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El diálogo

Pepe Torrente
Pepe Torrente*

Es realmente muy ilustrativo del político sin ideas, oírlo continuamente repetir que hay que dialogar. Ante la propuesta golpista de Puigdemont, reclama diálogo. Ante la enésima jugada borrokera de las CUP, exige diálogo. Vista la enésima manifestación de los sin techo, los estibadores sin estiba, de los agraviados por Fórum Filatélico, las preferentes o los fondos de inversión tal o cual, las subprime y las hemeroprime, es recurrente ver al político al uso pidiendo diálogo, encurtido en el lenguaje insonoro más políticamente correcto. Está ubicado,  generalmente, entre la línea ideológica más progresista del sistema electoral español. Especialmente en el PSOE, que es la cantera de polìticos más afectos a ofrecer y pedir diálogo. Aunque el diálogo vaya como el pan en la guerra: vacío de chicha.

 

Otra cosa será cuando se exija aclaración sobre qué es lo que hay que dialogar y con qué objetivo. Ya sabe, querido lector, rascar un poquito más a esas poco endiabladas afirmaciones de políticos sin fuste, que usan la palabra mágica que todo lo salva para salir del embrollo territorial enquistado en nuestro país desde hace siglos. Será difícil lograr algo más que oír pedir diálogo con el que ensartar el argumento en la aguja de coser banalidades.

 

En España hay quien quiere dividirla porque su ensoñación imperial y democrática se lo ha requerido así, aunque las leyes contradigan el método que proponen. Qué más les da a ellos ese “matiz” de cumplir la ley, capaces como son en la misma semana de desobedecer al Tribunal Constitucional y al día siguiente recurrir pidiendo amparo contra el Gobierno Central al mismo Tribunal Constitucional que desobedecen.

 

La contricción ideológica de los partidos modernos pasa por hacer de Rappel de vez en cuando más que en proponer ideas viables.

 

No es nueva la intención independentista en nuestra historia, aunque sí es grave la situación que se ha creado contemporáneamente. Ante tamaño desafío a la nación más antigua de Europa, el político que ofrece crecepelos y pastillas adelgazantes con aceite de limón y ricino de los Andes como solución, dice, para evitar mojarse en el río de las ideas, que el diálogo es la oferta que lo va a resolver todo. Tras dejar la frase escrita, o leída ante los micrófonos más a mano que hubiere, se relame de gusto por el pedazo argumento que dejó dicho, a juego con la corbata progre de colores agathianos, y con el que es difícil que haya alguien en desacuerdo.

 

La contricción ideológica de los partidos modernos pasa por hacer de Rappel de vez en cuando más que en proponer ideas viables. Su misión no es aportar argumentos, sino intentar averiguar qué es lo que hay que decir para persuadir a los electores y poder ganar elecciones. Otra cosa será gobernar, en su caso, pero de eso ya hablarán cuando toque.  Total, incumplir un programa que ofrece diálogo para todo es realmente difícil. Ofreciendo diálogo no se equivoca nadie nunca.

 

Habrá que saber si el diálogo consiste en que el café no sea para todos, sino para quienes vienen siendo más beligerantes en eso de poner en duda la Constituciòn

 

No se sabe aún si el diálogo que se propone, de manera tan inocua como repetitiva, consiste en ubicar la frontera española entre Burgos y Castro Urdiales, en su flanco noroeste, fijando la frontera sur allá por Cuenca y Guadalajara, para que los paisos catalans a los que se les ofrece tal dispendio de generosidad puedan decir que dialogan a gusto. Tampoco sabemos si dialogar con los catalanes que hoy tienen el polvorín de España en su fragor más hirviente, es ofrecerles también una imitación financiera a la vasca, llamada el cupo catalán, que les garantice el gozo a su codicia, aunque para ello tengan que pasar las demás regiones fieles a la España del 78, por la tijera de recortar que tanto traje a medias dejó sin coser hace no tanto. Habrá que saber si el diálogo consiste en que el café no sea para todos, sino para quienes vienen siendo más beligerantes en eso de poner en duda la Constituciòn y las leyes como norma de presión más radical y temeraria.

 

Nada, que habrá que exigir diálogo, pero que Susana Díaz deberá también pedirlo. No vayamos a estarnos quietos durante la actuación televisada del teatrillo, y cuando digamos de entrar nosotros en el escenario el diálogo haya sido tan sutil y secreto que no haya dejado ni las migajas, para quienes no tenemos dudas de que España es democrática, monárquica y constitucionalmente parlamentaria.

 

Espero que dialoguen mucho, pero que los diálogos no nos dejen desnudos o en bragas a los convidados mudos del debate. Que aunque en el Sur no hace mucho frío, sí que no debemos dejarnos ensordecer ni atontar por ese diálogo, tan sibilino y cansino como injusto si va contra los que solo observamos.

 

*Pepe Torrente es Funcionario. Militante del PP  y colaborador habitual en diversos medios.

@torrentepep