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El mito del voto cautivo

¿Qué hay de esto, en realidad?¿Verdad de la buena, media verdad o leyenda rural, en este caso?

 

 

El voto cautivo. “Los Santos Inocentes”. Un país – en el sentido geográfico del término – habitado por ocho millones y pico de almas, extenso y a la vez intenso, tildado de indolente y despreocupado, festivo y jaranero, y entregado a todo aquel – en este caso aquella – que riegue sus estómagos con unos eurillos con los que llegar a fin de mes.

¿Qué hay de esto, en realidad?¿Verdad de la buena, media verdad o leyenda rural, en este caso?

Cuando se agarra el microscopio y el escalpelo de forense, el cadáver siempre ofrece secretos insondables, dignos de la mejor novela negra. Quiero decir, con esto, que el tópico emborrona el conocimiento, nos encabrona con la injusticia y, al fin, algo de real nos ofrece. Intentemos ver, pues, en pocas líneas.

Dejamos, pues, lo de la situación heredada y el agravio histórico, por manido y manoseado. No vale ya, después de treinta y muchos años de poder absoluto o casi absoluto del PSOE de Andalucía y miles de millones de transferencias de España y de Europa, por mucho que el victimismo aliente cantinelas a conveniencia.

Lo cierto es que Andalucía es heterogénea. Un universo de contrastes en evolución. La foto de los ochenta ya no le vale a nadie. Hay un mundo de interior, especialmente mimado por la Junta, y un mundo urbano, donde la Junta goza de menos simpatías, particularmente por oriente. Y en las ciudades, hay bolsas de pobreza eterna y desesperante, los barrios de menos renta por habitante de España, campo abonado de la crónica negra y el tráfico de drogas.

 

No vale ya, después de treinta y muchos años de poder absoluto o casi absoluto del PSOE de Andalucía y miles de millones de transferencias de España y de Europa, por mucho que el victimismo aliente cantinelas a conveniencia.

 

Pero Andalucía también alberga desarrollo, exportación y tecnología punta. Es la segunda Comunidad Autónoma exportadora de España, no lo olvidemos y, progresivamente, está consiguiendo diversificar su apuesta económica. No vale; no nos vale el tópico. Compramos buenas ideas, oiga. A quien las tenga.

La propaganda oficialista susanera y juntera se empeña – interesadamente – en hacernos mirar lo bueno, pretendiendo que nos olvidemos de lo malo, y – sobre todo – de lo relativamente poco que se hace por superar esto último. Agravios sanitarios y educativos que tienen impacto directo sobre indicadores sanitarios y educativosde los que la exministra Tejerina acaba de sacar a relucir uno sangrante.

 

La presidenta de la Junta visita el campo de fútbol Miraflores-Pino Montano

 

Lo de los niños andaluces no es un insulto de Tejerina. Es un dato. Lo que ocurre es que su análisis es más complejo: el rendimiento escolar de una comunidad depende de muchos elementos. Uno es – sin lugar a dudas – una política educativa cuestionable. El otro, no menos importante, es el nivel cultural doméstico y la actitud de los progenitores. Factores estos estrechamente relacionados con el nivel social y económico. Y este, en Andalucía, ahí está, terco como una mula, a la cola de la nación. Se trata del mismo elemento que nos explica en parte los malos indicadores en Salud: la pobreza relativa, antes de la crisis y agravada por la misma.

 

Lo de los niños andaluces no es un insulto de Tejerina. Es un dato. Lo que ocurre es que su análisis es más complejo: el rendimiento escolar de una comunidad depende de muchos elementos.

 

En Andalucía, el diagnóstico es, por tanto: insuficiente desarrollo social y económico y de la convergencia con el resto de la nación. Y ahí sí cabe cuestionar si treinta y muchos años de PSOE de Andalucía en el poder, con crisis y bonanzas, con gobiernos centrales hostiles o amistosos, pero siempre con el maná de los fondos europeos y, desde hace unos años, con el tufo procedente de los juzgados, están dando los resultados adecuados, pese al panorama sonrosado que nos pinta Susana en las entrevistas al Diario de Sevilla o a ElDiario.

 

 

Cabe reconocer que el desarrollo autonómico andaluz vivió unos diez primeros años de ensueño bajo el partido actualmente en el poder. Los ciudadanos de El Pedroso, Marchena, Aracena, Puente Genil, Andújar o el Valle de los Pedroches vieron caer un maná del cielo como no lo habían visto nunca. Si la Guerra Civil y el caciquismo franquista marcan – para mal -, esto lo hizo, pero en sentido contrario. Es comprensible que cientos de miles de ciudadanos guarden en lo más hondo una vivencia extraordinaria de lo que la política puede hacer por ellos – versión positiva -.

¿Voto cautivo? ¡Ojalá alguien consiguiera cautivarme a mí de ese modo! Aquellos años fueron el inicio de un idilio nunca roto entre el campo y el PSOE de Andalucía. Lo rural se convirtió en objeto de la devoción de este, y aquel le respondió agradecido generando lo que a partir de ahora llamaré “masa crítica”: varios cientos de miles de votos que serán felipistas, o de sus descendientes, y que todo lo decidirán en las elecciones.

 

Cabe reconocer que el desarrollo autonómico andaluz vivió unos diez primeros años de ensueño bajo el partido actualmente en el poder.

 

Pero el tiempo pasa, inexorable, y las inversiones de los ochenta y primeros noventa no dieron el resultado esperado, en lo económico. Este modo de gastar fracasó – relativamente – en cuanto a la generación de un tejido industrial-empresarial capaz de mejorar indicadores económicos y librarnos de las lacras de la pobreza. Las subvenciones a las empresas amigas fueron deletéreas para la competitividad, y lastraron el crecimiento. Y sin crecimiento diferencial con el resto de la nación, nos enquistamos en el desempleo, la precariedad y la pobreza. Donde estamos. Pero, para entonces, el PSOE de Andalucía había generado un ejército de hijos, hijas, cuñados y amigos que colocar en una administración hipertrófica y nepotista. O cabe interpretarlo de ese modo.

Cabe preguntarse si, de un modo u otro, de una manera más o menos orquestada, a veces eludiendo la Ley y otra creándola ad hoc vía control del BOJA, se fabrica todo un sistema de protección social sui generis que viene actuando como renta básica universal encubierta, o seguro de protección del desempleo en la sombra. A veces, se trata incluso de un sistema de reparto del trabajo, quedando luego cubierta la gente por el desempleo oficial. Una red – supuesta, y siempre desmentida airadamente – que reparte poco dinero por ciudadano, pero a muchísima gente, de un modo eficaz y centralizado a través del Partido convertido en Institución vertebradora.

Claro que lo anterior solo es una hipótesis de trabajo. De ello no esperen datos, ni pruebas. Los únicos datos de la Junta muestran un milagro regional, un oasis de paz y desarrollo. Y los datos externos, por el contrario, pobreza empecinada y malos indicadores sanitarios y educativos. Lo que se quieran creer. Con lo que estén más a gusto.

 

Se fabrica todo un sistema de protección social sui generisque viene actuando como renta básica universal encubierta, o seguro de protección del desempleo en la sombra.

 

Insisto: no sabemos si la red social-laboral-institucional-política existe o es simple leyenda. Pero el runrún insiste a su vez en que estos son los mimbres del poder rural. Por ejemplo, intente usted abrir una PYME según en qué pagos y dar de alta a seis o siete lugareños. La leyenda rural recalca en que se negarán, despavoridos, por miedo a perder las ayudas. Y, con insinuar la existencia de este fenómeno, no entro a valorarlo. Porque cada uno vive de lo que puede, oiga. Solo que, si es todo tan honorable, ¿por qué el empeño de la Junta en negarlo, una y otra vez?

Concediendo alguna credibilidad a la hipótesis de los párrafos anteriores, cientos de miles de andaluces llegan a fin de mes gracias a las exiguas ayudas centralizadas por la Junta. Y, del mismo modo, cuando de votar se trata, nuestra presidenta se pega una generosa tournée para recordar en sus yacimientos de voto que todo eso puede volar si hubiera o hubiese cambio político en la Junta. Recuerden el famoso audio de Irene Sabalete.

 

 

¿Voto cautivo? Calculen: ocho millones y pico de andaluces, casi seis millones y medio en edad de votar. La participación en unas andaluzas suele estar por el sesenta y pico por ciento, más o menos: unos cuatro millones de papeletas. Al PSOE de Andalucía lo sostuvieron en el 2015 un poco menos de millón y medio, de estas papeletas. A partir de ahí, las conjeturas acerca del número de cautivos reales o a gusto. Podríamos hacer una tesis con la particularización del voto, cuánto pesa el voto rural y cuánto hay de verdad en lo del voto subsidiado.

La verdad es que, de fijo, no lo sabe nadie. Probablemente, ni la misma Susana, que entiende tela de estas cosas. Ante la nada, uno se plantea dos cosas:

En primer lugar, en Andalucía, no me consta la existencia de cautividades electorales. El voto es libre de ir adonde a uno o una le dé la real gana. Si sigue ahí, fijo como una estaca, premiando lo que muchos llamamos “el régimen”, será porque una masa crítica de ciudadanos ve ahí tal serie de beneficios que le compensan – y mucho – toda la inmundicia que emana de los medios y los juzgados.

 

Nuestra presidenta se pega una generosa tournée para recordar en sus yacimientos de voto que todo eso puede volar si hubiera o hubiese cambio político en la Junta. Recuerden el famoso audio de Irene Sabalete.

 

En segundo lugar: que una oposición “mala de cojones” – palabras de Felipe – no se remangó lo suficiente y se abstuvo de meterse en faena ahí, en medio del olivar, a oír y a entender a la gente, a dejar de insultar y a explicar propuestas. A pensar en algo factible a corto y medio plazo, y articular un plan económico creíble. A decir bien claro – si es que es verdad, claro – que nadie va a desmontar la Sanidad Pública ni dejar a la gente más tirada que una colilla. A explicarlo con paciencia, una y otra vez, que te vean la cara y las ideas, y que conozcan a tu gente. A currelar, vaya. A comerse la arena de la larguísima travesía del desierto.

La perentoria necesidad de explicar que hay todo un universo de posibilidades más allá de la paguita y el paro. Que tal vez no lo vea una, pero sí las criaturas de una. Pero ese voto no es cautivo. Ese es el voto de la ilusión, y se lo tiene uno que currar. Y cumplir, luego: cada día de los trescientos sesenta y cinco que tiene el año, durante los cuatro años del mandato. Cautivo solo el discurso político cortito, esclavo de la pereza y de la falta de imaginación. Ponlo a currelar, que la gente responde. Vaya si responde. Esta tierra esta hecha del mejor material.