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El poder socialista en Andalucía

Hasta ahora la presidenta de la Junta había vencido siempre en el fárrago, la marrulla y ese entendimiento plástico de la política que opta por la praxis que consigue el poder sin importar los medios utilizados.

La topografía política de Andalucía, en el caso del partido Socialista, presenta hoy unos niveles caracterológicos bien definidos y que son la consecuencia de las sísmicas luchas internas que durante largo rato han constituido todo un repertorio acciones, reacciones y performances soterradas que han ido dejando cadáveres exquisitos por los tortuosos bulevares  de ambiciones íntimas y subjetivas mediante praxis maquiavélicas. La máxima representación institucional en Andalucía la encarnan Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, y Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, Delegado del Gobierno en suelo andaluz; todo un daguerrotipo nominal de lo que ha sido en los últimos años el guerracivilismo socialista en el mediodía español. Para Susana Díaz, como en el poema de Rosales -“sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería”-, la presencia institucional de Gómez de Celis, representa la sombra de su más bochornosa derrota y el fracaso de los perversos medios utilizados en la particular lucha de Díaz por el poder. Hasta ahora la presidenta de la Junta había vencido siempre en el fárrago, la marrulla y ese entendimiento plástico de la política que opta por la praxis que consigue el poder sin importar los medios utilizados.

 

Desde la cima de una carrera que se le antojaba imparable, Susana Díaz, miraba a Alfredo Sánchez Monteseirín, a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, a José Antonio Viera, a Rafael Velasco, al propio Chaves o a Griñán, pero también a Alfredo Pérez Rubalcaba y su delfín Eduardo Madina, que acabaron defenestrados por una insaciable ansia de poder y sus claroscuros.

 

Empero el asalto definitivo de Díaz a Ferraz mediante la técnica del coup de force (rapidez, seguridad, sorpresa y ocupación) fracasó estrepitosamente porque un planteamiento mediocre sólo puede dar resultados mediocres y se acaba comprobando, como se dice en el Burlador de Sevilla, que “no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague.” Hogaño, Susana Díaz ha quedado vigilante en la trinchera andaluza en la práctica de ese fariseazo consistente en que ante la imposibilidad de negar el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, se pone el grito en el cielo porque falta la mantequilla para el pan y el limón para los peces. La propia infalibilidad había sido para Díaz una creencia supersticiosa que, como toda infalibilidad empuja a la impertinencia y a la exhibición, y que necesitaba recuperar ya que después de la humillante derrota en las primarias, se había reblandecido como los relojes de Dalí.

 

Han sido batallas donde se ha pasado del dominum rerum al delirium tremens con esa ligereza que concede el vacío argumental; amortizada la ideología y los valores políticos, el poder queda como naturaleza, pero la naturaleza es estiércol, nos dice Adorno, y el concepto “natural” de que sólo la fuerza astuta, que sobrevive, tiene razón.

 

De este modo, el líder, o lideresa, se convierte en un fin en sí mismo. Y así como el objetivo es algo que se puede alcanzar o no, el fin es algo que se cumple continuamente. Para ello, las responsabilidades políticas, orgánicas e institucionales, sólo pueden ser ejercidas por agnados, cognados, afines y adheridos en una reinvención de la devotio ibérica. Las redes clientelares son también la naturaleza de la política como estricta estratagema sin contenido, coágulo sustantífico de la teoría del poder que asume como dogma que las ideologías resbalan sobre la sociedad, que la dejan intactas, que son expectoradas por ella.

La cohabitación entre los dos poderes controlados por el PSOE no será fácil ya que nadie, y menos que nadie Susana Díaz, puede trascender a su propia experiencia, categorías esenciales, intereses y fobias. El escorpión siempre picará a la rana que lo lleva al otro lado del río, aunque por ello perezca. Es su naturaleza.