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El veto del PSC a Susana Díaz beneficiará a Arrimadas y Cs

Los socialistas catalanes no quieren a Susana Díaz participando en su campaña, tal y como hizo en 2015 en actos como el que recoge la imagen. Una decisión que no se debería interpretar  solo en clave interna de partido y que, el 21 D, comprobaremos si ha sido acertada o no para los intereses electorales del PSC y de su candidato Miquel Iceta. A primera vista no parece un acierto prescindir – ojo– de la voz de la presidenta de Andalucía, rompiendo frágiles hilos políticos y sentimentales de miles de emigrantes de primera y segunda generación a los que se invita a mirar hacia la candidata Inés Arrimadas García ( Jerez, 1981) y su partido Ciudadanos. Todo por la calculada y desconcertante ambigüedad de un PSC que recuerda al que lideró el Pacte del Tinell y fruto del mismo el gobierno tripartito con IU y ERC.

El partido de los socialistas catalanes siempre fue muy suyo, muy de su casa y de sus cosas. Un repaso a la historia de estos cuarenta años nos lleva a la conclusión de que fue en el seno del socialismo catalán de finales de los 70 cuando se dio el primer caso de independentismo o secesionismo amistoso en Cataluña, tras fundarse la federación del PSC-PSOE. Fue cuando la E de España y la O de Obrero desaparecieron, lentamente, a favor de la C de Catalunya. En el Principado, por cierto, se empezaba ya entonces a incubar el huevo de la serpiente separatista al que Josep Tarradellas enfriaba de vez en cuando aplicando mucho seny y un gran pragmatismo..

 

Pese a que un millón de andaluces emigró en los sesenta a Cataluña para quedarse, la llegada del estado de las autonomías no trajo consigo políticas de reencuentro para luchar contra la desconexión con la tierra y las raíces de origen.

 

En estas cuatro décadas transcurridas a los socialistas del PSC y a sus hermanos del PSOE solo les ha unido el deseo e interés por lograr el gobierno de España. Cuando perdió el PSOE y llegó la derecha a la Moncloa el sector más nacionalista del PSC acabó abandonando el partido y muchos de ellos pasaron a militar en opciones independentistas como ERC, lease el hermano de Pascual Maragall, Ernest,  por mencionar un apellido de gran peso en el sector nacionalista de la socialdemocracia catalana de estos cuarenta años.

Pese a que un millón de andaluces emigró en los sesenta a Cataluña para quedarse, la llegada del estado de las autonomías no trajo consigo políticas de reencuentro o retorno para luchar contra la desconexión con la tierra y las raíces de origen. La Junta de Andalucía mantuvo un modesto y voluntarioso lazo con la emigración catalana en los primeros años de autonomía con Escuredo y Borbolla, fundamentalmente en puntuales actos culturales y folclóricos. Con la llegada de Manolo Chaves todo quedó reducido al protocolo oficial y cierto postureo en las pocas casas o peñas de Andalucía que iban quedando en el territorio. Barcelona sería el ultimo bastión simbólico de esa especie de ghetos en que se acabaron convirtiendo las denominadas ‘casas regionales’, en realidad delegaciones de la nostalgia.

 

La emigración, la gran olvidada por la autonomía

 

La emigración andaluza en Cataluña fue la gran olvidada en los logros del 4D y el 28F y eso que en Barcelona también se manifestaron como aquí miles de paisanos en el 77. Tan solo Jordi Pujol se dio cuenta de la orfandad política y cultural de aquella emigración y decidió actuar en propio beneficio político. Por un lado disponía de un arma poderosa, aunque de efecto retardado, como la educación a impartir en las escuelas públicas catalanas a aquellos hijos de andaluces, a los nuevos catalanes que décadas después harán suya la bandera estelada y los deseos de independencia, muchas veces desde un radicalismo acomplejado que quizás otorgue apellidarse Sánchez o Fernández. Y además contó Pujol con la colaboración de un antiguo taxista, Justo Molinero, dueño de una emisora de radio alegal llamada Radio Taxi y a la que acabarían dotando de licencias de emisión desde la Generalitat. Molinero había conseguido convertir su radio en la emisora de los emigrantes andaluces gracias a la música y canciones de la tierra, cuyo principal hito anual era organizar una reproducción a escala de la Feria de Abril de Sevilla en el corazón de Cataluña. Feria a la que no solía faltar el Molt Honorable Jordi Pujol y su corte. Nunca escatimó dineros y ayudas el nacionalismo catalán en su objetivo estratégico para atraer la emigración a su causa, con la entonces denominada Convergencia Democrática de Catalunya (CDC).

 

Pasado el tiempo y los años, un andaluz, cordobés de nacimiento, acabaría ocupando el sillón de Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya.

 

Fue en aquel contexto político cuando el modesto nacionalismo andaluz , liderado por Rojas Marcos desde el PSA, decidió ir a por aquellos miles de votos que se estaban yendo con el insolidario nacionalismo. Presentar candidatura al Parlament con las siglas del PSA no fue una buena idea, obtuvieron solo dos escaños; después le llegó al PSA la primera gran crisis interna, la más cruenta de las que sufrió el andalucismo político en su historia. Aún entonces el PSC-PSOE mantenían el voto fiel de las grandes ciudades dormitorio del cinturón barcelonés.

Pasado el tiempo y los años, un andaluz, cordobés de nacimiento, acabaría ocupando el sillón de Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya. Un acontecimiento político que no fue un motivo especialmente celebrado por el paisanaje andaluz – salvo en Iznájar su pueblo y comarca- fundamentalmente porque Pepe Montilla responde al perfil de emigrante tuneado con colores más nacionalistas que socialistas. Recuérdese que su vicepresidente fue Carod Rovira de ERC. Ni siquiera como breve ministro de Industria de Rodríguez Zapatero tuvo gestos relevantes para su comunidad andaluza de origen. De hecho, ni teniendo a un andaluz de nacimiento en la plaza de San Jaime de Barcelona se ha percibido potenciación política colaborativa entre las dos comunidades en beneficio de los emigrados de Andalucía, pese a estar presididas ambas comunidades por dos socialistas de vara alta como Chaves y Montilla.

 

La calculada ambigüedad del PSC

 

Ahora el PSC veta expresamente a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, para que acuda a algún acto de campaña a favor del PSC. Tan solo se lo han permitido a Ximo Puig, que para algo es presidente de un trozo de esa quimera llamada paísos catalans por los independentistas. (La Caixa en su día también optó por esta fórmula que ni el propio Oriol Junqueras se atrevió a criticar).

Argumentan en privado que la militancia del PSC no quiere a Susana Díaz como ya lo demostró en las primarias del PSOE apostando mayoritariamente por Sánchez; consideran que su discurso es puro nacionalismo español, que es muy de derechas. No hablan de la gran razón que subyace detrás del veto a la presidenta andaluza. El discurso político de Susana Díaz pidiendo solidaridad financiera interterritorial – café para todos y sin privilegios– provoca sarpullido en Iceta, particularmente  en unos momentos en que lo que se tenga que arreglar se hará tirando del talonario de papá Estado.

 

Susana Díaz Pacheco, guste a más o guste menos su forma de gobernar, es la presidenta de todos los andaluces, elegida democráticamente.

 

Que Susana Díaz tiene sus defectos y carencias nadie lo pone en cuestión, como también habrá que reconocer sus virtudes y su capacidad de liderazgo ganando elecciones. Y lo hace en una tierra, Andalucía, con la que durante décadas llevan soñando miles de catalanes que nacieron en el sur y en el sur tienen enterrados a sus antepasados. Pero sobre todo Susana Díaz Pacheco, guste  más o menos su forma de gobernar, es la presidenta de todos los andaluces, elegida democráticamente. Algo que parecen olvidar Iceta y sus asesores al descartar su presencia y apoyo ante los abuelos catalanes de origen andaluz y sus familias.

Pues  a esos abuelos andaluces de Cataluña, incluso a sus hijos integrantes de la segunda generación, esos que viajan a Andalucía una vez al año a visitar el pueblo y la familia, que de un tiempo a esta parte envidian algunos servicios públicos que se dan en Andalucía, a toda esa gente se le ha mandado desde el PSC un mensaje electoral letal para sus intereses al vetar a la presidenta de Andalucía.  Esa negativa supone tanto como decirles, voten a la Sra. Arrimadas, al fin y al cabo nació en Jerez un año después del 28F y su partido Ciudadanos es quien sostiene a Susana como presidenta de la Junta.

Estemos atentos a ver qué hace Ciudadanos y Arrimadas con Juan Marín, el socio del PSOE andaluz en el Parlamento, el que ayuda ahora al socialismo sureño a seguir controlando el poder de la Junta, logrado por vez primera en mayo de 1982.  Seguro que la gente de Rivera aprovecha las circunstancias ante un granero de votos desorientado, votos que casi siempre fueron para «Felipe  y el PSOE». El próximo día 21, por la noche, parlarem.