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El ejercicio de la duda

Daniel Gutierrez Marin
Daniel Gutiérrez Marín

Si una palabra define en todas sus aristas a Podemos es la frustración. Tanto quienes lo componen como quienes los apoyan constituyen una caterva de medio hombres, sin capacidad de resiliencia a las nuevas situaciones. Jóvenes -y no tanto- que se niegan a entender que el maná prometido por los adalides de las bondades del futuro ya no existe. Erraron en sus predicciones. La universidad dejó de ser sinónimo de empleo bien remunerado, todos nos convertimos en clase media por arte de magia de un igualitarismo exterminador de la meritocracia y los peores augurios se materializaron en realidad social. Podemos es el fruto de ese proceso donde la verdad se enfrenta a la ensoñación.

Los frustrados, quienes veían su porvenir en acomodados despachos con retribuciones holgadas, asqueados de sí mismos y abatidos ante la incrédula situación que les ha tocado vivir, necesitan predicar su aberrante insatisfacción, sembrar su infelicidad para que se propague. Entre sus recursos propagandísticos está la sonrisa pero es la misma mueca cínica de la vieja ultraderecha sobre el águila volando, como la definió Juan Carlos Aragón. Tras los aplausos y la alegría del cambio se esconde una amarga sensación de derrota. Ya lo confirmó el ahora diputado por Almería, David Bravo: provienen de todas esas guerras perdidas contra el sistema, contra el orden, contra el imperio de la ley y de la naturalidad social.

Son hijos de la generación peor preparada y más titulada de la historia de este país. Tienen títulos de doctor pero apenas saben pensar por sí mismos. 

En ese lodazal de confusiones, lágrimas y decadencia, Podemos pone en práctica el ejercicio de la duda. Se cuestiona la legitimidad de las instituciones, la utilidad de la política, el valor de la democracia, la veracidad del periodismo y hasta la honradez de la media España que se ha marcado como línea roja no cruzar miradas con quienes han hecho bandera de la mediocridad, el revanchismo y las luchas de guerrillas. La mejor herramienta para la propaganda es la siembra de la zozobra. A Podemos no le interesa la duda metódica o reflexiva, no le gusta la pedagogía ni la ilustración. Son hijos de la generación peor preparada y más titulada de la historia de este país. Tienen títulos de doctor pero apenas saben pensar por sí mismos. Únicamente repiten las consignas del partido y de los líderes, besando el suelo que van pisando.

Con el ejercicio de la duda, el capital social se rompe. Los ciudadanos recelan unos de otros y la levadura necesaria para que la democracia funcione, se quiebra. Porque el secreto de la democracia liberal es la confianza. Por eso es necesario dudar de todo, cuestionarlo todo. Es la manera más rápida para liquidar este sistema liberal y fascista, que dirían ellos, para sustituirlo por una auténtica democracia igualitaria, inspirada en procesos revolucionarios que han encallado en el fracaso allá donde se han experimentado.