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El ministro consolador

Rafael Catalá, titular de Justicia, ha compaginado el perfil bajo mantenido de puertas afuera con importantes tareas de ‘achique’ dentro del Partido Popular

Pepe Fernández/ El Sismógrafo.- Rafael Catalá, ministro de Justicia del Gobierno de Mariano Rajoy, fue el sustituto de Alberto Ruiz Gallardón cuando este se vio obligado a abandonar el ejecutivo a cuenta de la reforma de la Ley del aborto. Catalá, con pinta de tecnócrata, de puertas afuera no ha hecho grandes cosas en el Ministerio, salvo cuidar su propia imagen a pesar de los marrones que se ha tenido que zamparse día sí, día tambien. Pero lo que es de puertas adentro en el propio partido, Catalá ha adoptado el papel clave de consolador VIP. Un lujo para casos muy especiales.

Lo acaba de hacer con Pedro Gómez de la Serna, del que ha dicho que es un tipo “con valores y principios”, justificando la tardanza en dimitir como candidato por Segovia en que el PP «no puede obligar a Gómez de la Serna a apartarse de la lista electoral porque ya ha sido proclamado candidato y la ley impide expulsarle salvo que él se retire”.

O sea, un tipo con “valores y principios” que se resiste a dejar la vida política para dedicarse a lo que parece que le gusta más, los negocios de intermediación con esos empresarios que dice conocer y que atesoran hasta mil millones de euros en sus faltriqueras.

[blockquote style=»1″]Ni Amat ni Gómez de la Serna son cualquiera en el Partido Popular; han sido –cada uno en su parcela– peones claves en infinidad de cuestiones no siempre transparentes, demostrables y publicables.[/blockquote]

El ministro de Justicia interviene en estos casos aplicando tanta vaselina y tanta dulzura porque sabe muy bien que el sujeto que las recibe no es un cualquiera en el PP. Lo que Pedro Gómez de la Serna puede llegar a contar sobre delicados asuntos -que no interesan al PP que se aireen- como su papel intermediario ante el magistrado Antonio Pedreira, que archivó la primera fase del caso Bárcenas, puede ser un motivo que invite a la cúpula del PP a tentarse las ropajes. No, bajo ningún concepto presionará nadie en el partido para que el diputado e intermediario dé el paso y libere a su partido de esta pesada carga, que está empezando a nublar los benefactores efectos electorales de la agresión de Pontevedra. Las voces críticas internas, sugiriendo su dimisión de la lista, están permitidas en campaña como contrapeso al inmenso daño, aunque desafinan demasiado y ahí sigue don Pedro sin dimitir porque don Mariano dice que no ha entrado en el fondo del asunto.

Hace unos meses, Rafael Catalá protagonizó dos viajes electorales a Andalucía y pudo ejercer, una vez más, su papel de consolador de lujo. Y lo hizo en esta ocasión con uno de los personajes más influyentes del PP andaluz, Gabriel Amat, investigado por la Justicia. Catalá no solo estuvo respaldando con su presencia la continuidad en política de personas entonces imputadas judicialmente, sino que lo hizo en el el escenario del Teatro Auditorio, cuyo sobrecoste del 120% (unos 8 millones de euros de más) fue declarado ilegal por el TSJA. A los pocos días, Amat y su equipo quedaban desimputados por la joven juez instructora del Caso La Fabriquilla, archivo actualmente recurrido en la Audiencia.

Posteriormente, coincidiendo con el arranque de la segunda campaña electoral del año, nuevamente viajó el ministro de Justicia a Almería y, oh, casualidades de la vida, nuevamente la Justicia hablaba desde la Audiencia en favor de Amat y su gestión del pasado al archivar el caso Auditorio, denunciado hace años por concejales del PSOE de Roquetas y que nunca se investigará penalmente, pese a haber aparecido recibos de la constructra del teatro con pagos al PP del presupuesto de la obra.

Pero claro, Amat, como Gómez de la Serna, no son cualquiera en el Partido Popular. Han sido –cada uno en su parcela– peones clave en infinidad de cuestiones no siempre transparentes, demostrables o publicables. De ahí que, en momentos de apuros, salga don Rafael Catalá, con la cartera de los viejos practicantes de pueblo, a poner paños calientes y consolarles en su desazón a tan ilustres aflijidos.

Pepe Fernández
editor@confidencialandaluz.com

Foto: Moncloa.