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El gran malestar

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Ramón Triviño*

La consternación y el temor que ha afectado a la aldea global, que es el mundo, tras la indiscutible victoria electoral en USA de Donald Trump, se antoja como un buen caldo de cultivo para que anide la reacción al fenómeno político y social que impera en buena parte de las grandes democracias, la desafección.

El maestro IñakiGalilondo lo exponía con meridiana claridad esta misma mañana en su tribuna de la Cadena SER, cuando decía que el triunfo del candidato republicano en Estados Unidos, o ahora desunidos, es tan sólo el síntoma de un gravísimo problema, que es el gran malestar que sienten muchos de los ciudadanos (marginados o en riesgo de exclusión) y que lo expresan por el medio más a su alcance. “La enfermedad es el rechazo de las élites, el malestar social, el desapego democrático”, decía Gabilondo.

Lo vimos con el resultado del referéndum sobre el Brexit en la Gran Bretaña, el que se realizó sobre la paz en Colombia y ahora con el inesperado triunfo de Trump. Y lo peor de la situación es que se está bajo la amenaza del efecto contagio, que se podría visualizar en las próximas elecciones presidenciales de Francia y en las legislativas en Alemania.

 

Es tan sólo el síntoma de un gravísimo problema, que es el gran malestar que sienten muchos de los ciudadanos (marginados o en riesgo de exclusión) y que lo expresan por el medio más a su alcance.

 

No hace falta ir más allá de los Pirineos para empezar a preocuparse ante este escenario. Lo que pasa en la piel de toro lo señalaba bien el escritor y poeta Benjamín Prado, “Ni charanga, ni pandereta: España se ha convertido en un país triste, resignado, entre pasivo e indiferente y, sobre todo, más partidario de lo malo conocido que de resolverlo”.

Por lo que la tarea urgente que tiene la sociedad, en este caso la española, es la de rearmarse sin más dilación, para hacer frente al virus de la desafección. En esta labor tienen un papel decisivo los medios de comunicación, cuyo rol ha sido puesto en cuestión en los últimos meses, sobre todo, por sus presuntas vinculaciones con los llamados poderes fácticos.

 

También es menester fomentar la participación ciudadana, por los medios que sea, sin denostar la protesta pacífica en las calles

 

Pero frente a los medios tradicionales están los que propician, de una manera u otra, la obligación de la transparencia, los medios digitales, a los que, irresponsablemente, quiere acallar, con medidas legales, el aparato del Estado, que parece servir solo a los intereses de la derecha. Hoy, más que nunca, se hace buena la consigna #SinPeriodismoNoHayDemocracia. Pero periodismo del bueno, de investigación, del que no tiene ataduras, del que vela siempre por los intereses públicos.

También es menester fomentar la participación ciudadana, por los medios que sea, sin denostar la protesta pacífica en las calles, a la que tanto miedo tiene el poder establecido y las élites, ya citadas. Mientras tanto también habría que seguir trabajando en los terrenos de la educación y la formación, medios más seguros, pero lentos, que deben lograr el objetivo de una sociedad que recupere la ilusión y el afecto por la democracia.

Por esta vía se debe lograr recuperar el poder para la política, en manos del mundo financiero, al tiempo que la convicción de que existe un nuevo horizonte que se hace difícil vislumbrar por la rapidez de los grandes cambios que, sin duda, se están produciendo y que parecen imprevisibles.

Aunque debe asentarse la idea de que antes nos enfrentamos a situaciones iguales o peores de las actuales. En este sentido, como forma de arrancar el desánimo, me viene a la cabeza la célebre frase de Salvador Allende “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor».

 

*Ramón Triviño es Periodista