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El PSOE y el debate de la prisión permanente

¡Ay, el PSOE! no tenía nada que ganar con el debate.

Lo mejor del debate en el Congreso sobre la prisión permanente revisable, y la intervención del PSOE en él, es que ya está olvidado. No hay mal que por bien no venga, y mira, si queremos debates judiciales ahí tenemos a Puigdemont detenido. Sin embargo, alguna enseñanza debiera sacar de aquel día en el que cada cual fue con su estrategia. Confiemos en que el PSOE llegó con la inocencia de quien no tiene ninguna. De lo contrario la conclusión sería atroz.

Con una sociedad conmocionada por recientes crímenes el PP veía que, por una vez, no centraba las malas noticias. Necesitaba ahuyentar sus problemas, que son muchos. A su principal caladero de votos, los pensionistas, los tiene hechos un basilisco. Los que decoran sus balcones con banderas españoles se le van a Ciudadanos. ¿Qué quieren quitar la prisión permanente? se dijeron. Pues nosotros vamos a ofrecer ampliarla. No la prisión, los delitos sancionados con ellos, aunque nunca se sabe.

Puedes presumir de ser un partido de mentalidad flexible, atento al deseo cambiante de la sociedad. Si, a veces eso puede confundirse con ir por donde sopla el viento.

A Ciudadanos le daba un poco igual. Está en ese momento en que todo se le perdona. Parece joven y entusiasta. Pasó del en contra de esa pena al a favor ¿Y qué, pensará? Los de siempre te acusan de inconstante en tus ideas, pero está en racha. Los electores -por ahora solo potenciales- te disculpan. Puedes presumir de ser un partido de mentalidad flexible, atento al deseo cambiante de la sociedad. Si, a veces eso puede confundirse con ir por donde sopla el viento.

Podemos no tenía nada que perder en este debate. Necesitaban una idea trasversal (no sé muy bien que es, pero en el lenguaje de Podemos siempre cuadra bien) y olvidar un poco del dichoso procès, que los lleva por el camino de la amargura.

Pero el PSOE, ¡ay, el PSOE! no tenía nada que ganar con el debate. Pudo decir, por ejemplo, vamos a votar a favor de su derogación porque, aunque el PP intente haceros creer otra cosa, el sistema penal español no discute entre dos únicas posibilidades, absolución o prisión permanente revisable. Es más, en las cárceles hay overbooking y solo un preso -ahora dos- está condenado con esa pena.

Con cariño te lo digo, Pedro Sánchez, ahí podías haber recordado al votante socialista que, como bien dijiste con aquello del No es No, no se gobierna desde el Parlamento.

Pudieron decir, también, que no se va a derogar. No ahora, como ha creído mucha gente. Votar que sí y bailar la conga es igual a estos efectos. A la legislatura le queda un año, que con las vacaciones se te pone en nada y el PP y Ciudadanos evitarán, además, que el tema siga adelante, ampliando indefinidamente los plazos de presentación de enmiendas. Con cariño te lo digo, Pedro Sánchez, ahí podías haber recordado al votante socialista que, como bien dijiste con aquello del No es No, no se gobierna desde el Parlamento. Ella no hubiera dejado pasar la oportunidad de insinuarlo de haber sido al revés. Ves, eso es ser un animal político.

En suma, explicar que, así las cosas, si no se va a derogar, si hay demasiada emotividad para debatirlo, votan derogación y dejan el tema para cuando ganen. Pues no, amigos. ¿Qué el debate está desbordado por la emoción? Vamos a dejar para la posteridad nuestra propia aportación demagógica: “con prisión permanente revisable hemos tenido la muerte de Gabriel”.

No se trata de una ocurrencia del fragor del debate, que va. El argumentario que circula por algunas partes de Andalucía, por si el PP lo plantea en los Ayuntamientos, insiste en ello: “la prisión permanente revisable está vigente actualmente y no ha impedido, desgraciadamente que se produzcan los crímenes horribles que hemos conocido.”.

Vamos por partes. La forma: no, no y no. Se debe ser avaro en el uso de palabras de cuatro sílabas, de adverbios, de rimas. Releamos: permanente, actualmente, desgraciadamente. Distrae, la gente se te ríe.

Sobre el fondo: también no, no y no. Ese argumento es un tiro en el pie. Os cargáis todo el Código Penal, pues ninguna condena evita que haya delitos. Ni siquiera este Código Penal de 2015 más cercano a la enciclopedia británica que a la noción tradicional de derecho penal como un derecho de última opción, no de primera. Un código que alargó las penas de prisión e incorporó tanta casuística de delitos, que está lleno de una ennumeración rídicula, con artículos ter, quarter, quinquies y sexies.

En resumen, el PSOE no estuvo fino, y eso que entre militantes y simpatizantes socialistas seguro que hay expertos en muchos temas.

La réplica, amigos socialistas, se la ponéis en bandeja: sin ninguna pena evita el delito, dejemos libre a todo el que haya delinquido o mejor unámoslo a vuestro siguiente argumento. El del artículo 25 de la Constitución. Reza así: las penas privativas de libertad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social. Citarlo queda un poco a acabo de googlear prisión permanente, me salió esto y lo suelto, que ya verás como a nadie se la ha ocurrido.

Orientadas no es que es el único objetivo de una pena, que parece que lo hemos olvidado. Unimos ambos argumentos y parece que quisiéramos sustituirlo todo por un curso tipo aceptación de la diversidad. Como dice Muñoz Conde, cuando se atenta contra una persona se atenta contra la sociedad en la que esa persona se integra. La cosa no va solo de reeducar, va también de restaurar un equilibrio roto, va de impedir el abuso del débil y trasmitir que hay responsabilidad por los actos que realizamos. No parece sino que la víctima es individual, le pasa a él solo, y la responsabilidad del delito es colectiva. Pues no. Es, exactamente al revés: el agredido es la sociedad, el agresor es un individuo.

En resumen, el PSOE no estuvo fino, y eso que entre militantes y simpatizantes socialistas seguro que hay expertos en muchos temas. En esto, en economía, en vivienda, en marketing. En lugar de usarles como trasmisores de la opinión de líderes, diputados, o parlamentarios, a los que el nombramiento otorga el conocimiento, podrían escucharlos, recoger sus opiniones, su conocimiento, su capacidad de recibir lo que la sociedad piensa. En fin, escuchar, en lugar de darles la brasa con argumentarios, mítines o asambleas.