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Es la operatividad, ministra

Sigue engordando el forúnculo creado por la actual política de ascensos de los oficiales generales.

 

La comparecencia de la ministra de defensa, doña Margarita Robles, el jueves pasado, ante la comisión de defensa del congreso de los diputados, anima a la observación de algunos de los aspectos tratados. Lo primero a constatar es que el papel que ella leyó estaba muy bien estructurado, lo que sugiere una reciente mejora de la calidad de su gabinete técnico. Ello no obsta para que la operatividad de las unidades militares siga siendo la razón de ser de todo el tinglado de la defensa. Si no se alcanza el necesario nivel de operatividad sobra todo lo demás. Empezando por la ministra. Su anuncio de dejar las operaciones en el exterior para otra comparecencia parece poner la venda antes de la herida. Cuando lleguemos a ese río cruzaremos ese puente.

El gran lastre para la operatividad es la ruindad presupuestaria. Y en esto, doña Margarita estuvo cristalina: “al 2% no vamos a llegar”. Enterraba así formalmente el compromiso adquirido en la Cumbre Atlántica de Gales (2014). España continuará pues en la cola de los países de la OTAN, con su 0,9% del PIB de gastos de defensa, y el voceado reclamo ministerial de unas “FAS modernas, tecnológicamente avanzadas y adaptadas a los tiempos que vivimos” es mero humo. Fue lógico el reciente y fulminante cese del JEMAD Alejandre, poco dado a hacer economías con la verdad, quien, el 29 de enero de 2019, en sede parlamentaria, recalcó que la insuficiente financiación iba en detrimento de la operatividad y, por tanto, de la capacidad de las FAS para cumplir sus misiones. Y remató la faena valientemente: “hay que canibalizar para lograr la operatividad de unos, dejando fuera de servicio a otros”. Hoy estamos peor que entonces.

Con gesto “firme”, la Ministra defendió el programa de los VCR 8×8 Dragón para el ET. Bien que su “asegurado” techo de gasto de 2.100 M de euros, para la adquisición (en primera fase) de 348 vehículos, resulta poco convincente. Hace solo dos meses, Defensa declaró desierto el contrato de su adquisición con la UTE: SBS-Sapa-Indra. Retomar el tema con una “nueva sociedad” constituida por las mismas empresas huele a chamusquina. Mantener el mismo techo de gasto significará previsiblemente rebajar o bien el número de vehículos, o bien las prescripciones técnicas requeridas por el ET. “Soluciones” que no serían de recibo. Y, mientras tanto, unos 1100 TOA (M133) y alrededor de 800 BMR, que deberían haber sido dados de baja hace mucho tiempo, siguen de vetusta dotación en las unidades (el TOA norteamericano desarrollado a finales de los 50 del siglo pasado, y a pesar de dos “modernizaciones”, puede ser perforado por mera munición de fusilería de 5,56 blindada).

No se comentó el reciente incremento en igualdad, la estrella ministerial, cuando, solo dos días antes, el R.D. 372/2020, de 18 de febrero, que establece la nueva estructura orgánica básica del ministerio de defensa, añadió a la división de igualdad (¡de más de 90 personas!) una nueva unidad de igualdad para “civilas”. La sospecha de confundir igualdad con paridad se agranda. Ésta en una percepción generalizada tras los laureles de la “primera mujer” general y la “primera mujer” directora del CNI. A este paso, no sería extraño que pronto tuviéramos también la primera mujer al frente del Arzobispado General Castrense. ¡Ojo, don Juan, que vienen a por nosotros! (bien que, según me dicen y sin querer dar ideas, las operaciones de cambio de sexo ya están al alcance de cualquiera).

Escaso el debate sobre la conciliación, cuyo efecto sobre la operatividad es tan sustantivo. Las cifras cantan. Salvo error u omisión, de los aproximadamente 75.000 efectivos del ET, solo 64.000 están a pleno rendimiento. Esa diferencia de 11.000, con mayor incidencia en las unidades, son consecuencia de reducciones de jornada, bajas médicas, aptos con limitaciones y pendientes de asignación de destino, entre otros. Ésos ni van a instrucción continuada, ni a maniobras, ni atienden a muchos de los servicios. Supone, además, un deterioro en la calidad profesional de los afectados, así como un recargo de trabajo sobre los que están presentes en las unidades, centros y organismos. Sobre quienes, sin mayor compensación, tienen que cubrir los servicios y trabajos que no hacen otros.

En el debate ―siento personalizar―, encontré al GB (r) Rosety, portavoz de Vox, algo flojo. Hasta doña Margarita le trasteó recomendándole que “viajara más”, tildándole de “poco serio y riguroso”.  Qué cosas, mi general.

En fin, ya puestos, me queda reiterar que sigue engordando el forúnculo creado por la actual política de ascensos de los oficiales generales. Recientemente, ha saltado a la prensa un dudoso “trasteo” en el cuerpo jurídico militar. Y, me temo, el cuerpo militar de sanidad y otros están en la cola. Es un tema complejo y muy sensible al que, en mi modesta opinión, no se le está prestando la atención que merece. ¿Se dará lugar a que espontáneamente reviente el absceso? El mes de julio queda muy lejos, doña Margarita.