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El Audaz o matar moscas a cañonazos

Desde el Gobierno se ha tratado de justificar la “operación” en base a la supuesta adecuación del Audaz para este tipo de misiones.

 

Qué impúdica coincidencia en espacio y tiempo. A primeras horas de la mañana del pasado 30 de agosto, en la costa norte del estrecho de Gibraltar, del patrullero de altura “Audaz”, atracado en Algeciras, desembarcaban 15 inmigrantes ilegales. Éstos, previamente, habían sido trasladados por el barco Open Arms desde las costas libias a las italianas (tras haber comprado su “pasaje” a quien fuera). Al mismo tiempo, en la costa sur del Estrecho, una jauría de inmigrantes ilegales también pisaba tierra española, en Ceuta, tras asaltar la valla fronteriza (hasta en el ¡Vencer!, de Sinforiano Morón Izquierdo, ya se enseñaba el escaso valor del obstáculo no cubierto por el fuego). Los asaltantes arrasaron un puesto de control e hirieron a los guardias civiles que, en abnegado cumplimiento de su cometido, tratan de materializar nuestra soberanía territorial sin los medios y el respaldo necesarios para ello.

El culebrón del Open Arms, que se supone de general conocimiento, comenzó a principios de agosto y ha tenido una fuerte repercusión política y mediática. Incluso provocó un pleno extraordinario del Congreso, el pasado día 29. Bien que esa sesión más pareciera un mero y bronco debate preelectoral. Por ello, el tema quedó en segundo plano. Pero lo cierto es que la ONG Open Arms, supuestamente sin ánimo de lucro, se auto proclama rescatadora de personas en riesgo en el mar, bien que su actividad parezca más de mero transporte de inmigrantes ilegales desde África a Europa. Lo que lleva a inferir una cierta relación con las mafias africanas que promocionan, desarrollan y se lucran con el ilegal tráfico de personas. Su modus vivendi es de fuerza: recoger a inmigrantes en las proximidades de la costa africana, y transportarles hasta las costas del sur de Europa para, apelando a razones humanitarias y de deterioro de la situación a bordo, forzar a los países de la Unión a hacerse cargo de su mercancía humana.

El día 20, desde Rota, partió hacia Italia el flamante Audaz (cuya madrina es, por cierto, Dolores de Cospedal), para supuestamente recoger alrededor de un centenar de los inmigrantes que todavía permanecían a bordo del Open Arms. Muy poco después, todavía navegando aquél en aguas españolas, se conoció el decreto de la fiscalía italiana ordenando el desembarco inmediato en territorio italiano, de todos los inmigrantes a bordo del Open Arms. Eso suponía una mutación del escenario que, para España, reducía su compromiso a meramente acoger a 15 de los inmigrantes. A pesar de ello, Madrid no ordenó el regreso del buque español. Y éste, a toda máquina, llegó a Lampedusa casi tres días después. Y tras cuatro días más de fondeo y “cebolleo” en aguas italianas, el buque pudo, el día 27, en Pozzallo (Sicilia), embarcar a los inmigrantes y emprender el regreso a España.

Se han debatido y barajado cifras de alrededor de 150.000 euros como gasto extraordinario de ese movimiento no programado, contando gratificaciones extraordinarias (días de mar), combustible y víveres (tripulación, tropas y transportados). Cifra que se incrementaría si se incluyeran los emolumentos del personal embarcado. Pero eso es un cálculo algo ruin. Porque, habiendo seres humanos por medio, lo nuclear no es tanto el gasto como si éste fue o no imprescindible.

Desde el Gobierno se ha tratado de justificar la “operación” en base a la supuesta adecuación del Audaz para este tipo de misiones. Y eso ya es pasarse de mendacidad. Porque la LO 5/2005 de Defensa Nacional es diáfana al respecto. Contempla (art 15.4) que: “Las Fuerzas Armadas pueden llevar a cabo misiones de evacuación de los residentes españoles en el extranjero, cuando circunstancias de inestabilidad en un país pongan en grave riesgo su vida o sus intereses”. Y no se trataba de una evacuación sino de un transporte. Porque no había en juego residentes españoles sino inmigrantes extranjeros ilegales. Ni éstos corrían riesgo alguno en suelo italiano. Ni su traslado a España era urgente. Y, desde luego, tampoco existía proporción entre plataforma y carga: mover a 15 inmigrantes, utilizando un buque de guerra de casi 100 metros de eslora, con alrededor de 70 personas (dotación, tropas y servicios), y con capacidad para acoger a más de 80 personas, es, en castizo, matar moscas a cañonazos.

En definitiva, en ausencia de fundamento operativo legal, sin razones humanitarias, ni de urgencia, ni de riesgo y por economía de medios se puede concluir que el Audaz cumplió un cometido muy inadecuado e innecesariamente costoso. Utilizar buques de guerra como taxis náuticos a la conveniencia política del Gobierno no es de recibo. Especialmente cuando existen tantas necesidades operativas no cubiertas en las FAS, por la gran insuficiencia presupuestaria que éstas están sufriendo.