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El tren de Granada

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Pepe Torrente*

Qué tiempos aquellos en los que el AVE no era ni siquiera un sueño. Tuvo que ser Álvarez Cascos, ese facha, quien lo introdujera en la agenda de las nuevas infraestructuras con términos de ejecución precisa, concreta y presupuestada. Fue tan fachorro que propuso a Granada para estar en el eje de las principales obras ferroviarias. Cosas de un tipo de derechas, que habían olvidado los de izquierdas que le precedieron en el gobierno de España. Los mismos que desmantelaron por poco rentable, según el ministro socialista Barón de la época, el tren que unía Guadix y Murcia, pasando por Baza, en 1984.

Qué tiempos aquellos en los que Chaves y Zarrías alineaban a todos sus atacantes en el equipo de la rentable confrontación contra los legítimos gobiernos del PP. Atacaban siempre por la banda izquierda. No les importaba las lesiones ni el capital invertido para ganar siempre aquel encuentro amañado. Su misión no era sino ganar el partido para su partido. De aquellos barros fueron los lodos de las traviesas en Tocón que hubo que desmontar a los pocos años. Construyeron una inservible vía férrea para confrontar, sólo para eso. Treinta millones de euros despilfarrados de un ancho internacional que no servía. Contra el PP gastaban ellos, pero pagábamos todos.

Qué tiempos en los que un aspirante a contar nubes desde la hamaca tras su paso por la Moncloa, nos prometiera por intermediación de su alter ego gallego que vendría a Granada en AVE en 2007. Lo reiteró luego para 2011. Y aquí seguimos, en 2016, mirando el tren, como Jorge Sepúlveda miraba el mar bajo el palio de la luz crepuscular.

Hoy, un problema de legalidad con la ley de contratos del sector público, al solicitar el adjudicatario un exceso de obra superior al límite máximo del 10%, ha retrasado todo de manera imprevista. Salvar ese escollo legal no es fácil, si la ley es el referente.

Qué tiempos estos en los que sin ofrecer ni una sola traviesa del AVE en la provincia de Granada, los socialistas de la marea amarilla, y los de la marea en contra de lo que haga el PP, y las otras mareas que tanto nos marean, han construido su modelo de tren en un bonito prospecto, con algunas ideas que podemos compartir, pero que son de financiación imposible, hoy por hoy, y, además, harían del sueño de ver el AVE en Granada una quimera imposible, presupuestariamente visto. Nos queda, eso sí, el asombro de ver lo mucho que hoy exigen los socialistas revestidos de amarillo chillón, con lo poco que ellos hicieron cuando gobernaron.

Qué tiempo este que nos repleta de odio contra el rival. Y nos ciega de tal manera que no nos deja ver un hecho incontestable: desde 2012 hasta la fecha el gobierno de Rajoy ha puesto en las cuentas del tren hacia Granada más de mil millones de euros. Y ya asoma, por ahí se ve, mucho más cerca de lo que lo dejó quien hoy cuenta nubes a ratos e intermedia en Venezuela en otros ratos.

Qué diferencia de tiempos. Mientras que Zapatero inauguraba, sobre plano y maqueta pero sin un solo ladrillo después, estaciones de Moneo de más de 750 millones de euros de caché; o el quiosco de Magdalena Álvarez en la estación de Granada para expedir tiques del AVE, pero con salida en Málaga o Antequera, en este tiempo de hoy la entelequia es si el tren entra en superficie o soterrado, porque ya se ve llegando.

Parece que la gestión de unos demuestra mucha más eficacia que ese gasto desproporcionado de los otros, de más de 140 millones de euros, para ensayar con la velocidad de los trenes en el anillo de Antequera, bajo una propaganda que ya se vaticinaba como tal en la precampaña electoral de 2011, y que hoy ha tumbado la UE por ser un proyecto poco o nada viable para la sostenibilidad.

Hoy, un problema de legalidad con la ley de contratos del sector público, al solicitar el adjudicatario un exceso de obra superior al límite máximo del 10%, ha retrasado todo de manera imprevista. Salvar ese escollo legal no es fácil, si la ley es el referente. Como debe ser. Lo más grave será que habrá que iniciar el proceso de contratación de nuevo. O sea, cumplir con la ley, lo cual supondrá un retraso de cuatro o cinco meses, como mínimo. No es de extrañar que les parezca tan raro que haya quien quiera observar y someterse al dictado de la ley en vigor, dado el nivel de observancia que los que hoy exigen tanto han demostrado por costumbre, por ejemplo, en el caso de los ERE o en de los fondos de formación.

En el fondo, desgraciadamente, al socialismo de Granada, derrotas electorales variadas después, lo que pareciera fastidiarles es que llegue el AVE con un gobierno del partido rival. Por si perdieran de nuevo el partido, para su partido. Eso es lo penoso.

 

 

*Pepe Torrente es columnista.