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El juicio

Los aspectos jurídicos del caso de los ERE en Andalucía van a ser dirimidos en el tribunal que a partir de hoy miércoles juzgará a todos los investigados. La verdad judicial será la única que sentencie, exculpe o condene, a quienes se sienten en el banquillo.

 

Pero es inevitable que el juicio paralelo lleve su curso desde que el 9 de enero de 2011 la jueza Alaya abriera las primeras diligencias para investigar las ayudas de la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía. Las sentencias previas de taberna y tertulia han sido muchísimas desde entonces,  por parte del pueblo llano y de los que siendo llanos ejercen desde otro nivel distinto al del pueblo. Es el mismo pueblo en cuyo nombre los jueces imparten justicia.

 

El proceso de investigación, acusación y juicio de los presuntos se sale de la rígida horma de la maquinaria judicial, y navega con aire permanente, a veces con violentas tormentas alrededor, y que sopla desde los cuatro puntos ordinales de la oposición, y entre quienes han visto el escándalo en cada uno de los descubrimientos periodísticos que alumbraban bien tipografiados los titulares de los periódicos. Se sienta en el banquillo una forma de ejercer el poder que tenía por objetivo final y permanente lograr que el PSOE no dejara de ser el partido hegemónico, quien sustentara al gobierno autonómico andaluz.

 

Se sienta en el banquillo esa manera de creerse inmunes a cualquier ataque de legalidad.

 

Se juzga la presunta corrupción extendida de manera dadivosa por los gobernantes, que despistaban sus obligaciones legales de control de los recursos públicos. Por interés primario, de manera amable y generosa, se dedicaban presuntamente a repartir alegrías, que pagábamos todos los contribuyentes, entre quienes llamaban a la puerta del Gobierno amigo con los nudillos rítmicos del carné del partido. Se sienta en el banquillo esa manera de creerse inmunes a cualquier ataque de legalidad. Una tela de araña que involucraba a toda la red de autoridades de primer, segundo y tercer nivel, empatizados todos con ese objetivo socialí y progresí de los Chaves, Griñanes y Zarrías, consistente en perpetuar al partido amigo al frente del gobierno autonómico andaluz.

 

Difícilmente la sentencia podrá desprestigiar más a quienes ya han cargado con la culpa presunta. La condena popular tiene escrita ya sus líneas, ha sentenciado en su juicio de plaza en plaza, y ha declarado su desprestigio para toda la clase política, en general. 

 

No es pecado menor que fuera el mismísimo Tribunal Supremo quien decidiera imputar a los expresidentes Manuel Chaves y Pepe Griñán, y a los exconsejeros Zarrías y Viera. Ahí es nada.

 

Fueron exmiembros del Gobierno andaluz quienes hablaron del “fondo de reptiles” para el manejo discrecional de los fondos públicos. El mismo exdirector general que declaró su sometimiento al vicio diario al que le sometía el ser habitual “esnifador de coca” y “visitador de putas” junto a su chófer, como camello principal.

 

No es baladí que el caso de los ERE costó la dimisión del entonces presidente del Gobierno autonómico Pepe Griñán, quien decidió echar la persiana a su carrera política tras verse rodeado por el escándalo más grande jamás visto en la corrupción andaluza y española. No es pecado menor que fuera el mismísimo Tribunal Supremo quien decidiera imputar a los expresidentes Manuel Chaves y Pepe Griñán, y a los exconsejeros Zarrías y Viera. Ahí es nada. Toda la cúpula de esos años dorados de las mayorías progresíes del régimen socialí puestos en fila de a uno para entrar al banquillo del Tribunal que los juzgará.

 

Es el juicio del año, casi del siglo. Una ocasión magnífica de demostrarle a Puigdemont y compañía, a los jueces belgas y a toda la UE, a los movimientos demagógicos y falsarios que justifican sus movidas independentistas, que España sí que es un Estado de derecho, un país que no arriesga su democracia por salvaguardar a los poderosos de sus obligaciones legales.

 

De eso se trata. De que la ley mantenga su imperio, contra todo intento de vituperio de su espíritu, de su voluntad.