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Economía Capitalista (2/3)

Tres visiones y una realidad. 

Decíamos la semana pasada, que las teorías y las relaciones en la economía mucho han cambiado, pero que en el fondo está todo inventado. Los pensadores filósofos economistas que hoy siguen marcando tendencia son: Adam Smith (S.XVIII), Karl Marx (S.XIX) y John Maynard Keynes (comienzos del S.XX). Sus teorías siguen vivas, las opiniones enfrentadas y su aplicación motivo de discrepancia. Vivimos el ataque del «capitalismo de casino», contra quienes solo tenemos nuestra fuerza de trabajo.

 

La principal obra de Adam Smith fue «La riqueza de las naciones» (1776), donde analizaba el feudalismo y defendía la necesidad de un crecimiento económico, en los albores de la revolución industrial burguesa. Según su teoría de laissez faire −defendida hoy por el liberalismo fundamentalista−, la clave del bienestar social está en el «crecimiento», que se potencia a través de la «división del trabajo» y la «libre competencia»; siendo «la mano invisible» la que corrige las contradicciones del «mercado». Aunque no la veamos, mano invisible hay, sabemos quienes las mueven y los gobiernos nacionales a su servicio.

 

Después del hundimiento de los países llamados comunistas y de su «economía planificada», hay que seguir teniendo en cuenta los análisis y teorías de Karl Marx.

 

 

Para Adam Smith la «división del trabajo» es la principal fuente de crecimiento y desarrollo de un país. Pone el ejemplo de una fábrica de alfileres, para explicar que si cada trabajador se especializa en una parte del proceso de fabricación, se consigue una producción mayor y con ello el crecimiento. Defendía, que gracias al egoísmo de los particulares (conseguir el máximo beneficio), se logra el bienestar general. Muchos siguen defendiendo ese postulado; pero la realidad es otra: el sistema permite el máximo beneficio y acumulación de capital, sin prestar atención a las necesidades básicas de «sus semejantes».

 

Después del hundimiento de los países llamados comunistas y de su «economía planificada», hay que seguir teniendo en cuenta los análisis y teorías de Karl Marx. La escuela económica marxista abarca una teoría económica, otra sociológica, un método filosófico y una visión revolucionaria de cambio social. Marx dice que en el «sistema capitalista», la riqueza es la que determina la posición social y el poder (contrario a como ocurría en el feudalismo). Esto supone que la acumulación de capital de unos, responde a la explotación de otros y a su pauperización o empobrecimiento. La estructura social económica, se convierte en el corazón del entramado social; el Estado es el garante de la propiedad privada de los medios de producción y ésta motor del crecimiento, provocando necesariamente desigualdades sociales.

 

Para Marx, el capitalismo se sustenta en la existencia de dos clases cuyos intereses son contradictorios: una es dueña de los medios de producción, los burgueses; y la otra únicamente de su fuerza de trabajo, los proletarios. Burguesía y proletariado enfrentados en una «lucha de clases». Según Marx, el conflicto no es nuevo; en la historia siempre han existido enfrentamientos: esclavos contra hombres libres, siervos contra señores; grupos antagónicos con intereses contrapuestos, donde las relaciones económicas están basadas en la explotación.

 

El valor de una mercancía es el tiempo de trabajo empleado en ella; y el proletariado quien realiza esta función.

 

 

En mi opinión, el nuevo capitalismo se sustenta del beneficio que generan diferentes fuentes: Con la especulación financiera −huyendo de las empresas productivas y la deslocalización−, pagan los trabajadores, explotación y eliminando de derechos; con los rescates y las quitas −preferentes, corralitos y demás−, pagan los clientes de los bancos; con la exigencia a los gobiernos de recortes en gastos sociales y servicios públicos, paga la ciudadanía en general. Trabajadores, clientes y ciudadanía, que son los mismos, tríplemente explotados.

 

En «El Capital» (primer volumen publicado en 1867) Marx también desarrolla, la teoría del «valor-trabajo». El valor de una mercancía es el tiempo de trabajo empleado en ella; y el proletariado quien realiza esta función. Proletarios: «individuos que venden su mano de obra y no poseen los medios de producción», crean la riqueza de una sociedad, fabricando los bienes (maquinaria, carreteras, mobiliario, entre otros) y posibilitan los servicios y manufacturas. Burguesía: pequeños propietarios, terratenientes o comerciantes, que «poseen los medios de producción», ostentan el capital acumulado y emplean al proletariado; no pagan a los trabajadores el valor total de las mercancías que producen, acaparando la diferencia, consiguiendo la «plusvalía de explotación o beneficio». El planteamiento sigue siendo impecablemente válido.

 

Otro factor importante en la obra de Marx es la «división del trabajo». Para los clásicos era la fuente de riqueza de una nación, para Marx es un factor de «alienación» o pérdida de la identidad de la clase trabajadora, que convertido en especialista en cierta materia, no sabe hacer otra cosa. Si una máquina reemplaza esa tarea o desaparece la necesidad de fabricación, el obrero pasa a ser una «mercancía de desecho». Para Marx, el sistema tiene contradicciones inherentes, ciclos y crisis, que supondrán su propio fin. No tuvo en cuenta Marx la capacidad camaleónica de los capitalistas, para adaptarse a las situaciones que se le presentan. La crisis actual es una muestra de que siguen en ello.

 

Las familias no consumen, no se vende, ni se fabrica, por lo que se destruye el empleo. Pues pese a todo, contra la depresión económica, más austeridad.

 

 

Un enorme desempleo azotó a los años treinta del pasado siglo. La economía clásica planteaba que, tratándose de una cuestión puntual, se ajustaría automáticamente, bajando los salarios. Y aparece John Maynard Keynes, discrepando de los clásicos: «el equilibrio de la economía, no puede ser a costa de un alto nivel de desempleo». La teoría «keynesiana», fue la respuesta dada a la «Gran Depresión» de 1929. Su obra «Teoría general del empleo, el interés y el dinero» (1936) dice que en momentos de crisis, con el paro creciendo e incertidumbres sobre el futuro, con menos ingresos, los particulares ahorran por temor y precaución; y al no correr el dinero, se agudiza el ciclo bajista. Por esta razón, en momentos de depresión económica, hace falta que el Estado intervenga con la «Política Fiscal» para «desatascar» la economía.

 

En un informe del Banco de España, que analiza la evolución de la economía española subrayaba, que la escasa capacidad de ahorro de las familias en un contexto de caída de la renta disponible, el elevado endeudamiento y un panorama laboral incierto, deja poco margen para la recuperación del consumo a corto plazo y por consiguiente del empleo. De libro. Las familias no consumen, no se vende, ni se fabrica, por lo que se destruye el empleo. Pues pese a todo, contra la depresión económica, más austeridad.

 

Tres visiones, complementarias algunas, en tres épocas distintas, que ayudan a entender los problemas de funcionamiento del modelo económico que hoy impera: «el capitalismo». Otros definen como «economía libre de mercado». Parece que, pese a todo, algunos nos quieren llevar a las postrimerías del Siglo XVIII. Ocurre, como dice Antonio Miguel Carmona, que la «politización de la economía, convierte a la disciplina en un toma y daca donde, no se sabe bien por qué, la izquierda acaba siendo keynesiana y la derecha neoclásica».

 

Me está costando más de dos semanas entender los mecanismos de la economía, pero he sacado algunas conclusiones: En política económica los errores se pagan; no es lo mismo hacer una cosa que la contraria; la economía no es sólo cosa de economistas. Las diferentes teorías economicistas están avaladas por ideologías; la aplicación de una u otra viene a beneficiar a la clase capitalista o a la clase media y trabajadora. Los depositarios de las ideologías son los partidos y con ellos los gobiernos; cuando se dice que todos los gobiernos son iguales y hacen lo mismo, hay que decir a continuación: que si hacen lo mismo, es porque tienen igual ideología. No es cierto que los gobiernos que representan a la izquierda ideológica, hagan lo mismo que los de la derecha; ni todos son iguales ni todos hacen lo mismo. La realidad es que seguimos en crisis y la padecemos los mismos de siempre.

 

El índice de precariedad elaborado por Eurostat señala que el 56,8% del empleo creado en España es precario frente al 22% en el conjunto de la Unión Europea.

 

Nota final sobre la realidad. La economía no va bien. Según el Barómetro del CIS, el 53,5% considera que la situación económica es «mala o muy mala», el 51,6% considera que está igual que hace un año y sin esperanzas. Además, para el 65,8%, el paro es el principal problema que sufrimos. Mariano Rajoy anuncia que el Gobierno elevará la previsión de crecimiento para este año hasta el 2,5%. Los indicadores apuntan a una leve moderación de la actividad, como resultado del impacto negativo derivado de la situación política en Catalunya, que impide aprobar un instrumento básico de política económica como son los Presupuestos Generales del Estado. Bruselas eleva la previsión de crecimiento al 2,6%, aunque algunos organismos vislumbran un fuerte recorte del crecimiento que se podría llevar por delante hasta 30.000 millones del PIB en dos años.

 

La EPA correspondiente al cuarto trimestre de 2017 dice que el número de ocupados disminuye en 50.900 personas, hasta los 18.998.400 ocupados. Las personas paradas son 3.766.700, la tasa de paro se sitúa en el 16,55% y la de actividad 55.8%. Los hogares con todos los miembros en paro ascienden a más de un millón doscientos mil. La tasa de paro entre los menores de 25 años ha aumentado un 1,49% desde el trimestre anterior y se sitúa en un 37,46%, mientras que la cifra los menores de 35 años se eleva a 1.438.100. En Enero se registraron 1.749.911 contratos, de los que el 90.12% eran temporales. La cobertura del sistema de protección es del 58,6% y el número de beneficiarios cae un 4,5%; lo que significa que más de 4 personas de cada 10 no reciben ninguna prestación. El índice de precariedad elaborado por Eurostat señala que el 56,8% del empleo creado en España es precario frente al 22% en el conjunto de la Unión Europea. Un 32% de los asalariados cobran el salario mínimo (735,9 euros en 2018), lo que muestra la realidad que existe: hay precariedad, temporalidad y abuso empresarial.

 

España tiene una de las tasas más altas de pobreza infantil de la UE y es el tercer país, por detrás de Rumanía y Grecia, tanto en pobreza relativa como «anclada». Casi el 40% de la población infantil vive por debajo del umbral de la pobreza, en hogares con familias numerosas o monoparentales y en situación de desempleo o empleo precario, con ingresos inferiores al 60% de la media nacional. Unicef, denuncia la «escasa protección a la infancia» y los recortes de 11.500 millones de ayudas entre 2009 y 2015.

 

4,5 millones de españoles no pueden calentar su hogar porque la factura de la calefacción y agua caliente se ha encarecido un 70% en diez años. Pero Rajoy dice que hay que ahorrar para tener pensión privada o pagar estudios a los hijos; no asume su fracaso. Con una frase anuncia las intenciones del Partido Popular: cargarse los derechos fundamentales, atacando todavía más al Estado social. No más precarios.

Este artículo (ahora actualizado) fue publicado en la anterior etapa de DiarioProgresista
el 29 de abril de 2013 y en el libro Reflexiones Republicanas

 

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