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El enigma de la sociedad civil

Benito Fdez 2
Benito Fernández*

En esta sociedad actual en la que internet y las redes sociales están conformando un mundo globalizado y sin fronteras que parece conducirnos a un pensamiento único, las conciencias individuales, los razonamientos particulares y distintos se encuentran cada día más marginados y aislados. Un breve mensaje en Twitter, Facebook, Instagram o Whatsaap tiene más repercusión y consigue más adeptos en una hora que toda una tesis doctoral sabiamente elaborada y trabajada durante años. Quiero decir con esto que hay expresiones muy utilizadas en los últimos tiempos que han calado entre la masa social sin que nadie nos explique lo que de verdad significan ni para qué sirven. Y dado que esas mismas redes están utilizando cada día más expresiones anglosajonas despreciando los términos similares del castellano, aquellos que todavía no dominamos el inglés, nos vemos paulatinamente marginados. Un idioma, el castellano, que, dicho sea de paso, está siendo maltratado continuanente por los medios de comunicación españoles.

 

Pero a lo que iba. Valga el ejemplo tan habitual ahora como es el de eso tan recurrente de “movilizar a la sociedad civil”.  Pero ¿qué es la sociedad civil? ¿quiénes la forman? ¿tiene algún poder o es sólo un ente amorfo? ¿se refiere a esa mayoría silenciosa que solo opina en los procesos electorales y que no mueve un dedo para controlar a los poderes políticos el resto del tiempo? Que alguien me lo explique, por fa, porque yo siguo sin verla. Se supone que cuando alguien habla de la sociedad civil y de la necesidad de que ésta alce la voz, se está refiriendo a un amplio conjunto de ciudadanos (y ciudadanas, claro) que soportan estoicamente los excesos del poder. Sin decir ni pío, pero claro, ese conjunto está formado por personas de todas las tendencias e ideologías. Nos pese a quien nos pese, son tan sociedad civil los votantes del PP como los de Podemos o el PSOE, los de Ciudadanos y los de ERC,  los cercanos a ETA y los radicales independentistas, los de las Mareas y los de ultraderecha, incluso los autodenominados apolíticos y aquellos que ha decidido no votar porque están hasta las mismísima coronilla de los políticos.

 

Vengo a decir con esto que la llamada sociedad civil, a la que tanto demandamos su intervención en los graves problemas que sufre nuestra sociedad, es  como el sentido común, ese que dicen que es el menos común de los sentidos.

 

Todos somos o formamos parte de esa sociedad civil cuya voz y movilización tanto se reclama. Pero estoy seguro de que muchos grupos de esa sociedad civil cercanos a la derecha no admitirían las propuestas de movilización que harían otros sectores de esa misma sociedad civil próximos a la izquierda. Y al contrario ocurriría lo mismo. Ya me imagino a los miembros de las asambleas multitudinarias de Podemos gritando “fascistas” y amenazando de muerte a cualquiera que reclamase, por ejemplo, el respeto a los símbolos franquistas que forman parte tanto de nuestra memoria histórica como las fosas comunes de la guerra civil.

 

Vengo a decir con esto que la llamada sociedad civil, a la que tanto demandamos su intervención en los graves problemas que sufre nuestra sociedad, es  como el sentido común, ese que dicen que es el menos común de los sentidos. Una especie de entelequia teórica que todo el mundo reclama pero cuya entidad pragmática casi todo el mundo desconoce. El problema es que esta sociedad civil es manipulable en grado sumo. Solo hay que ver como los medios de comunicación y las propias redes sociales son capaces de crear estados de opinión muchas veces bastante alejados de lo que es el sentido común. Los intereses creados por las multinacionales de la información marcan, y mucho, las corrientes de pensamiento y opinión de los ciudadanos y nos suelen llevar hacia donde les interesa que nos posicionemos.

 

Pese a ello hay que insistir en que sea la propia sociedad, civil, militar o mediopensionista, quien tome progresivamente el protagonismo que le han arrebatado los partidos políticos porque hemos perdido el control del principio de toda democracia, o sea, el gobierno del pueblo. Que sean los ciudadanos quienes puedan forzar a sus gobernantes a ejercer su poder, que siempre es delegado por los votos recibidos de los electores, en beneficio de los gobernados. Quizás así, con esa intervención de la supuesta sociedad civil, evitaríamos casos tan sangrantes como la generalizada corrupción política o, por poner un ejemplo cercano y reciente, el abusivo impuesto de sucesiones que la Junta cobra en Andalucía y que Susana Díaz se niega a reformar.

 

*Benito Fernández es Periodista.

@maxurgavo