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Don Pedro Sánchez y su homólogo chino

En estos momentos tal vez fuese más adecuado decirle al presidente: «No lo olvides, Pedro, solo se resucita una vez».

Al reflexionar sobre la resurrección del señor presidente Pedro Sánchez, también destacado discípulo de aquel Cid cubierto de sangre, sudor, lágrimas e ingratitudes reales, me acordé del taxista chino de Chengdu. El oriental no pensaba conducir pero al desaparecer su hija hace 24 años pensó en la mejor profesión para divulgar su tragedia. Un día, en su modesto puesto de fruta, tal vez al haberse despistado en su trajín vendedor, la pequeña desapareció. Wang y su esposa pasaron años pegando carteles con la cara de su niña, visitaron orfanatos y hospitales, pero fue el taxi quien le permitió contar la historia a más de 17.000 pasajeros. Y, por fin, la hija de Wang conoció el mes pasado a través de la prensa la búsqueda de sus padres,  contactó con la policía,  se hizo una prueba de ADN y, efectivamente era ella, perdida hace casi un cuarto de siglo.

 

Pues la  perseverancia muy exclusiva de los orientales, la tenemos en don Pedro, ejemplo para una parte de la juventud inconstante, demasiado mimada por un tipo de padres llamados a desaparecer.

 

Aquí, en el califato donde Susana ejerce, un disidente Rodríguez Gómez de Celis con alguno más lo apoyó desafiando al gran grupo de fieles gladiadores. El hombre, Alfonso, apostado su capital político a una carta castellana no podía disimular, demacrado tras las barbas, sus noches negras por tamaña osadía.

Pero como la política consiste en un juego constante de cartas, la mayoría marcadas aunque a veces falle algún rotulador o muesquita delatadora, segrega adrenalinas al por mayor, droga difícil de erradicar.

El flamante presidente tomó el volante de su viejo coche y clavó las espuelas en el acelerador dispuesto a la conquista tierras infieles, echando por la ventanilla los escupitajos del polvo de la derrota con algún diente roto cuando salió lloroso de Ferraz. Pero después, entrecejos significativos evidenciaban la visión de otros panoramas en las altas nubes donde los Audis-8 presidenciales exigen rendibúes, disculpas y perdones de contritos.

 

El matrimonio Sánchez debería recibir en la Moncloa al matrimonio Wang para realimentarse en la indomable esperanza ─virtud poco arraigada en el abajo firmante, no sé si por defecto constitucional o por melancolías infantiles contraídas en la posguerra incivil─.

 

Gran cosa sería para el señor Sánchez diseñar estratagemas para frenar a los leviatanes vascos y catalanes, tozudos en emular a don Adolfo el de las esvásticas, otro pertinaz en sus delirios, convencidas gran parte de las feligresías de la podredumbre de los mestizajes, litúrgicos hasta las cachas, hábiles en el diseño de otras historias, las suyas, y todo por el odio a una idea internacional y cósmica del hombre.

Mucho camino le queda por delante a don Pedro ‘El Tenaz’, muchas alabanzas le acechan de los aduladores al uso. Por lo cual no le vendría mal contratar a alguien, emulando al emperador Marco Aurelio ‘El Sabio’ cuando decidió en los éxtasis populares la presencia de un esclavo para decirle discretamente: «Recuerda, solo eres un hombre».  En estos momentos tal vez fuese más adecuado decirle al presidente: «No lo olvides, Pedro, solo se resucita una vez».