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El naufragio de los viejos modelos

Llegado hasta aquí el conflicto originado, empieza a ser patético, propio de quienes anteponen las entrañas a la razón, y estos dirigentes deben revisarse sin forcejeo mutuo.

Ya sea en la España libre, en la Cataluña de colores, o en la esfera privada de las cuatro paredes de cualquier hogar, los parámetros que articulan los usos de la convivencia están colapsados. Hay cantidad de comportamientos universales en todas las generaciones, que te hacen ser ferviente admiradora del ser humano, pero estas últimas décadas tienen otros significados, y hay dos puntos especialmente débiles, en los que también está involucrada la gente de a pie, y de la que no cabe ausentarse, es la educación de los hijos e hijas, y los aprendizajes para una convivencia plena, y no solo en el país, en la escuela, en las calles, sino sobre todo en las propias casas.

 

Plantear una ley de la concordia en este país, para amnistiar responsabilidades a los artífices de un tiempo negro, es cuanto menos una aberración democrática, que pretende borrar el pasado sometiendo al olvido a los vencidos.

 

De la misma forma que la tinta, los sonidos, las tertulias, incluso los posados sobre la presencia o ausencia de los lazos amarillos podría haber parecido solo simbólico, pero llegado hasta aquí el conflicto originado, empieza a ser patético, propio de quienes anteponen las entrañas a la razón, y estos dirigentes deben revisarse sin forcejeo mutuo, y en profundidad para garantizarse la convivencia positiva, que es la única manera de vivir en paz.

Y luego viene donde resuelven las personas, el más íntimo de todos nuestros espacios, allí se inicia uno de los recorridos donde se fraguan algunas semillas para esta conflictiva sociedad, escenificándose el papel del varón privatizando en frecuentes ocasiones el cuerpo y las emociones de las mujeres, y en ambos casos considerándolas objeto de propiedad, que cuando no responden a sus mandatos, o aparecen interferencias de otros, bajo el paraguas de los celos románticos (referente que además plagian los hijos) concluye con la aplicación del principio masculino o mía o de nadie, y el crimen está servido.

 

España, Cataluña, y los hogares de cualquier modelo de familia, además de lo demás, necesitan incorporar una asignatura de vida, que se imparta no solo en las escuelas, sino en cada esquina.

 

Que gobiernos, instituciones, profesionales, y caminantes sepan que, o se involucran sin excepción en los aprendizajes en educación en valores con perspectiva de género, y convivencia activa, predicando con el ejemplo, o el desmontaje de esta sociedad no tiene vuelta atrás, porque como decía Galeano, al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.