Recientemente visité el Casino de Madrid para cenar con unos cuantos buenos amigos. No tengo reparos en reconocer que era la primera vez en mi vida que entraba en dicho lugar, porque ni me gusta el juego, ni he tenido dinero para apostarlo, más allá de unas quinielas o unas primitivas. En vivo y en directo me chocaron las actitudes de los jugadores de póker, algunos de pose, otros displicentes, pero todos embebidos y ensimismados por el juego y la estrategia.
Por curiosear me acerqué a una mesa de ruleta, pero enseguida percibí que lo mejor estaba al frente, disculpen si ignoro el argot, con el jefe de mesa. Breve pero cordial conversación, de donde extraje que había jugadores compulsivos de diario, cuyo vicio no era ganar o perder. No, era el juego por el juego: pura droga.
Cuando los ciudadanos de andar por casa ven los choques dialécticos en los Parlamentos, llegan a creer que los rivales se odian y si pudieran prolongarían sus confrontaciones a palos. Cuando los has visto, u otros colegas de dentro lo cuentan, o incluso ellos mismos destripan los intríngulis de su día a día, conoces la realidad: tienen mucho de pose, porque lo exige el guion, pero luego confluyen en los pasillos, cafeterías restaurantes o incluso hasta vacaciones y todo es cordialidad porque, para ganar, como los jugadores de póker, son profesionales del engaño.
Llevamos años en un “ten-con-ten”, en un “tira y afloja” entre el gobierno central y el autonómico catalán. Ya hemos vertido ríos virtuales de tinta sobre los orígenes y desarrollo del conflicto y ahora nos vemos en el punto de no retorno, el lugar en que han desembocado todos nuestros temores, nuestras peores pesadillas: en un páramo sin aparentes condicionantes externos, el lugar elegido para el “duelo al sol”.
Nadie negará que esto ya tiene visos de confrontación directa entre dos formas de entender la organización del territorio, detrás de las cuales hay dos conglomerados políticos, económicos y sociales que respaldan sus respectivas ideas, creencias, conceptos, etc. Aparentemente las posturas son innegociables e irreconciliables por el grado de enconamiento adquirido con el transcurso del tiempo. Quizá, años ha, habría sido más sencillo reconducir la discordia, hoy se presume arduo, espinoso…pero no imposible.
Visto que los protagonistas directos no han entrado en razón, que se han acelerado las rutas a ninguna parte, la sociedad civil de la que hablamos la semana pasada ha pedido calma, sosiego, echar el freno, porque “la cosa se había desmadrado” hasta la ruptura social en todos los ámbitos; pero después reclamaba “diálogo”, discusión debate. No somos anglosajones, donde les enseñan desde la escuela ese noble arte. Aquí basta oír/ver una tertulia de radio/TV o incluso casera, para advertir que no sabemos escuchar. Va en nuestro ADN.
Cada uno ha mostrado sus cartas, ha jugado sus bazas y ahora espera que el rival dé señales, pero ¿a qué responder, a lo que ha visto o a lo que cree que ha visto? ¿qué priorizar, el ser o el parecer? ¿hay que leer los trazos gruesos o buscar entrelíneas? ¿estamos jugando al parchís con reglas rudas o al ajedrez con finos estrategas?
Dicen que los deportes más violentos, como el boxeo y/o el rugby solo están hechos para caballeros, porque al final acaban dándose la mano. Aquí acabamos a garrotazos, como reflejó Goya en una de sus memorables estampas. Así lo vivimos en 1936, hasta despedazarnos durante 3 años los unos a los otros. Hoy somos una sociedad mucho más evolucionada, o eso creemos todos y confiamos en reconducir dos naves a la deriva, sin frenos y con ebrios conductores.
En este punto del litigio no sabemos exactamente dónde estamos. Cada uno ha mostrado sus cartas, ha jugado sus bazas y ahora espera que el rival dé señales, pero ¿a qué responder, a lo que ha visto o a lo que cree que ha visto? ¿qué priorizar, el ser o el parecer? ¿hay que leer los trazos gruesos o buscar entrelíneas? ¿estamos jugando al parchís con reglas rudas o al ajedrez con finos estrategas?
Hace muchos años, siendo un periodista imberbe, cuando iba a ruedas de prensa, tras escuchar alguna altisonancia, miraba rápido a colegas avezados para comprobar si ellos habían escuchado la misma estridencia que yo y les había causado idéntico estrago que a mí. Estas últimas semanas compruebo que sigue en vigor aquella técnica, porque son infinidad los colegas que se miran sobresaltados sin entender nada de cuanto ocurre por lo inédito e incomprensible de su contenido. Hasta las vacas sagradas del oficio muestran perplejidad.
De lo que dijo el jefe del estado pasamos a la respuesta desafiante del líder secesionista y no dábamos crédito por lo novedoso. Una semana más tarde éste último parece que da, que se lanza, pero al final nadie sabe si se para por prudencia, por miedo, o simplemente para coger impulso. Entremedias deja un mensaje en una botella para que lo recoja quien corresponda. Pero claro, su destinatario hace oídos sordos porque no sabe si el emisor ha dicho lo que parece o igual ha confundido sus palabras, y claro, le pide que se aclare. Y vuelta al inicio.
Así estamos, que unos creyeron oír al uno “independencia”….y al otro decir “155”, pero nadie se atreve a apostar si lo hicieron de verdad, si amagaron, si practican el trile, si esto es un gran tablero de ajedrez y cada uno mueve sus piezas, o si todo es una engañifa para no hablar de cuanto les cubre de inmundicia a los respectivos actores, como es la corrupción y/o la inoperancia al frente de sus gobiernos para superar la crisis.
Cuando éramos pequeños mirábamos a mamá o a papá porque sabíamos que ellos nos orientarían, nos aportarían la luz que necesitábamos para guiarnos en la oscuridad…Ahora que tengo veinte años, que diría Serrat, en cada pata y alguno más, busco ese faro, pero solo veo gentes con gafas negras apostando compulsivamente sin que al parecer les importe el resultado, porque al parecer todo no es más que un juego dialéctico ¡Hagan sus apuestas, no va más!
*Juan Manuel Vidal es Periodista y Community Manager
@VidalJuanma