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Entre la ley mordaza y los diez negritos

Solo hay dos fechas, el 25 de noviembre, San Gonzalo, o el 2 de diciembre, Santa Paulina para las andaluzas. No hay vuelta de hoja.

 

Ante todo pido disculpas a mis lectores habituales por la tardanza en publicar este artículo semanal. Habitualmente lo suelo escribir los martes, pero esta semana decidí posponerlo al viernes dado que Coca-cola me había invitado a las XVI jornadas periodísticas que, en colaboración con la Asociación de Periodistas Europeos, celebra anualmente en la capital de España. En esta ocasión el asunto a debatir eran lo que se ha venido en llamar “fake-news”, es decir las noticias falsas que, auspiciadas por las redes sociales, son capaces de provocar radicales cambios de gobiernos y modificar las actitudes sociales. Me parecía un tema importante en estos momentos tan sensibles a las mentiras y a los bulos fomentados por los populismos que, manejados por expertos en la manipulación de masas, han conseguido señalados hitos como el “brexit” o el triunfo de Donald Trump.

 

Las jornadas en cuestión las clausuraba el director del CNI, el general Félix Sanz Roldán, y las inauguraba la vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, la egabrense Carmen Calvo Poyatos.

 

Y si la moderación, la discreción y la flema del general dieron pocos titulares, asegurando que las “fake-news” eran algo pasajero, no ocurrió lo mismo con la ministra en unos momentos en los que su Gobierno está enfrascado en periódicas crisis individuales que amenazan con dinamitarlo y forzar al presidente, Pedro Sánchez, a adelantar las elecciones, algo que de momento personalmente creo que no desea ni en pintura.

 

Ante todo he de decir que conozco a Carmen Calvo desde hace muchos años, desde finales del siglo pasado cuando, en abril de 1996, Manuel Chaves la nombró consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, iniciando así una imparable carrera política con Zapatero y Sánchez, para mí a todas luces inmerecida, hasta situarla en el destacado puesto que actualmente ocupa. Aquella frase suya de “el dinero público no es de nadie” puso las bases de una teoría que se ha ido creyendo y retroalimentandose, y que ha dado lugar a sandeces como la de implantar por decreto ley la igualdad de género en el Diccionario de la RAE o en el mismísimo Quijote.

 

No sé si es por aquello de que “la ignorancia es atrevida”, por el ansia de ocupar titulares o por el mero ADN socialista de controlar a todo aquel que disiente, pero el caso es que Calvo, ante un auditorio formado por más de dos centenares de periodistas de toda España, no se cortó un pelo y puso sobre el tapete la posibilidad de aplicar una “ley mordaza” sui generis que controle las cada día más peligrosas noticias falsas.

 

“Dicen que la mejor ley de prensa es la que no existe”, afirmó, “pero creo que hay que proteger y regular el ámbito de la libertad de expresión y el derecho a la información”. La frase fue recibida como un jarro de agua fría entre los presentes porque abría la peligrosa espita de una ley mordaza, una nueva censura que pusiera coto, no a las noticias supuestamente falsas, sino a todas aquellas que no le interesaran o hicieran daño al Gobierno de turno. Algunos países europeos como Francia, Italia o Alemania también lo están estudiando, pero la pregunta es: “¿Quien vigila al vigilante? ¿quién controla al controlador? ¿No es peor el remedio que la enfermedad?”. No, si al final los periodistas vamos a echar de menos a Fraga.

 

El debate está servido como un nuevo globo sonda, otro “macguffin” de pura distracción que el Gobierno de Pedro Sánchez lanza (como lo de la exhumación de los restos de Franco o las diversas pamplinas que nos sueltan un día sí y otro también) para evitar que los ciudadanos (y ciudadanas, por supuesto, doña Carmen) centren su mirada en los asuntos importantes que afectan a sus bolsillos y que amenazan con un regreso al pasado más oscuro de la época de Zapatero.

 

No quisiera acabar este artículo sin aportar algo de humor ante este sombrío panorama que nos está planteando todos los días Sánchez y su “Gobierno bonito”. Imagino que casi todos ustedes habrán recibido por whatsapp el meme de la ministra de Justicia cantando la sevillana de Requiebros “mirala cara a cara que es la tercera…”.

 

En algo más de dos meses, ya han caído dos ministros (Maxim Huerta y Carmen Montón) y están en la cuerda floja otros dos (Dolores Delgado y Pedro Duque). De seguir a este rítmo, la sevillana se le va a quedar bastante corta y va a tener que aplicarse al texto de los “Diez negritos” que hizo famoso Agatha Christie. “Diez negritos se fueron a cenar; uno se asfixió y quedaron nueve…” Y ya saben como termina la canción después de que vayan cayendo los negritos uno a uno: “Un negrito se quedó solo; se ahorcó y no quedó…¡ninguno!”. Espero que Pedro Sánchez ponga coto a este marasmo de confusión y logre llegar a las elecciones (sean cuando sean) sin tener que renovar a todo su “Gobierno bonito” que tanta ilusión produjo en unos primeros momentos en el personal de la cuerda.

 P.D.-En Madrid me he encontrado con algunos personajes cercanos a la presidenta de la Junta, Susana Díaz. Pese a sus últimas declaraciones diciendo que seguirá gobernando, todos me aseguran que está más que decidido el adelanto electoral en Andalucía. Es muy posible que la semana próxima se haga público. Solo hay dos fechas, el 25 de noviembre, San Gonzalo, o el 2 de diciembre, Santa Paulina. No hay vuelta de hoja. Vayan pensando si seguiremos otros cuatro años más, y ya van casi cuarenta, con los mismos manijeros y renovando records de pobreza, paro y pésimo nivel educativo o va siendo hora de cambiar. Es lo que hay.