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El Estado empapela

 

Ya hemos chocado con la realidad. Al menos, muchas dudas han sido aclaradas. Hoy, hace dos horas, el parlamento catalán ha aprobado la DUI y ha declarado la república catalana. El Senado, por su parte, ha aprobado la activación del artículo 155 de la Constitución, en los términos propuestos por el Gobierno y acordados por PP, PSOE y Ciudadanos.

Por tanto, ya basta de mirar al tendido, de disculpas y de minimizar las cosas. Como si nada importante hubiera pasado. Porque sí que ha pasado. El Parlamento catalán ha delinquido y los independentistas, aunque sea virtual y temporalmente, han quebrado la integridad territorial y violado el orden constitucional de España. En definitiva, han profanado la unidad de la Nación.

El Estado, durante los últimos 40 años, fue desapareciendo paulatinamente de Cataluña en la inocente creencia de que las instituciones catalanas se comportarían como parte del Estado. Pues así lo eran por ley. La gran lección tristemente confirmada hoy —y que convendría no olvidar— es que esas instituciones han traicionado al Estado y su ley. Así como que tal rebeldía aconseja recuperar todo aquello que se transfirió y que nunca debería haberse cedido.

 

Es el momento para que el Estado, cargado de razón, reaccione definitivamente en defensa de la Nación y la libertad de todos los españoles.

 

Pero poco importa ya cómo y por qué hemos llegado hasta aquí. No es momento de volver sobre tanta mendacidad, marrullería e ilegalidad como han utilizado los secesionistas para lograr inicial e ilegítimamente sus bastardos fines. Es el momento para que el Estado, cargado de razón, reaccione definitivamente en defensa de la Nación y la libertad de todos los españoles.

Al Gobierno le toca ahora aplicarse en restituir la legalidad constitucional así como recuperar la normalidad y la convivencia ciudadana. Y hacerlo sin complejos, rápida y firmemente, para así crear el entorno necesario para poder celebrar a plazo elecciones autonómicas. A la Justicia compete igualmente, en representación y defensa del Estado de derecho, hacer recaer todo el peso de éste sobre los que han delinquido. Porque el autogobierno legítimo nunca puede ser cómplice de la ilegalidad.

 

Pienso que sería muy conveniente que esa llamada “mayoría silenciosa” catalana se volviera a manifestar pública y masivamente en defensa de la unidad de España.

 

El Estado, desde la perspectiva del restablecimiento del orden constitucional, no debe caer en el error de dejar su tarea a medias. Máxime cuando tiene el respaldo de la Constitución, las leyes, el Parlamento y las instituciones internacionales. Así como de la mayoría, tanto del pueblo catalán como del resto del pueblo español. Asimismo tiene a su disposición toda clase de medidas y herramientas para lograrlo. Incluido el uso de la fuerza, de toda la que fuera necesaria. De la fuerza legítima que es la que procede de la ley.

Pienso que sería muy conveniente que esa llamada “mayoría silenciosa” catalana se volviera a manifestar pública y masivamente en defensa de la unidad de España, en volúmenes iguales o superiores a los del 8-O. Igualmente, no estaría de más que alguna fuerza militar fuera pasando la baqueta, por si el Gobierno considerase necesario echar una mano a las FCSE, en algún momento. Vaya, para que la salud no decaiga ni lo olvide. Porque —es una mera observación dirigida a los señores Puigdemont y Junqueras, así como a la señora Forcadell, entre otros—, el Estado, al final, siempre te empapela.