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Eduarda, “La Bigota”

Esa señora era especial. En el Centro Médico nadie le respondía, su sonrisa tenía la certeza de conocerlos hacía tiempo.

Apenas la vi, presentí… Esa señora era especial. En el Centro Médico nadie le respondía, su sonrisa tenía la certeza de conocerlos hacía tiempo. Pasaban de ella. Los viejos son seres invisibles. Hasta molestos. Los jóvenes les hablan a gritos frente a testigos, exagerando,  usando una benevolencia inmisericorde. Presuponiendo la vejez como una enfermedad que nunca les llegara a dar, convirtiendo la juventud en  un raro status. Tratándolos como niños que han perdido la dirección de casa. Niños extraviados en la calle de los cacharritos de La Feria. Desorientados por la escasa novedad, asustados  por la monotonía. Ese insoportable “Niñísmo” para dirigirse y discriminar a los viejos a la hora de conversarles…dice mucho de esta post-moderna tribu, oronda, desconsiderada con aquellos sobrevivientes al tiempo. “Los 40 años primeros de nuestra infancia suelen ser los más difíciles” Parece ser cierto. La efebocracia ultima cualquier esperanza de humanidad equilibrada.

A la cuarta inyección (una al día) se acercó, preguntando por mi abuela. Quise explicarle su confusión: ”Soy peruano, es imposible que Ud. haya conocido a mi abuela.” Hijo ¿Cómo que no? Tu “mamita” tostaba ajíes para hacer “el llatán”, tu salsa predilecta, esa acompañante del cuy “Chactado” en las fiestas  grandes de Arequipa. Tenía una Hacienda fastuosa en la sierra, al pie del volcán El Misti. Los cóndores hacían sombra planeando sobre tu florida niñez, cuando correteabas al lado de un “Puquio”, un arroyo, lleno de peces oscuros, yuyos plateados, camarones ocultos entre fulgores extraños. Me ha mandado decirte, que haber cruzado el mar, estar aquí, no tiene porque hacerte olvidar tu buena familia, tu procedencia. Si, reventaste un pollito, lo apachurraste sin querer, cuando dormías con él de niño. Lo milagroso fue luego ver, como con una aguja, hilo y manteca de cerdo, lo resucitaban. Vivió poderoso despertándolos por años en aquellas prometedoras madrugadas serranas, tan azules como inclementes”

Me dejó, helado. Al llamarme para la inyección, dejé pasar al siguiente, seguiría esperando…Sorprendido, inmóvil.

 

Esa desconocida conocía detalles íntimos míos.

 

¿Cómo se llama Ud. señora? Me llamo Eduarda, me dicen “La Bigota”. Señora, ¿Ud. es bruja? Algo hay de eso, Niño. Cambió de posición, en ese incómodo banco de los centros de salud, sonando sus huesos a saco lleno de botellas… “Nos volvemos brujos apenas  el hambre ladra hacia tu puerta. Los problemas picotean las migajas restantes de la fugaz felicidad. Ves apesadumbrada la panza de la televisión repleta de sinvergüenzas. Mira ahora mismo, basta leer lo que sale…”

 

Fascistas

Por Enrique Santarén

 

NO, no son “nostálgicos” esos miles de personas que ayer se concentraron en el Valle de los Caídos. Son apologetas de una cruel dictadura. No, no son “banderas preconstitucionales” lo que exhibían, eran fascistas. No, sus gritos de “Franco, Franco, Franco” no eran “eslóganes y gritos en contra de la exhumación” del tirano, eran exaltación de un golpista traidor y criminal a tres días del 82º aniversario de la ignominia. No, no eran “cánticos”, eran himnos totalitarios. No, no levantaban el brazo, hacían el gesto franquista y nazi. Todo muy miserable e inmoral. Y debería ser ilegal.

 

La gente desperdiciada vaga sin salvación, en este sombrío carrusel…

 

Nada anterior fue mejor. Nosotros nos encargamos de joder la situación. Enterrar dos veces la historia es un síntoma de pequeñez, falta de moralidad. Es tocar el arpa mientras el mundo se incendia…

¡Ay mi niño! Tu abuela, confesó la razón por la que su marido la abandonó. Su mundo se abrió como una zanja, dejando sus piernas temblando, su corazón desastrado. Sufrió, porque la peor guerra es negarte a luchar. No podía batallar, defender su amor, competir por él. Su rival era un hombre. Las armas eran distintas. El dolor era una cruz de un tamaño imposible de cargar. Se dejó arrastrar por la corriente del desamor, acabó varada en una playa inmensa para ser tragada por la soledad…

 

¡Ay niño! Ciertas mujeres nos volvemos piedra, apenas la sangre necesaria, se va a otro corazón.

 

Tu abuela consintió a su marido, general del ejército, irse al Amazonas. 45 años después llegó la notificación del notario… Suspensa, rabiosa, adolorida, atravesó Yurimaguas. Al entrar en esa masculina casa, reviso las fotos que tu abuelo dejo colgadas de sus hijas – tu madre y tu tía- en un silencioso corredor. Un santuario. Lo visto resultó dudoso, inexistente. Una reliquia llena de polvo y polillas, tragando su interior. Tu abuela se puso el vestido floreado con el que conoció a tu abuelo, aquel 28 de julio inolvidable, Día de la Independencia Nacional. Reconoció su odio macerado, sus lágrimas de tanto usarlas, habían perdido la sal. Eso mismo le impidió entre esas paredes, llorar.

Hipnotizada recorrió anaqueles. Dos pares de zapatos idénticos, de distinta talla en el armario… Camisas blancas de lino, sombreros de Panamá, pañuelos bordados con iniciales de hombres enredados… Fotografías viriles comiendo tasajo, plátano  frito, “masato” deglutido  por viejos desdentados. Esa vida llena de vida, evidenció tristemente: Su marido lejos de ella, con otro, llegó a ser feliz… La separación involuntaria para su organismo de mujer, le había propinado la peor de las muertes. El amor amputa parte del existir…

 

Al anochecer, el Amazonas se puso rojo y en medio de esa selva turbia, acabó con el ritual del amor no correspondido, prendiendo fuego a la casa. Era por fin incinerar un cadáver, arrastrado por la ruta oscura de los años. Arrancarlo del recuerdo y con eso, trozos claros de su vida solitaria.

 

Él sucumbió en las redes de ese demonio llamado deseo. Entregándose con locura a ese hombre, hermoso, fascinante como el peligro. Practicando tiro al blanco en el cuartel, tragándose la tranquilidad uno al otro, escuchando hechizados la voz de lo irremediable. El apasionamiento desconoce abecedario, cifras, braguetas, graduaciones militares, iglesias inquisidoras. Tu abuelo y su estrella sintieron orfandad en el cielo. Buscando refugio en la retina de ese voraz seductor. Tu abuela reconoció calmada, solitaria y resignada el resto de su existencia, la falta de maldad cuando esos dos hombres coordinaron su reloj…El fuego consumiendo esa casa iluminó su complejo desamor. Quedándose en paz consigo misma, alejada del rencor…

 

Contarte esto, era un encargo…

 

Ahora contaré lo mío. Cuando te escuchan, ninguna historia sucumbe al olvido.

La mía, Niño, es una fábula de pueblo sevillano, sin luz y una calle…  Trabajando en casa de ricos, aprendí a cocinar, haciéndome conocida. Llevaba escondidas especies en mi delantal. Cocinaba en bodas, bautizos y comuniones. Manjares con ingredientes de pobres, esa era la gracia, hacer una maravilla de la nada. En todo ese trajín involuntariamente, acabé siendo una solterona. El arte es celoso, acaparador. Aunque “Crear es vivir dos veces”  según A. Camus

En el Aljarafe nadie acertaba saber si era buena o era mala según la oportunidad. Hubo vecinos asegurando haberme visto, desbarrancar por las escaleras a mi padre, harta de sus gritos y mal humor. Murmuraban en el Mercadillo, que había dejado a mi madre encerrada en un cuarto, para cobrar su pensión, dejándole crecer las uñas como un Emperador Mandarín.

Pasé años escondiendo sentimientos necesarios, irrevocables, aplazados. Hasta ese domingo de gloria en una fiesta. Un señor preguntó el secreto de mis caracoles. Me acercó una cerveza, los demás me obviaban… Sus regordetas manos llamaron mi atención, tenía una sortija llena de piedras… Pregunté riendo si era casado, él confesó en voz bajita:”Si, con la Magia”. Mi corazón dio un golpe seco, mi secreto desde niña, era ser una fanática del universo mago. Mi locura comenzó al descubrir la transformación de una papa en puré. Para mí, eso era Magia. Se juntaron:”El hambre con las ganas de comer” Nos enamoramos…Nadie pudo separarnos. Conseguí ser su ayudanta. Mi descomunal gordura, mis bigotes asustaban frente al público real. Aún así, con traje de baño violeta y medias de red, lo fui, en nuestra intimidad…

El ayudante de un mago, también llamado famulus, es aquella persona o artista que no es considerado como mago o nombre principal en el acto de magia o ilusión. Es aquel que asiste al mago durante el espectáculo. La importancia del ayudante del mago se toma en cuenta tanto antes, como durante los diferentes actos de magia que se realizan en un show.

Con nuestros ahorros comprábamos maquinarias, conejos, palomas y trucos. Fueron años rebosantes de hipnótica felicidad. Hasta la noche del accidente aciago… Al simular cortarme las piernas, las cortó de verdad. Morí en sus brazos prometiendo darle pistas del más allá.

Por eso, Niño, vengo al Centro de Salud, camuflada entre los pacientes, para comunicarme con la gente. Trayendo mensajes de sus muertos, el ingrediente secreto  para aplacar al dolor… Una simple, pero gran ilusión, para quienes necesitan consolación.