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Es falso, jubilación no viene de júbilo

Todos somos responsables de ésta cada día más insostenible situación social.

No sean incautos. Por más que le digan los poíticos, jubilación no viene de júbilo. Ni mucho menos. En estos momentos, para millones de españoles que sobreviven con un sueldo que apenas les llega para cubrir gastos, jubilación parece proceder del término “jubo” que no es otra cosa que el yugo al que se uncen a los animales. Con mil euros mensuales, que es la media que cobran los jubilados españoles después de haber cotizado religiosamente toda su vida laboral durante cuatro décadas de curro y esfuerzo, apenas si les da para pagar la luz, el gas y el agua, los diversos impuestos estatales y municipales y comprar en Mercadona las viandas necesarias para su diaria subsistencia. Así que de júbilo, cortitos y con sifón.

 Que conste que no soy de los que han salido a la calle este 1 de mayo (Fiesta del Trabajo, ahora, y San José Artesano y Obrero hace tan solo unas décadas), más por motivos políticos que reivindicativos, exigiendo que el Estado garantice el futuro de un sistema condenado de antemano a la desaparición a medio plazo, pero sí que me indigna, y mucho, que nuestra clase política, que es la que debería de preocuparse por salvar los muebles de sus mayores y luchar por el futuro de los jóvenes, y buenos sueldos que les pagamos para ello, goce de unos privilegios excesivos y a todas luces inmerecidos sin haber cumplido ni tan siquiera los requisitos mínimos para ganarse el sueldo, y muchos menos sus altísimas jubilaciones.

 Uno ve las larguísima nómina de los que viven de la política en España (el triple que en Alemania o el doble que en Italia con la mitad de población) y se siente estafado en lo más íntimo de su ser y de su bolsillo.

Cuando uno ve la pensión que cobran los ex ministros, los ex diputados o muchos ex cargos políticos dirigentes, que sólo han pisado las instituciones cuatro años como meros maniquíes o robots aprieta botones, se te revuelven las tripas y te entran ganas de volver atrás cincuenta años, a aquel mayo del 68 parisino, y liarse a pedradas contra el Congreso de los Diputados arrancando los adoquines de la Carrera de San Jerónimo. Dicen que la gente está harta de la política. No es verdad. De lo que estamos todos bastante hartitos es de mantener a miles y miles de parásitos aprovechados e inútiles que no sirven ni para ganarse el sustento propio. Uno ve las larguísima nómina de los que viven de la política en España (el triple que en Alemania o el doble que en Italia con la mitad de población) y se siente estafado en lo más íntimo de su ser y de su bolsillo. No sólo eso, sino que, además, somos tan espléndidos que nos inventamos un Estado de las autonomías que multiplica por diecisiete los cargos y las cargas, los puestos y los gastos. Somos así de chulos…y de tontos. Y lo malo es que ya no hay marcha atrás.

 Como ocurre con tantas otras cosas de nuestra vida, lo malo no es el sistema en sí, que también es bastante mejorable, lo peor son aquellos que lo mantienen y viven a costa de los demás. Y no salvo a nadie. Desde el PP a Podemos, pasando por el PSOE, Ciudadanos y los diversos mediopensionistas del nacionalismo que conforman nuestra clase política, todos, absolutamente todos, son culpables de este desaguisado que los españolitos hemos respaldado con nuestros votos y mantenemos con nuestra apatía y nuestro pasotismo. “Laissez faire, laissez paser”, que defendería el liberalismo decimonónico. Ergo, como diría el sofista griego aplicando un silogismo en “barbara”, todos somos responsables de ésta cada día más insostenible situación social.

Las movilizaciones feministas o las protestas sindicales, para que moviesen el culo y comenzaran a animar al personal para que se echase a la calle exigiendo sus derechos. 

 

Uno se pregunta si la situación que acabo de exponer está generalizada y si son muchos los españoles que la comparten. Si así fuera convocaría a todos aquellos que son capaces de movilizar por la redes a las masas, algo que cada día es más habitual viendo casos como el de “la manada”, las movilizaciones feministas o las protestas sindicales, para que moviesen el culo y comenzaran a animar al personal para que se echase a la calle exigiendo sus derechos. Pero mucho me temo que a ninguno de los que manejan el cotarro mediático les interesa mover el asunto porque se les podría acabar el chollo del manejo de masas en favor de sus propios intereses del que habitualmente disfrutan.

 

P.D.-Habrán observado que estos artículos destilan ultimamente un aire de pesimismo que no se lo salta un galgo. Permítanme que me tome la licencia de comunicarle a mis escasos lectores que acabo de enterrar en Arjona a mi madre, Luisa, que con 94 años de edad y con toda una vida dedicada al servicio de los demás, acaba de fallecer, dejando un vacío inconmensurable. Es posible que ello haya afectado a mi forma de ver las cosas. Si así fuera, les pido disculpas y espero que el optimismo vuelva pronto a estas líneas semanales. Gracias a todos.