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Entre César y Pilatos

Donde dije digo, digo Diego. “Chapeau, Tezanos, chapeau. Lo has bordado”.

 

Imagino que a estas alturas de la película, pasados ya tres días de las frustantes elecciones generales del 28-A, estarán hartos de oir interpretaciones a cual más peregrina sobre los análisis que los llamados “expertos politólogos” de las tertulias televisivas y radiofónicas hacen sobre la incontestable victoria del impresentable Pedro Sánchez y la debacle del “nuevo” PP de Pablo Casado. Al hilo de los resultados, no me cabe otra opción que retractarme sobre lo que escribí en su momento del augur del PSOE, José Félix Tezanos. Donde dije digo, digo Diego. “Chapeau, Tezanos, chapeau. Lo has bordado”. Mientras la generalidad de los comentaristas políticos se cachondeaba (y entre ellos me incluyo) de las distintas encuestas del CIS, Tezanos callaba y esperaba sentado, sabiendo que antes o después vería pasar ante su puerta el cadáver de su enemigo. Yo creo que, como la Sibila de Delfos, Tezanos miró cómo volaban los pájaros o qué había en las entrañas de los corderos sacrificados ante el altar, para deducir que Pedro Sánchez, su César particular, iba a ganar de calle las elecciones generales.   

 

Ya les he comentado en alguna ocasión que soy un entusiasta de la novela histórica porque considero que la historia es una magnífica fuente en la que beber para poder interpretar la actualidad y porque creo que, conociéndola o desconociéndola, estamos condenados a repetirla. Los españoles somos expertos en reiterar los hechos hasta la saciedad aunque estos hechos sean en muchas ocasiones bastante lamentables. Y dentro de esta manía mía, me suelo decantar por los libros que relatan la apasionante historia de Roma, cuna de nuestra civilización occidental y espejo en el que nos reflejamos la mayoría de los paises europeos. También les he contado alguna vez que una de las mejores novelistas sobre los avatares del Imperio Romano es la australiana Colleen McCullough, autora de la famosa y televisiva El Pájaro Espino y de una saga que bajo el título genérico de Master of Roma, incluye siete libros sobre la vida y obra de Cayo Mario, Lucio Cornelio Sila, Cneo Pompeyo Magno, Marco Licinio Craso, César Augusto y, sobre todo, Cayo Julio César. En ellas retrata fielmente la sociedad romana entre los años 110 y 27 antes de Cristo, una República convulsa del imperio más poderoso de la tierra en la que la lucha por el poder, la demagogia de los tribunos de la plebe, los golpes de Estado, las traiciones y el omnímodo poder del Senado forman un friso que ha vuelto a repetirse históricamente en otras portencias posteriores y se asemeja bastante a lo que está ocurriendo en estos momentos en muestro país.

 

Salvando las distancias, la figura de Julio César (cuya belleza física, como la del líder del PSOE, era mítica) tiene bastantes similitudes con la de Pedro Sánchez.

 

Desde luego Sánchez no tiene ni por asomo la inteligencia y la capacidad de César ni por supuesto la visión de Estado del líder romano, pero lo que sí tienen en común es la capacidad de supervivencia ante las adversidades, su desprecio por las instituciones en beneficio propio, su egocentrismo y el haber sido capaz de rodearse de una cohorte de fieles pagados que le defienden hasta la muerte. Tras haber caído en desgracia varias veces y haberse levantado una y otra vez, el llamado hasta ahora “Okupa de la Moncloa” ha logrado por fin ganar unas elecciones y ha agrupado en torno a su persona a sensibilidades tan dispares como la populista de Podemos, la independentista de ERC y PNV, y la proetarra de Bildu. Todos ellos buscando gratificantes recompensas a cambio, claro está, de sus dispares apoyos al PSOE. “Alea jacta est”, que dijo el lider romano tras cruzar el Rubicón. “Que se envíe un mensaje nítido de qué España queremos”, ha declarado tras su victoria. Espero que no le ocurra lo mismo que le pasó a Julio César en los idus de marzo en la escalinata del Senado donde cayó asesinado bajo los puñales de su ahijado Bruto y compañía. Desde luego Sánchez también goza de enemigos dentro de sus filas, ¿verdad Susana?, capaces de apuñalarle en un momento dado.

 

También me ha llamado la atención el mensaje que le han dado a Sánchez sus seguidores reunidos a las puertas de la sede socialista de Ferraz tras la victoria del pasado domingo. La imagen me recordaba mucho a la de Poncio Pilatos ante los judíos cuando preguntaba al pueblo a quién había que salvar, si a Jesús o a Barrabás. A la masa de los socialistas reunidos no hizo falta que Pedro Sánchez le hiciera pregunta alguna para ver con quién querían que pactara para poder tener un Gobierno estable. Las gargantas lo gritaron al unísono un “No con Rivera, no con Rivera” dejándole claro al ganador que tenía carta blanca para pactar con Podemos, PNV, ERC o Bildu. Es decir, algo similar al unámine, “¡a Barrabás, a Barrabás!” que pidieron los judíos a Pilatos.

 

No me quiero referir al desastre del PP sin aludir a lo que ya se ha dicho por activa y pasiva. Al final se ha demostrado que la Ley D¨Hont (¿para cuándo la necesaria reforma de la Ley Electoral?) beneficia al voto útil, a los partidos mayoritarios. Aunque el bloque de izquierdas ha obtenido casi los mismo votos que el centro derecha, la dispersión de esta última en tres partidos ha provocado que hayan conseguido bastantes menos diputados. Elemental, querido Watson. A Casado, en espera de los resultados de las elecciones municipales y europeas del 26 de mayo, que no se espera que sea mucho mejor que el de las generales, le queda tratar de recomponer el PP como hizo en su momento Aznar, intentando aglutinar en una sola coalición a las diversas sensibilidades de su propio partido, a Vox y a Ciudadanos. El problema, tal y como está el panorama actual, es quién sería el líder capaz de aglutinar a toda esta diversidad del centro derecha. De momento, ni está ni se le espera.