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En el horizonte de San Martín

Que los políticos no hayan cumplido su deber de investir, no nos exime a los demás del nuestro de votar.

 

Hasta el nuevo Nuncio sabe que, el martes próximo, las Cortes Generales se disolverán. Así como que las elecciones legislativas serán el 10 de noviembre, víspera de San Martín, en cuya madrugada se conocerán los resultados completos. Pero lo que quizás no sepa don Bernardito es que en los partidos políticos algunos están apretándose los machos, por aquel refrán: “a cada cerdo le llega su San Martín” (con perdón).

En el mejor de los casos, no habrá Gobierno hasta bien entrado enero. Inoportuna prolongación de la inestabilidad política, precisamente cuando la economía está desacelerándose, el Brexit nos puede salir por Antequera, la inversión de capital extranjero está desplomándose y parece inminente que el Tribunal Supremo convierta la prisión preventiva de los golpistas catalanes, en un largo periodo de meditación carmelitana tras las rejas.

La esperanzada atmósfera de la primavera pasada se ha evaporado. Entrando en el otoño, el ambiente es de cabreo generalizado. Tanto que hasta mi amigo Julio, el telegrafista normalmente moderado, echa leña al fuego: “Nadie debería ir a votar, así los políticos se enterarían de lo que vale un peine”. Pero se equivoca, porque para el político no cuentan tanto los votos, como el porcentaje obtenido en relación con el de los otros. Por ello, mientras todos acusan a los demás, ninguno se confiesa mínimamente responsable del fracaso de la efímera XIII legislatura. Además, queridos feligreses, que los políticos no hayan cumplido su deber de investir, no nos exime a los demás del nuestro de votar.

En todo caso, la campaña electoral va a ser más decisiva que nunca. Ha comenzado, de facto, antes de la disolución de las cámaras. Por lo visto y oído hasta ahora, me temo que, de los cinco partidos de ámbito nacional, UP y sobre todo VOX serán los más coherentes. Bien que el primero no sea un partido, sino una coalición (Podemos, Izquierda Unida y Equo), mechada con otras variopintas en Cataluña, Galicia, Navarra y Mallorca. Vaya, un guirigay de cabreados por el rechazo de Pablo Iglesias a la coalición que le ofreció Pedro Sánchez, enchufando una vicepresidenta y tres ministros, que suponían un botín de cientos de altos cargos a repartir. La potencialidad de que Errejón salte a la política nacional acabaría de atomizar la extrema izquierda. Un sector que se está regionalizando a marchas forzadas y que tiene muchas papeletas para la matanza del refrán. VOX, por su parte, ya no asusta a (casi) nadie. Para San Martín, podría mantener las posiciones alcanzadas.

La batalla decisiva se dará entre los otros tres (por orden alfabético): C’s, PP y PSOE, con resultados más impredecibles en función de la abstención. Los mensajes electorales que venderán van a asemejarse bastante. Su común denominador será prometer tres ideas-fuerza: estabilidad, progresismo y moderación.

C’s ha decepcionado a muchos de sus votantes del 28-A, por su negativa cerril a ni siquiera sentarse a negociar con el PSOE un posible Gobierno de mayoría absoluta. Abandonó el centro y el papel de bisagra propio de los liberales y, aunque intente recuperarlos, eso le pasará factura. Perderá escaños por la derecha y la izquierda.

En el PP se están frotando las manos. Tienen asegurada su posición de primer partido de la oposición. Como ya tocaron fondo el 28-A, ahora no pueden más que subir. ¿Cuánto? Está por ver. Pero no me extrañaría que alcanzasen tres dígitos de escaños en el congreso de los diputados.

Y el PSOE, en el Gobierno en funciones y “dueño” del BOE hará campaña de tinte “institucional” con el dinero de todos. Dará un buen bocado hacia su izquierda y dentelladas a su derecha. Subirá también.

Este año, la matanza de San Martín pinta en bipartidismo.