The news is by your side.

El corte de mangas de Chencho Fernández

Tras mucho insistir, dio con la tecla. ¿O fueron los demás? Este rockero de largo recorrido asume su reciente fichaje por una ‘multi’ mientras se revuelve contra la Sevilla acaparada por capirotes y tradiciones

Redacción C. A. / G. HILDEBRANDT.- Cigarrillo impenitente en unos labios finos. Chupa de cuero. Gafas de rock. Chencho Fernández pasea desde hace dos décadas su deje de poeta maldito por la escena musical independiente de Sevilla. Hace un año publicó en un pequeño sello local Dadá estuvo aquí, su debut profesional en solitario. Las reseñas elogiosas con sus canciones de fuerte carga magnética y letras callejeras envueltas en terciopelo empezaron a crear un runrún en Internet. Se hablaba de él. En verano apareció en los radares de la multinacional Warner, que ha reeditado en septiembre el disco íntegro, sin modificar un solo detalle más allá del formato físico. Entre un concierto de presentación y otro, Chencho se cita con Confidencial Andaluz y se despacha a gusto contra el sistema en general y contra cierto sector de Sevilla en particular, el que le huele más rancio. Entre dardo y dardo, suelta algunas pistas de todo lo que vendrá después.

“Has cambiado, soy igual que antes” (La estación del Prado)

«La gran meta es alcanzar la voz poética, que es tuya e intransferible. Y, como tantas cosas en esta vida, cuesta muchísimo descubrir lo que siempre has tenido cerca. Tiene que ver con esa labor de desaprender, ¿sabes? Como nos inculcan tantas mentiras…»

“Solía pensar que con llegar a conmover a una sola persona, pero de verdad, hasta el tuétano, podía darme por satisfecho. Pero claro, si son más, si son muchas más, pues mejor que mejor”. Chencho reflexiona frente a una cerveza de mediodía en la sevillana plaza de la Encarnación. “Quizá mí música está calando más ahora porque está desprovista de adornos y trabas de ningún tipo. Quiero pensar que sigo una línea coherente”, completa, “pero es que cuando recibes feedback, la coherencia se afianza. Mi discurso llega ahora mucho más claro, y va a llegar aún más claro. Nos miramos a los ojos y nos vemos cada vez mejor”.

El cuento de Cenicienta del subterráneo en que vive ahora llega después de intentarlo en diferentes proyectos (dos de los cuales, Sick Buzos y Las Muñecas de la Calle Feria, siguen coleando en un segundo plano) y ciudades (Barcelona, Londres, Lanzarote) desde los 90 hasta hoy, de curro en curro y de garito en garito.

Chencho, al frente de las Muñecas de la Calle Feria en una adaptación del ‘Hangin around’ de Lou Reed. «Cuando las fundamos queríamos vivir la realidad de un grupo de rock desacomplejado y absolutamente salvaje. Pero es muy serio artísticamente hablando».

Le gusta que el espaldarazo le haya llegado con experiencia sobre los hombros, tras haber cenado «con reyes y con mendigos». Siente que así su voz poética llega más sólida: “Esa es la gran meta, alcanzar esa voz tuya e intransferible. Y, como tantas cosas en esta vida, cuesta muchísimo descubrir lo que siempre has tenido cerca. Tiene que ver con esa labor de desaprender, ¿sabes? Como nos inculcan tantas mentiras…”.

“La cerró algún alcalde miserable…” (Dadá estuvo aquí)

«Ya es injusto y retrógrado desplazar al conjunto de la población del centro de una ciudad por una cuestión religiosa. Pero esa expulsión es nimia si la comparas con la que se sufre a nivel cultural. En Sevilla se pisotea el cosmopolitismo».

Dadá estuvo aquí propone un paseo. Durante el recorrido, repleto de referencias literarias y cinematográficas, sobresale la verdadera materia prima de cualquier paseo merecedor de tal nombre: recuerdos del pasado y vivencias del aquí y ahora. Hay historias de ausencia, vanidad, amor, pero también recados para algún “alcalde miserable” que cierra salas de conciertos, o para los que intentan “domarte y robarte el tiempo a espuertas”. «Ellos» acaparan buena parte de la charla.

El aire alienígena de las Setas, rodeadas de edificios normales, enmarca bien las opiniones sobre la relación entre cultura y contracultura en Sevilla: “La línea que separa el margen y la corriente central, por llamarla de algún modo, está muy marcada. Más que en otros sitios. Aquí esa corriente arrampla con todo. Sevilla es una ciudad con mucha carga simbólica. En la dictadura de Franco, y antes, buscaron una serie de símbolos inalienables y exportables de lo que era ser español. Aquí encontraron una mina de tradiciones, y las promocionaron exageradamente. De esa exageración, de esos polvos, vienen estos lodos. Y ahora estamos permanentemente luchando contra una imposición cultural que ha durado muchísimos años».

Chencho enciende un nuevo pitillo. Piensa siempre unos segundos cada frase antes de soltarla de corrido.

Foto: Mar F. Blanco.
Foto: Mar F. Blanco.

«Ya es injusto y retrógrado desplazar al conjunto de la población del centro de una ciudad por una cuestión religiosa, no debería ocurrir en ninguna ciudad del mundo, pero aquí ocurre”. “Y, sin embargo”, prosigue, “esa expulsión es nimia, episódica si la comparas con la expulsión cultural que tiene lugar todos los días del año. Aquí se pisotea el cosmopolitismo, y no hablamos de un pueblo de 20.000 habitantes”.

“Dan la palabra y ni siquiera escuchan” (Si alguna vez mueres joven)

Ríe irónico al recordar uno de los anuncios del SEFF de este año, rodado por el del cineasta local Paco Campano, en el que un cofrade se deja dar un chorrazo de agua, emulando a Carmen Maura en La ley del deseode Almodóvar. Como cada vez que se mezclan nazarenos con humor, se lió el taco: «Son unos cafres, unos intolerantes. El problema no es que sea una semana al año, es que contaminan culturalmente el resto del año. Yo no digo que no exista, ¿quién discute la Semana Santa? Pero es algo absolutamente despropocionado para el resto. No hay respeto.»

«Uno se posiciona persiguiendo su sueño, trabajando. No está en mi mano, que el foco de atención se pose sobre mí. Pero sí lo está que cuando ocurra me coja trabajando, viviendo y en forma»

Cuando canta la canción Si alguna vez mueres joven, que gana rudeza en el directo, Chencho golpea un saco de aire, como un púgil machacando al adversario. Sin apenas referencias autobiográficas, es el tema con más vocación de despertador de conciencias, de himno, de todo el disco.

«Está inspirado por el mismo diablo», asegura. «Es el más combativo, el que apela más al colectivo, rebeldía pura. Simboliza un severo corte de mangas a todo». En él, morir joven simboliza «la zancadilla que te ponen nada más nacer. Que te vayan matando poco a poco, con guante blanco. Una forma de hacerlo es dibujándote la ruta. Tienes que seguirla o te equivocas. Tú no busques, o como mucho busca de manera ociosa, pero siempre para volver al redil, que te lleva directamente al precipicio. Ellos lo saben, pero no les importa nada».

«Todo lo que vendrá después» (091)

Los músicos callejeros se suceden mientras los vasos de cerveza se vacían. «Una moneda para música», pide una voz extranjera. A esa no le da, se ha quedado mirando algo en el infinito, sonriendo: «Una moneda para música… qué bonito. Una moneda para música…».

Agradece que parafraseemos el título del último disco de los míticos 091 («que vuelven a reunirse, gracias a Dios»), para preguntarle por su siguiente trabajo. Será «antes de verano» y de nuevo en los estudios Sputnik, con su banda de escuderos (Juano Azagra e Israel Diezma, guitarras; Pablo Florencio, bajo, y Manolo Martínez, batería) y con Jordi Gil como productor. «Va a ser continuista en términos de estilo», pronostica. «Otra de las cosas buenas de haber tardado en debutar es que, como no he parado nunca de componer, tengo muchas canciones en la despensa. Haremos una selección y daremos forma a una nueva obra artística».

Foto: Mar F. Blanco
Foto: Mar F. Blanco

«Uno se posiciona persiguiendo su sueño. Sin desviarte demasiado, trabajando. Yo siempre he creído en mi trabajo, en hacer todo lo que esté en mi mano. Lo que no está en mi mano solo puedo esperar que ocurra. Como mucho puedo activar algunos mecanismos, pero en última instancia no está en mi mano que el foco de atención se pose sobre mí. Pero sí que me coja trabajando, viviendo y en forma», reflexiona.

Si va a saber mantenerse fiel a sí mismo si sigue cogiendo velocidad, es algo que no le quita el sueño: «Yo voy hasta la muerte. Se trata de comunicar mi música allá donde vaya y con quien esté presto a comunicarse conmigo, a recibir la música que hago, ya sea en estadios o en un garito inmundo, como he hecho muchas veces». Hasta ahora, esta filosofía le ha valido para mantener encendido el hechizo. Es de desear que siga siendo así cuando pase la medianoche.