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El Kremlin en Sevilla

Rusia es una incógnita. Fuente de inspiración para unos, un país expansionista y peligroso para otros. A medio camino entre Oriente y Occidente. A la vez Europea y Asiática. Capaz de grandezas y miserias.

 

Es, como España, un país que se ha creído su propia leyenda negra. Y es, también como España, un país en el que sus propias gentes ponen en cuestión una y otra vez su esencia y su existencia. Españoles y rusos, gente afable y hospitalaria, saben muy bien que las sonrisas pueden congelarse en un segundo para dejar al desnudo la brutalidad más despiadada. Como atestiguan dos experiencias comunes que les hermanan: sendas guerra civiles y crueles dictaduras que les mantuvieron secuestrados durante buena parte del siglo XX.

La curiosidad por un país tan sugerente como desconocido, escondido entre las brumas de los años de Guerra Fría, se ha visto satisfecha, al menos para un servidor, con el Seminario ‘Las actuales Relaciones Internacionales de Rusia’, que tuvo lugar el pasado 1 de Febrero en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla.

Un auténtico regalo de cumpleaños

Organizado por Pablo Antonio Fernández Sánchez, Catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, estuvieron en la mesa el Prof. Dr. Eugenio Astajov, Catedrático de Diplomacia en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú y Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Rusia; el Prof. Dr. Alexander Orlov, Director del Centro de Estudios de la ONU de la Universidad MGIMO de Moscú, Ministro Extraordinario y Plenipotenciario de Rusia; el Prof. Dr. S. Sysoyev; y el Prof. Dr. Ivan Popov, Catedrático de Diplomacia en el Instituto Estatal de Relaciones Internacional de Moscú, antiguo Director de la Casa de Rusia en Barcelona.

 

Lo sorprendente, para aquellos de nosotros que estamos convencidos de que la Federación de Rusia es una dictadura que viola los Derechos Humanos, bestia negra del Tribunal de Estrasburgo, es la libertad con la que se pudo hablar allí. Tanto por parte de los ponentes como del público, en el que me incluyo.

Nadie se anduvo por las ramas.

Los representantes rusos pusieron encima de la mesa algo extremadamente importante para poder entender las relaciones internaciones de Rusia con España y, por extensión, con todos los países de la Unión Europea: Rusia es un país que se siente engañado y a la defensiva con lo que considera ‘Occidente’.

Después de la Guerra Fría, el deshielo prometió una primavera que nunca fructificó. La nueva inclinación hacia el Oeste de lo que hasta hace bien poco había sido la Unión Soviética se vio correspondida por un ‘estas son nuestras normas, ahora tenéis que obedecer’. La expansión de la OTAN más allá de las fronteras orientales de Alemania confirmó que bajo el caviar y las buenas palabras, lo que se escondía realmente era una forma de dominación en la que, en el contexto de la unipolaridad dominada por los EEUU, no podía haber iguales. Sólo un capitán y muchos marineros.

El mesianismo democrático de la Unión Europea, tendente a pensar que su visión del mundo es la única universalmente válida, ha sido ciego a que Rusia sigue la lógica del ‘hard power’, en la que el ‘Poder’, como tal, es el que marca las relaciones internacionales.

La Unión, en su línea del ‘soft power’ creía que podría conseguir de Rusia que se aviniera a una praxis diplomática presidida por el respeto a los acuerdos internacionales y a la exportación del modelo de la Democracia Pluripartidista y del Estado de Derecho. Esta es la razón por la que las sanciones que se le han impuesto no han servido absolutamente para nada, y han empujado al Kremlin a mirar hacia el Este, hacia los países del espacio post-soviético, en gran parte dentro ahora de la nueva Unión Euroasiática que Putin presentó en 2015 para contrarrestar la iniciativa china del Cinturón Económico de la Ruta de la Seda, una cuña destinada a abrir las puertas al control económico de Eurasia por parte del gran faro de extremo-oriente.

A lo largo de la charla, quedó claro, más allá de las suspicacias que puedan levantarse sobre si estos hombres expresaban sinceramente su punto de vista o la versión oficial de su Gobierno, que aquello constituyó una expresión fidedigna de la psicología diplomática de la intelligentsia rusa.

Algo que es imprescindible saber dadas las previsiones de lo que va a ocurrir en el futuro. El eje económico mundial se está desplazando al Sudeste Asiático, razón por la cual EEUU ha iniciado un repliegue progresivo de la zona de Oriente Medio y Próximo (de lo que son muestra los conflictos de Siria y Yemen), de manera que en unos años Europa perderá relevancia en favor de potencias emergentes como la India o Indonesia.

Competir contra estas macropotencias del futuro es de máxima prioridad en una política exterior que está transformándose a un ritmo mucho más rápido que el tiempo que tienen los analistas para sacar conclusiones coherentes. Otra iniciativa china, el llamado ‘Collar de Perlas’, que consiste en un expansionismo caracterizado por la creación de bases militares en diferentes puntos del globo para asegurar su dominio económico, ha puesto los pelos de punta a los países que hasta ahora tenían la sartén por el mango, y que se ven ahora reducidos a la impotencia.

En este escenario, un país como Rusia, diplomáticamente revisionista y partidario de la multipolaridad, constituye un socio formidable para una Europa que ahora mismo está en crisis y que no sabe muy bien hacia dónde orientar su papel. Los Gobiernos Europeos son conscientes de que no pueden financiar sus Estados del Bienestar, que el nivel de vida baja y que el empleo es cada vez más precario. Entienden -aunque algunos se resistan- que es imperativo diseñar un nuevo rumbo diplomático para no sucumbir.

Esto lo ha entendido muy bien Alemania, el mayor aliado de Rusia en Europa, absolutamente dependiente de la materia prima que de ella importa: el Gas. Por eso permitirá que Moscú aísle económico-diplomáticamente a Ucrania para que caiga de nuevo dentro de su espera de influencia, apoyando la construcción del nuevo gaseoducto Nord Stream 2, un proyecto netamente germano-ruso.

Y esta es una lección que aquí en España tenemos que aprender también

Para conservar nuestros Estados del Bienestar, para impedir que nuestras sociedades se despeñen por el camino del radicalismo, del empleo precario, del paro en masa y de la fuga de cerebros, estamos necesariamente abocados a llegar a un buen acuerdo económico con Rusia que satisfaga a ambas partes por igual y que permita crear una Potencia Euroasiática capaz de competir contra los nuevos gigantes que ya se adivinan en el horizonte.

Bismarck, el ilustre estadista alemán, lo entendió a la perfección hace ya casi dos siglos: ‘Te diré el secreto de la política: amistad con Rusia.’