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El mandato de igualar a los cuatro presidenciables, está fracasado.

Votar es el único ejercicio que nos iguala a hombres y mujeres, a pobres y ricos, al norte y al sur.

 

Sería altamente peligroso caer en las trampas del patriarcado, y afirmar que los cuatro son unos machistas redomados, por ser del sexo masculino,  es la doctrina que quieren los poderes con y sin pasamontaña, e irresponsables aliados/as que asumamos las mujeres. La ultraderecha, sus caricaturas y los escépticos saben que el feminismo, está confrontado con las políticas conservadoras, neoliberales, y con el modo operandis, mientras peor mejor, para muestra el botón de Andalucía cuando llegan al poder. 

Pretenden que nosotras abanderemos el: no nos representan, porque son varones los presidenciables, pero deberían saber que no hay feministas comprometidas con el presente y el futuro de una sociedad anti-patriarcal, anticapitalista y antifascista, que vote por la involución, e intuyen que los 8 de marzo podrían quitar y poner gobiernos, por ello ese intento de adulterar el feminismo, y pretender envenenarnos, para que las feministas lideremos la doctrina de la pureza hembrista en forma de abstención.

 

Y en esta fase de tiempos convulsos, y matices convertidos en dogmas, no es bueno hacernos trampas en solitario, y sería un acto de honestidad reconocer que la mayoría de los programas, no son termómetros de los proyectos políticos, en la historia de la democracia menos, pero ahora especialmente funcionan como instrumentos electorales, para pescar en los correspondientes caladeros, con flagrantes incumplimientos, no son el aval, se escriben y actúan a modo de requisito, para situarlos como andamiaje de los discursos, o sea que menos lobos y lobas, y sin lugar a dudas, las excepciones nos reconciliarán para un mañana de programas de obligado cumplimiento. 

Y claro que la imagen en los debates ha sido una foto sepia de la lamentable realidad, claro que la feminización de los trabajos peor valorados, como el de las porteadoras de la mopa, se evidenció con alevosía, ellas escenificaron el sometimiento frente al poderío de los cuatro presidenciables sobre el atril, amén de que el discurso feminista no fue el tronco debido de las intervenciones, sí el contra-discurso de los representantes de las derechas, remitirse aCódigo Penal de 1.822 para hablar del consentimiento sexual de las mujeres, que vivimos en 2019 no es grave, es peligroso.

 

Pero hemos aprendido como movimiento feminista que la cebolla tiene capas, y esa es solo la primera, luego vienen las invisibles.

 

Las mujeres excavamos hasta llegar a la raíz, y sabemos que no todos los partidos son iguales, como no todos los hombres, y que ni siquiera todas las mujeres son iguales, y para muestra las segundas de abordo… Este conflicto no va de sexo, hembra frente a varón, no va de hombre frente a mujer, va de igualdad frente a desigualdad, de autonomía frente a subordinación, de diversidad frente a uniformidad, de libertad frente al miedo.

 Votar es el único ejercicio que nos iguala a hombres y mujeres, a pobres y ricos, al norte y al sur, la conquista del voto de las mujeres fue tan potente, que renunciar a ella, seria regalarle al adversario nuestra arma más poderosa, sin nuestro voto no hay garantías de un futuro sin violencias machistas, sin feminización de la pobreza, sin cosificación de las mujeres, sin vientres de alquiler, sin…, es nuestro instrumento de autodefensa, es nuestra carta para ganar.

 

Por eso el 28A necesita dos ingredientes para que triunfe la igualdad real, y son feminismo y sociedad no manipulada ni domesticada, un binomio que debe reconocerse, aliarse, cuidarse, y consolidar una alianza inquebrantable, que permita recuperar la dignidad de un país con olor a corrupción y prostitución.  Hay mimbres, ingredientes y gente sin acomodar, pensantes, gente critica, y sobre todo hay feminismo, para hacer innegociables nuestras conquistas, para ser lo que queremos ser, solo hace falta votar porque somos mayoría. 

 Una transformación de todos los paradigmas, que actúan como perchas para la igualdad real, necesita de hombres, mujeres, sociedad civil, y fuerzas políticas, que crean que la economía, los cuidados, la justicia, la democracia, las instituciones, los partidos, los programas, los presupuestos, o tienen perspectiva e impacto positivo de género, o forman parte de esa telaraña que nos atrapa, y nos distrae con paternalismo, incluso maternalismos, convirtiéndonos en copias rayadas del Gatopardo, donde todo seguirá algo retocado pero igual,  incluso si no votamos el 28A el retroceso puede ser tan traumático, como hacer el camino de vuelta de 40 años de sudor y lágrimas.