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Eco, entre la rosa y el número cero

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Benito Fdez

Acaba de dejarnos uno de los mayores pensadores del siglo XX, un personaje viscontiano, un humanista prodigioso digno sucesor de Leonardo, que dejó en sus ensayos y en sus novelas todo un tratado filosófico sobre la vida y la cultura. Ha muerto Umberto Eco y, con él, desaparece uno de los grandes hitos culturales contemporáneos. Mi primer contacto con su obra se produjo en la Facultad de Periodismo. Allí, en la asignatura de Teoría de la Comunicación, el profesor Ángel Benito, entonces decano, nos fue desgranando las teorías semióticas del intelectual italiano y sus críticas a la televisión (“Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia”)  que  nos anunciaban ya la irrupción de la telebasura y a las nuevas tecnologías.

Pese a su magna obra como ensayista y comunicador, Eco es fundamentalmente conocido por su faceta de novelista, sobre todo después de publicar en 1980 “El nombre de la rosa”, llevada posteriormente al cine y popularizada mundialmente por Jean Jacques Annaud. Posiblemente sea ésta su mejor y más conseguida novela, pero como periodista la que más me ha interesado es la última que se editó el año pasado, “Número cero” que cuenta la iniciativa del comendador Vimercate que, para chantajear a los poderosos y golpear a sus enemigos, pretende crear un periódico ficticio que publica únicamente números cero, es decir, borradores que no llegarán nunca a los puestos de venta. Cada número cero de Domani (Mañana), como oficialmente se llama el diario, serviría solamente como amenaza y para convertirse en una máquina de chantaje en la que las medias verdades y las mentiras completas se entrecruzan. El equipo de Vimercate incluye al director Simei y al periodista Colonna, narrador y protagonista de la narración, un escritor fracasado que recibe la encomienda paralela de preparar el libro sobre el proceso Domani ieri (Mañana ayer) que tampoco llegará a ver la luz. Se trata por lo tanto de una sátira sobre el uso de la prensa por parte de los poderosos y su utilización como medio de propaganda en beneficio propio. .

Traigo a colación esta última novela de Umberto Eco porque en España, en estos cruciales momentos postelectorales y puede que preelectorales que vivimos, los medios de comunicación, sobre todo las televisiones, están jugando un papel crucial en conformar la opinión de los ciudadanos de manera más o menos ladina para favorecer sus propios intereses. Dejando a un lado las cadenas más o menos oficiales, ya saben RTVE a nivel nacional y Canal Sur en Andalucía, que controlan o deberían controlar los respectivos Gobiernos central y autonómico y que todos sabemos cuál es el papel que juegan en este circo mediático, el resto de generalistas están realizando un papel similar al número cero del “Domani” de Umberto Eco.

[blockquote style=»1″]Traigo a colación esta última novela de Umberto Eco porque en España, en estos cruciales momentos postelectorales y puede que preelectorales que vivimos, los medios de comunicación, sobre todo las televisiones, están jugando un papel crucial en conformar la opinión de los ciudadanos de manera más o menos ladina para favorecer sus propios intereses.[/blockquote]

Contemplamos estupefactos como Mediaset (Tele 5 y la Sexta), propiedad del magnate italiano Silvio Berlusconi, quien no es precisamente un político de izquierdas juega, cuando no emite sus programas de telebasura (Sálvame, Gran Hermano, Hombres, mujeres y viceversa, etc.) que ocupan un ochenta por ciento del tiempo de emisión, a hacerle el juego a Podemos atacando sin piedad al PP. Pero es que la otra gran cadena privada, A3 Media, propiedad del dueño del Grupo Planeta, heredero de los Lara, que tampoco parecían muy de izquierdas, juega con dos barajas, Antena 3 para defender al centro derecha y la Cuatro para darle cancha a la izquierda más radical.

Ellos salvan los muebles, ocurra lo que ocurra, y los ciudadanos somos los conejillos de indias que aumentamos sus beneficios con la audiencia. Que conste que no los critico. Son empresas y van a lo que  van, a aumentar sus cuentas de beneficios a costa de lo que sea, pero todos deberíamos saber de antemano que es lo que vamos a ver cuando apretamos el botón del 3, del 4, del 5 o del 6 de nuestro mando a distancia y no dejarnos engañar. Y por desgracia una inmensa mayoría de los españoles no tiene desarrollado ese criterio de juicio crítico ni esa capacidad para dirimir lo verdadero de lo falso.

Y en esas estamos cuando ya han transcurrido más de dos meses de las elecciones sin que se atisbe una solución al problema de la ingobernabilidad. Hace unas semanas defendí en un artículo titulado “Nueve semanas y media” que ese era el plazo razonable para que nuestros políticos hubiesen alcanzado algún acuerdo. El plazo se cumple el próximo jueves, día 25 y todo parece indicar que seguirán mareando la perdiz otras dos o tres semanas más para, con bastante probabilidad, acabar convocando nuevas elecciones generales para finales de junio. ¿De verdad nos merecemos estos políticos y estas televisiones? Quisiera acabar con otro de los conocidos comunicadores que estudié en Periodismo, Marshall MacLuhan. Su sentencia más célebre es aquella que decía que “el medio es el mensaje” y yo la corregiría afirmando que, actualmente, el mensaje no es el medio, sino el miedo a lo que pueda ocurrirle a este país si sale alguno de los pactos que defienden algunas televisiones privadas.