en absoluto, el final del andalucismo. Solo está en fase de reconstrucción. El nuevo andalucismo debe ser abierto, combativo, transversal, capaz de proponer rasgos propios y que ante todo se arrogue la defensa de los intereses de los andaluces. Buenos ejemplos de transversalidad son las formaciones catalanas, vascas y gallegas que han logrado articular discursos por encima de la ideología. Éste fue uno de los grandes errores del PA, posicionarse sobre el eje izquierda-derecha cuando su entorno natural era el nacionalismo.

No sería descabellado, en los próximos años, tejer un movimiento andaluz que trabaje por disputar el andalucismo como valor absoluto. Un proceso encaminado a dotar de un nuevo contenido el concepto de ser andaluz en oposición del secuestro producido por los partidos de estado que lo han postrado a su servicio. Pretender ser andaluz, hoy, en los mismos términos que se expresaba el andalucismo en la década de los ochenta, constituye el principal error. Por tanto, ese proceso de resignificación, para la disputa del andalucismo al PSOE, pasa por plantear el interrogante qué es ser andalucista en el siglo XXI. No es posible continuar en la ingenua creencia de que el andalucismo es una experiencia atemporal porque entonces se convierte en algo romántico y, por lo tanto, superfluo y prescindible.

La disputa del andalucismo requiere reflexión, técnica y comunicación. Fajarse las botas y bajar al barro para buscar dónde está enterrado entre la ciudadanía: con qué aspectos está relacionado el andalucismo en la vida cotidiana de la gente. En ese momento se habrá dejado atrás la torpeza de querer ideologizar algo que es más un sentimiento que una idea. Porque ser, andaluz, sobre todas las cosas, es sentir un amor inabarcable por Andalucía que debe ser traducido en acción política si se desea poner al servicio de los andaluces.