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¿Dónde está la llave, mata-rile-rile-rile?

Los partidos que han jugado a ser la llave que abre las cerraduras del poder, han acabado siendo víctimas de ese mismo poder.

 

Será que me estoy haciendo viejo, pero esta sucesión continua de citas electorales que nos está invadiendo en los últimos años me producen un verdadero hartazgo y me retrotraen a mi más tierna infancia en la que los únicos encuentros con las urnas eran para elegir a los procuradores en las Cortes franquistas o para celebrar algún referéndum a mayor gloria del régimen. Ahora salimos por tres o cuatro elecciones al año y, menos mal que Podemos no ha llegado al poder porque si no, estaríamos un día si y otro tambien refrendando cualquier idiotez que se le ocurriera a los muchachos de Pablo Iglesias, tan dados a las decisiones asamblearias. Como en el asunto de los derechos y deberes y la corrección política, hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos del negro al blanco en cuestiones democráticas. El caso es que estamos a menos de una semana del superdomingo electoral del 26 de mayo en el que, en el mejor de los casos, tendremos que depositar en las urnas dos papeletas, la de las municipales y las de las europeas, para volver a comprobar que el bipartidismo ha muerto y que los posibles pactos de perdedores pueden darle la vuelta como un calcetín a las mayorías salidas de las urnas.

 

A tenor de estos supuestos pactos, se me viene a la memoria una canción que cantaban las niñas cuando aún no había ni teléfonos móviles, ni tablets, ni redes sociales y todos nos íbamos a la calle a jugar, charlar y hacer el cafre.

 

“¿Dónde están las llaves, matarile-rile-rile?¿dónde están las llaves, matarile-lire-rón?”, entonaban ellas a coro como si fueran candidatas de los dos actuales partidos mayoritarios, PSOE y PP, en busca de ese apoyo necesario para poder gobernar. Porque en estos momentos, la cuestión fundamental no es quié va a ganar las elecciones, sino quién va a tener la fuerza suficiente como para poder darle a uno u otro, la llave del Gobierno, ya sea nacional, autonómico o municipal. En ello están un variopinto panorama de partidos de diversas ideología que tratarán de sacar el mejor partido partidista (valga la redundancia) a sus votos (Ciudadanos, Podemos y sus Mareas, Vox, ERC, JpC, PNV, CC y hasta el de las anchoas de Cantabria). Lo del Parlamento europeo es otra cuestión más baladí, porque ya se sabe que lo de Europa, por más importancia que tenga en nuestra economía y nuestro futuro, aquí sigue sonando a chino.

 

Al hilo de lo que estoy contando se me viene a la memoria otra de las canciones infantiles de mi época púber, aquella que cantábamos a coro en el autobús durante las excursiones a la playa o la sierra y que decía “Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, tralará, vamos a contar mentiras, tralará, vamos a contar mentiras…”. En esta época de campañas electorales, los candidatos nos siguen contando que “por el mar corren las liebres y por el campo las sardinas”, y nosotros, ilusos, nos lo creemos a ies juntillas aunque sepamos que, como decía Tierno Galván, todo es falso y los programas se hacen para no cumplirlos. Bueno, pues una y otra vez, y los que hemos cumplido los 60 llevamos ya sobre el lomo casi medio centenar de citas electorales, continuamos debatiendo si esas medidas que propone Sánchez, Casado, Rivera o Iglesias, nos van a solucionar los problemas que padecemos o, por el contrario, nos los van a agudizar. El día en que unos y otros propongan rebajarse los privilegios de los que todos ellos disfrutan gracias a nuestros impuestos (desde el jugoso sueldo a las dietas, al móvil, el ordenador, el coche, el chófer, el guardaespaldas, las secretarias, el despacho, los viajes gratis, las tarjetas, las pensiones vitalicias y un largo etcétera), aunque sea también mentira, me replantearé si merece la pena o no darles mi confianza. Mientras tanto sólo me queda apoyar con mi voto al que considere menos malo.

 

No quería acabar este artículo sin incidir en el título, ya saben, lo de la llave. La experiencia me dice que casi todos los partidos que han jugado a ser la llave que abre las cerraduras del poder, han acabado, a medio o largo plazo, siendo víctimas de ese mismo poder.

 

Un ejemplo paradigmático lo tenemos aquí en Andalucía, con el Partido Andalucista de Alejandro Rojas Marcos que dilapidó miles y miles de votos al caer en las redes de un socialismo sin mayoría absoluta, que les ofreció compartir la Junta de Andalucía a cambio de su apoyo. Borbolla y Chaves le tendieron la trampa, como Susana se la tendió hace unos años a Ciudadanos. Estos han salvado los muebles de momento al negarse a compartir el poder con el PSOE aunque se han pringado con un partido más afín como es el PP, pero el rsultado que ofrezacan las urnas el próximo domingo, va a abrir las puertas a todo tipo de pactos municipales y autonómicos en los que los muchachos de Albert Rivera no van a tener más remedio que retratarse. Las llaves maestras abren muchas puertas, pero quien las utiliza en demasía, acaba estropeándolas para siempre. Espero que sean conscientes de sus decisiones porque la factura que pueden tener que pagar como se equivoquen va a ser alta. Ello me lleva a evocar otra canción infantil, ésta más moderna, que cantaban los Payasos de la Tele, “Había una vez, un circo, que alegraba siempre el corazón…”. Pues eso, lo dicho.