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Don Mariano el elefante

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

La XII legislatura se ha salvado por los pelos. In extremis. Ayer, solo horas antes de que se alcanzara el plazo legal para que las Cortes se disolvieran automáticamente, Mariano Rajoy fue investido presidente del gobierno. Ahora lo que priva es la formación del nuevo gobierno. Las quinielas gubernamentales echarán humo hasta el próximo jueves, cuando está previsto que la Moncloa dé a conocer la composición del nuevo gabinete. Auguro que habrá algunas sorpresas. Por ejemplo, en Defensa. Pero no se fíen mucho de las filtraciones que, en este país de porteras, se van con seguridad a producir. En todo caso, hay que felicitar al señor Rajoy y desearle acierto tanto en la elección de ministros como en la gobernanza de España durante los próximos años. Todo sea dicho y hecho para el bien de España y los españoles.

El señor Rajoy se asemeja a un  elefante. Como éste, tiene la piel muy dura, lo que le ha permitido aguantar impasible la tremenda leña recibida hasta llegar a su investidura. Asimismo, goza de memoria de elefante y, con seguridad, recordará atisbos de infidelidades en algunos correligionarios en los últimos diez meses. Tiene cachaza de elefante, por eso se toma cinco días para anunciar la quiniela ministerial ganadora. Además anda como un elefante: le cuesta dar un paso, pero cuando mueve la pata y la pone en un sitio, esa es una columna inamovible. En conclusión: don Mariano es un elefante.

Auguro que habrá algunas sorpresas. Por ejemplo, en Defensa. Pero no se fíen mucho de las filtraciones que, en este país de porteras, se van con seguridad a producir.

 

La sesión de investidura ha marcado lo que seguramente va a ser la XII legislatura. Una investidura que, por mayoría simple (en 2ª votación), después de 5 votaciones anteriores, con dos candidatos distintos, hace presagiarla, según la mayoría de medios y tertulianos, como corta y accidentada. Lo de corta está por ver, porque podría ser que llegase a cuatro años. Pero sí parece claro que ha de ser compleja, especialmente porque ahora van a ser cuatro: PP, PSOE, Unidos-Podemos (UP) y Ciudadanos (C’s), y no dos solo como sucedía anteriormente, los partidos que tendrán “vara alta” (en distinta intensidad) en el Congreso. A ellos se añaden otros grupos, grupúsculos y un grupo mixto especialmente concurrido, donde priman los nacionalistas, independentistas y otros radicales de variado pelaje.

No lo veo tan mal. Porque incluso con esa arquitectura parlamentaria, se puede gobernar. Hay muchas razones para ello. La más esencial es que se debe gobernar así, en minoría mayoritaria en el Congreso, porque esa ha sido la única salida factible al resultado del 26-J. Además, el nuevo Gobierno va tener el apoyo asegurado de la mayoría absoluta del Senado, lo que es una buena herramienta de gobernanza para muchos temas. Por otra parte, si la memoria no me engaña, una proposición no de ley o incluso de ley que pudiera acordar la oposición puede ser vetada por el Gobierno, si conllevase incremento del gasto presupuestario. Y, para no extenderme más, lo de abolir leyes es más fácil de decir que de hacer, porque una ley es abolida por otra que sustituye a la primera; y acordar una ley por parte de una oposición muy fragmentada, como va a ser el caso, no va a ser tan fácil.

El paquidermo tendrá que acostumbrarse a una especie de cohabitación con el Congreso, de alguna manera similar a la de Mitterrand con la Asamblea Nacional francesa en 1968.

 

Por tanto, me temo que eso que algunos llaman “gobierno del parlamento” no es más que una ilusión. La sangre no llegará al río, a poco que el señor Rajoy y su gobierno aprendan y practiquen la difícil virtud de triangular. O, en otras palabras, el paquidermo tendrá que acostumbrarse a una especie de cohabitación con el Congreso, de alguna manera similar a la de Mitterrand con la Asamblea Nacional francesa en 1968. Eso va a servir para decantar claramente qué partidos son o no son de gobierno. Qué fuerzas políticas realmente quieren que España marche  y cuáles ponen su esperanza de gobierno de España en, paradójicamente, la ingobernabilidad del país.

Entre las primeras, entiendo se contarán el PP, PSOE y C’s. De hecho, la confluencia de las tres ha sido lo que ha permitido desbloquear la legislatura. Además, ya fueron capaces de acordar a dos bandas, PSOE-C’s primero y PP-C’s después, una serie de medidas que pueden ser una buena base para echar a andar. Bien que el defenestrado secretario general, Pedro Sánchez, de persistir en su fantasiosa pretensión de volver a hacerse con las riendas del PSOE, podría ser una china en el zapato para aquella progresión, si lograse fracturar definitivamente a su partido. En este punto, es difícil evitar una sonrisa al recordar cómo el PSC, que ha ejecutado un NO rotundo a la abstención en segunda votación en la investidura de Rajoy, es el mismo partido que, en 2010, con su abstención posibilitó la de Mas en Cataluña.

 

Un tiempo en el que pronto habrá de afrontarse, en su mayor crudeza, el más grave desafío a la convivencia pacífica de los españoles: el problema español en Cataluña.

 

Las segundas fuerzas, las del cuanto peor mejor,  estarán, capitaneadas por Pablo Iglesias y su impúdica pretensión de hacerse con el liderazgo absoluto de la oposición, una colección de independentistas, radicales, antisistema y otras variopintas opciones políticas. Unas fuerzas que, como se ha visto con ocasión del debate de investidura, tanto en el interior del congreso de los diputados como en las calles aledañas, encuentran en la obstrucción, el insulto, la provocación, el circo, la violencia y la zafiedad  parlamentaria su mejor y más prolífico hábitat y banderín de enganche.

Entramos, por tanto, en una nueva etapa. Un tiempo en el que pronto habrá de afrontarse, en su mayor crudeza, el más grave desafío a la convivencia pacífica de los españoles: el problema español en Cataluña (desde donde hoy estoy escribiendo estas líneas). Pienso que no somos precisamente pocos los que, con unidad de pensamiento verdaderamente transversal, pensamos que la unidad de España, la soberanía nacional y la igualdad de los españoles están fuera de cuestión. Todo lo demás es factible dentro de la ley. Nada lo es fuera de ella. Vaya, toda una tarea de elefante.

 

*Pedro Pitarch es Teniente General (retirado) del Ejército de Tierra español.