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En el adiós a Fernando Carrasco

Benito Fernandez
Benito Fernández

Que conste que hace tiempo que dejé de cobrar por trabajar. Ahora trabajo sin cobrar y quiero jubilarme cuanto antes para no verme obligado a tener que pagar porque me publiquen mis artículos. Como decía Rubén Blades en su Pedro Navaja, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. En esto del periodismo, bendita profesión donde las haya que se la han cargado entre unos (las empresas de comunicación) y otros (la crisis, internet y las redes sociales) la cosa está de derribo, de apaga y vámonos que nos vamos. Me lo definía un ex director de ABC, Paco Giménez Alemán, colega ahora de artículos en esta misma página, con sólo tres palabras: “No están aplastando”. No le falta razón. Nos están aplastando a pasos agigantados, a ritmo de cientos de parados al día, a escasos empleos de mileuristas en el mejor de los casos y a esa demencial apuesta por deteriorar poco a poco lo mejor del periodismo. Están acabando, y vaya si lo van a conseguir, con una profesión que ha pagado como nadie la falsa excusa de la crisis y los recortes.

A Fernando Carrasco la muerte le sorprendió con sólo 51 años en un lugar mítico para cualquier sevillano y único para un entusiasta cronista de toros como él era, la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Sevilla, esa puerta especial en la que muchas tardes de abril se apostó Fernando para ver salir a hombros a Curro, a Espartaco, al Cid, a Morante, a Manzanares o al Juli.

Asistía en la Parroquia de San Bernardo al entierro de un compañero y amigo, Fernando Carrasco, un periodista como la copa de un pino, un todoterreno que lo mismo te hacía una magnífica crónica de toros, que te bordaba las siempres difíciles informaciones de la Semana Santa o la Cabalgata de Reyes Magos donde los tópicos sobre la luna de Parasceve o el Cortejo de la Ilusión suelen trufar textos a los que es difícil sacarle punta. A Fernando le ha venido a buscar la parca demasiado pronto (“temprano levantó la muerte el vuelo”, decía Miguel Hernández), cuando alcanzaba la plena madurez informativa y empleaba el escaso tiempo libre que le dejaba el periodismo en trazar interesantes historias noveladas sobre El Iman de Isbiliya o El hombre que esculpió a Dios. ¿Donde arañabas tiempo al tiempo, Fernando? La muerte le sorprendió con sólo 51 años en un lugar mítico para cualquier sevillano y único para un entusiasta cronista de toros como él era, la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Sevilla, esa puerta especial en la que muchas tardes de abril se apostó Fernando para ver salir a hombros a Curro, a Espartaco, al Cid, a Morante, a Manzanares o al Juli y que fue muda testigo de excepción de sus últimos estertores agónicos. Descansa en paz compañero y amigo. Todos echaremos de menos tus risas y tus bromas, tu sempiterna alegría, tus palabras de apoyo y ánimo y tus apasionadas defensas del Betis. Descansa en paz junto a otros compañeros de ABC que, como Paco Navarro, Antonio de la Torre, Manolo Ramírez, Carlos Bernal o José Manuel Otero, entre otros, fueron también víctimas de una profesión dura e inclemente con corazones tan enormes como los que todos ellos tenían.

A vueltas con los pactos de gobierno

Tras este corto pero sentido párrafo que es lo menos que se merecía Fernando, quisiera retomar mi artículo con la tesis que iba a desarrollar antes de verme inmerso en la desgracia de su temprana e injusta muerte. Tal y como recojo en el título, que alude a la primera película de Woody Allen, mi intención era alertar sobre las nefasta consecuencias que puede tener para nuestra incipiente economía en lenta recuperación el pretendido Gobierno que propone Pedro Sánchez con su jartible “pacto de progreso”. Las agencias de calificación, esas que tanta lata nos daban en la última y nefasta etapa de Zapatero, ya están avisando que podríamos entrar en la categoría del bono basura si Sánchez acaba firmando con Pablo Iglesias. Sé de muchos capitales privados e inversores que están atentos para coger el dinero rápidamente y colocarlo fuera de nuestras fronteras si hay el menor indicio de un pacto frentepopulista.

No me creo esa comedia de odios insalvables que se traen Sánchez e Iglesias, entre otras cosas porque a ambos le conviene alcanzar un acuerdo.

Estoy convencido de que la única solución posible si todos ellos están de acuerdo en que no se celebren nuevas elecciones el 26 de junio, es que Podemos rebaje algo sus condiciones iniciales y los socialistas traguen con algunas de las líneas rojas que han puesto los barones en el Comité Director del PSOE. No me creo esa comedia de odios insalvables que se traen Sánchez e Iglesias, entre otras cosas porque a ambos le conviene alcanzar un acuerdo. El primero para evitar que en esta supuesta segunda vuelta suponga el más que previsible sorpasso de Podemos hacia el PSOE. El segundo porque necesita cuanto antes tocar el poder para demostrarle a sus heterogéneos socios de coalición que es un líder tan sólido o más que Ada Colau para llegar a gobernar España.

Me da a mí que este primer pacto con Ciudadanos es una mera excusa para conseguir que los muchachos de Albert Rivera le den un tinte más centrista a ese nuevo “frente popular” que pretende conseguir Pedro Sánchez. Mi apuesta es que se abre ahora una etapa de dos meses en la que Sánchez tendrá que hacer juegos malabares para, por un lado, mantener el pacto firmado con Ciudadanos, y por otro lograr un  acuerdo bajo cuerda con Podemos y sus socios para que tanto éstos como los nacionalistas catalanes y vascos acepten abstenerse en una nueva sesión de investidura a la que volvería a presentarse Sánchez si convence al Rey de que “esta vez sí” cuenta con los apoyos necesarios para poder formar Gobierno.

O eso o, ya saben, vayan preparándose para una campaña electoral en la que van a saltar chispas y en la que el principal pulso no va a estar entre los clásicos PP y PSOE, sino entre los socialistas y los besucones de Podemos.