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El despotismo anglosajón y el complejo latino

 

Pablo Gea
Pablo Gea*

“Hace ahora 35 años, otra primera ministra (Thatcher) envió a cruzar el mundo a sus Fuerzas Armadas para defender la libertad de otro grupo de ciudadanos británicos (Malvinas) en otro país de habla hispana (Argentina) han sido las palabras de lord Michael Howard, dirigente del Partido Conservador entre 2003 y 2005, al cual pertenece la actual Primera Ministra y timonel (o eso se cree ella) del Brexit Theresa May. Cualquier estadista con dos dedos de frente acogería tales declaraciones con una mezcla de sorna y displicencia, si no fuese por la persona de la cual proceden y por el hecho de que el jefe de gobierno inglés no las ha censurado ni las va a censurar porque casan con una visión con un calado muy potente en nuestra querida Inglaterra.

 

¿La culpa? Nuestra, que nos lo hemos creído. Jamás han podido hallar propagandistas más eficaces que nosotros mismos para extender sus mentiras.

 

No es un secreto a voces el sentimiento de superioridad de los anglosajones hacia nosotros los latinos. Aunque el pragmatismo diplomático impera y no se puede generalizar sobre sociedades complejas, sí es cierto que a grandes rasgos nos han considerado tradicional e históricamente por debajo de ellos. Como un pueblo indisciplinado y torpe, que sólo vale para sumergirse en las fiestas bohemias y ser digno retrato del Dios Baco. Sociedades primitivas que sólo han aprendido a golpe de pronunciamiento militar y no dentro del progresismo calculado y calmado de los sofisticados anglosajones. España en particular, el país de la Inquisición y de la negra intolerancia religiosa, muy alejada del frondoso aperturismo liberal inglés.

¿La culpa? Nuestra, que nos lo hemos creído. Jamás han podido hallar propagandistas más eficaces que nosotros mismos para extender sus mentiras. Y esto sucede por el congénito y absurdo complejo de inferioridad de los latinos hacia otras sociedades. Desde Chile hasta Italia. Azuzado en Latinoamérica por el hecho de que los EEUU la haya utilizado como su patio trasero para hacer con ella lo que le ha dado la gana y tratarla como una auténtica basura. Aquí, por el que los grandes de Europa siempre nos hayan tratado con cínica condescendencia a pesar de saber lo que nos dolía y tomar decisiones importantes en el seno de la Unión sin consultarnos y sólo presentarnos los resultados como hechos consumados precintados con un trágala.

 

Aprovechar la coyuntura y reclamar con dureza lo que es un pedazo de nuestro territorio y de nuestra población. Nos lo merecemos.

 

Incluso el ex ministro tory Norman Tebbit tiene el santo valor de decir “Si yo estuviera en el Número 10 (de Downing Street, sede del Primer Ministro británico), creo que haría saber a Madrid que me planteo invitar a Londres a líderes del movimiento independentista catalán, o incluso que estoy pensando en llevar a Naciones Unidas su deseo de independencia”. Por supuesto, como aquí nos hemos contagiado de la actitud pusilánime de nuestras élites, nadie le va a decir a este señor que se mire la Historia y el Derecho Internacional. Así averiguaría, por ejemplo, que Gibraltar fue una plaza ocupada por una flota angloholandesa en 1704 durante la Guerra de Sucesión Española, y que tras la firma del Tratado de Ultrech en 1713 se configuró la que hoy día es la última colonia de Europa. Que en ese tratado, además, se especificó que sólo se cedía la ciudad y el castillo, junto con las defensas. Nada del istmo que han ocupado ilegalmente ni de aguas territoriales ni de espacio aéreo. Y además que la doctrina de las Naciones Unidas al respecto considera Gibraltar como colonia y que ello supone un atentado contra la integridad territorial española y su unidad nacional, incompatible desde luego con la Resolución 1514, párrafo 6, de 1960, relativa a la descolonización, junto con que el contencioso debe ser resuelto por negociaciones bilaterales entre España y el Reino Unido. Cataluña no es un territorio extranjero conquistado militarmente ni tiene el estatus de colonia según las NNUU. Lo que demuestra que la altanería anglosajona está más que injustificada, entre otras cosas, en lo que al aspecto cultural y jurídico refiere.

Nada mejor para hacer frente a esa falaz visión que sobre nosotros se tiene que aprovechar la coyuntura y reclamar con dureza lo que es un pedazo de nuestro territorio y de nuestra población. Nos lo merecemos. Y como a Alemania, que es quien parte el bacalao en la UE, lo que le interesa es un comercio beneficioso con los ingleses y al resto de nuestros “socios” les damos igual, tenemos que aceptar que estamos solos en esto. Punto. Pero si somos ambiciosos y estamos cansados de representar la farsa del tópico latino y español, debemos emplear esta oportunidad que se nos presenta para no sólo presionar fuerte por Gibraltar y contra la insultante actitud británica, sino también para redefinir nuestro papel en la Unión y la relación que tenemos con el resto de países en su seno. Que no sólo de cerveza, romería y feria vive el español.

 

*Pablo Gea Congosto es estudiante de Derecho y activista político.