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Elecciones y Susana Díaz

Su objetivo no es el pueblo en sí mismo, sino que el pueblo es el instrumento para engrandecer el partido

Pepe Torrente / Opinión.- Cuando Susana Díaz pierde unas elecciones, o no las gana con la contundencia con que otrora los suyos ganaran, tiende a verter sobre los velos de la derrota o de la exigua victoria, según se mire, un remiendo de palabras con el que acotar el disgusto y elevarlo, como por arte de magia, a la estela cuasi divina de su estrella. Ella, acostumbrada a que no le tosan ni le achiquen nada, no está en este mundo para tener que soportar que unos chicos del PP liderados por Bonilla pongan en duda su carisma. Cuando oí a Rajoy decir «hasta aquí hemos llegado», pensé: míralo, igualito que Susana.

El socialismo andaluz, con Susana Díaz al frente, sigue escribiendo a diario hipócritas páginas de afecto social, engominadas de soberbia a punta de pala. Su objetivo no es el pueblo en sí mismo, sino que el pueblo es el instrumento para engrandecer el partido. O sea, a ellos mismamente. Andalucía es esa tierra de ajustes y reajustes en los que se mezclan los experimentos partidarios del socialismo, a sabiendas de que el mercado electoral no les falla, pero ya sí con la realidad del desafecto, antes tan dulce y, sobre todo, pegado a la dádiva del cargo.

[blockquote style=»1″]Equilibrio que podría llevarnos a pensar en dos Andalucías, electoralmente hablando: esa socialista que vence una y otra vez en su parte occidental, y la popular que devuelve el equilibrio en su más oriental geografía.[/blockquote]

Susana Díaz se ha llevado en esta campaña mucho más tiempo en calentar en la banda para salir a sustituir a Pedro Sánchez que en animar el esfuerzo del equipo en el terreno de juego. Su victoria territorial ha sido exigua, sí, pero, aun así, quizá se les haya ido la mano en apoyar a Pedro. Quién sabe. Hubieran preferido un batacazo superior del joven Pere, para que Susana extendiera la alfombra de su estrellato desde San Telmo hasta Ferraz, sin mucha discusión adjunta.

Y es que el reparto de diputados que Andalucía ha enviado a Madrid no ha sido el que más pueda ayudar a Pedro Sánchez a ser presidente del Gobierno (ni soñarlo siquiera), añorados tiempos aquellos de Alfonso y Felipe liderando el carro. Pero sí ha venido bien a Rajoy, con el permiso de algunas abstenciones pendientes, claro está. El PP ha estado en un nivel parejo con el eterno rival electoral tanto en Andalucía, como en Cataluña y Euskadi, históricos bastiones negros de los populares. Eso les ha permitido alardear de triunfo a nivel global, y de una matemática electoral mucho más proclive a la investidura, aún siendo esta corta, si unas abstenciones no lo permiten, repito.

Andalucía Oriental sigue siendo el bastión que salva el resultado en nombre de Juanma Moreno en nuestra tierra. Es mucho lo que se aprieta el juego con los socialistas en tres provincias andaluzas como Almería, Málaga y Granada, y mucho lo que resuelven sus electores para lograr este equilibrio que podría llevarnos a pensar en dos Andalucías, electoralmente hablando: esa socialista que vence una y otra vez en su parte occidental, y la popular que devuelve el equilibrio en su más oriental geografía.

El dominio de la escena incluye esa creencia endémica del socialismo progresí por creerse los dueños del teatro. Y lo dicen sin ningún tipo de rubor, menudos son ellos para eso de patrimonializar lo de todos. Ayer, en el Parlamento andaluz, Susana Díaz dijo en respuesta al portavoz muleta del PSOE, Juan Marín, que Ciudadanos crece en Andalucía porque apoya a los socialistas. Los demás que no lo hacen, que se atengan a las consecuencias. Y ese es el plan de aquí a mayo, y desde junio a diciembre después. Seguirán así de semestre en semestre. Para ellos lo importante es el partido. Y ya vendrán las soluciones de lo demás, que eso ahora no toca (ni luego tampoco). Pero, ya llegará la hora. Ya lo creo que llegará.

¡Feliz Navidad, buena gente!