Hay gente que se declara partidaria de la libertad de expresión, pero no duda en aceptar excepciones. ¿Cuáles? Pues la tuya, la mía, la de los nadie, en una palabra. La libertad es del que manda. Si, de paso, demuestro a ese que manda que estoy atento para censurar a sus críticos, tanto mejor. La alegría del pobre, dar algo al que más tiene.
Cuando te vas a poner a escribir sobre política y más si es sobre los próximos, te invade, inconsciente, la pereza de saber que te pondrán fino. Pero a ti como persona, no tu artículo. La adivinación de motivaciones ocultas sustituye a la opinión sobre lo que has escrito, que al final resulta ser lo de menos. Lo que no me era tan previsible era que familiares, de entre primer y tercer grado, de parlamentarios o diputados respondan airados a tus opiniones.
El último de estos episodios tiene origen en un artículo, más frívolo que molesto, sobre la Susana Díaz que regresaba de las primarias y los nervios que posibles cambios en la Administración autonómica estaban generando en el susanismo local. ¿Es malo tener ambición? Pues no, al contrario. Es bueno ser ambicioso, lo malo es ser un trepa. Pero, se ve qué si había nervios. Por un momento temí que un exaltado me rociara con queroseno y me prendiera fuego en el aparcamiento.
Vean cómo ha cambiado la política. Hoy son los padres quienes defienden a sus hijos parlamentarios.
Total, que la primera reacción fue la predecible. Una persona de la plataforma de apoyo a Susana Díaz, exigiendo silencio o respeto, que es lo mismo pero dicho en fino. Ya está bien, me recriminó, es tu presidenta, tu secretaria general, y varios tus más. Me sentí un poco como el ganado, propiedad de otro. Pero solo un poco. El conflicto entre libertad de expresión y afiliación política no se resuelve fácil. ¿Afiliarse a un partido político supone una especie de estado de excepción mental por el que renuncias a libertades constitucionales, por minúsculas que sean? Hay un mix de opiniones. No creo que los cuadros y dirigentes de un partido tengan absoluta libertad de expresión y para el resto quede la libertad de adhesión fervorosa. Es más, me parece que, a los cargos representativos, ser valorados y criticados les va en el sueldo.
Ya les digo, no caigo bien a familiares de cargos electos. Puede ser una tía, un hermano, el padre. No es nuevo en España. No crean que todo surgió con twitter. Hay una deliciosa anécdota de Valle Inclán. En un café -el Facebook de la época- ponía a caldo a un senador. De la mesa de al lado se levantó un joven que le dijo: está Ud. hablando de mi padre, a lo que Valle Inclán respondió ¿está Ud. seguro de que lo es? No sabemos si fue ahí donde perdió el brazo.
La cosa no quedó ahí. Me envió un mensaje ofreciéndose a “decirme personalmente” su opinión sobre mí, cuando yo quisiera.
Vean cómo ha cambiado la política. Hoy son los padres quienes defienden a sus hijos parlamentarios. El artículo no tenía nada que ver con parlamentario (o parlamentaria) alguno. Pero para este padre además de un montón de cosas negativas, lo grave es que “me equivoco en Andalucía”. Curioso. Los nacionalismos son como la gripe, se contagian fácil. Hoy consideramos progresista traducir libros al andaluz o decir candela en lugar de cerilla. El nacionalismo es cómodo, la persona viene de nacimiento con unas cualidades inherentes. No hay que esforzarse. Inteligente o alegre o vago o educado lo da el nacimiento. No me gusta lo que dices, pues te equivocas en Andalucía. Puerta, falta decir.
La cosa no quedó ahí. Me envió un mensaje ofreciéndose a “decirme personalmente” su opinión sobre mí, cuando yo quisiera. Que no quiero. Lo importante en política es agradar a quien tiene el boletín oficial, que suele ser el mismo que hace la lista electoral. Lo demás es dispersarse. De todas formas, no hay que tomarse la vida muy en serio, pues no saldremos vivos de ella, le hubiera dicho. Más mejor me callo.
*Javier Menezo es Abogado. Letrado del SEPE (INEM). Militante de base del PSOE