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España y terrorismo

Jose Manuel Sánchez Fornet / Opinión.- España es el país de la UE con más experiencia en combatir, prevenir, impedir e investigar el fenómeno terrorista. La policía política del régimen franquista, instruida para perseguir a los demócratas, fue evolucionando y, llegada la democracia, usó su experiencia en investigación, seguimientos y protocolos de actuación en la persecución de los demócratas para perseguir a los terroristas de ETA, GRAPO, Terra Lliure, EGPGC (Galicia), y ello durante décadas, creando una verdadera escuela profesional por ser el terrorismo autóctono español el de más larga duración en el viejo continente (aunque con menor número de víctimas que el otro terrorismo independentista que azotó la segunda parte del siglo XX en Europa: el IRA irlandés).

Por la vía de los hechos los servicios secretos españoles, la Guardia Civil y la Policía Nacional han tenido décadas de entrenamiento, de uso de nuevas tecnologías, de enseñanzas en técnicas de investigación, seguimiento y procedimientos operativos contra terroristas de los que carecen la mayoría de policías del mundo occidental o democrático. Al menos en algo estamos a la vanguardia mundial.

Faltan medios materiales, inversión en nuevas tecnologías, una legislación que permita ahondar en las tramas yihadistas, y avanzar en el control de las redes sociales usadas para la captación y emisión de órdenes de cometer atentados en lo que debe ser un proyecto mundial, como la Red, estableciendo mecanismos y controles dirigidos exclusivamente a impedir el uso de la misma para cometer atentados.

Durante los últimos años, tras la desaparición de ETA, se han ido trasvasando efectivos a las unidades de control del nuevo y más salvaje terrorismo de fanáticos religiosos, de los que son primeras víctimas, después de los muertos y heridos, sus propios correligionarios musulmanes, pues todos ellos son rechazados en occidente y tienen problemas en la convivencia diaria al ser fácilmente identificados por sus indumentarias, en especial las mujeres.

 

[blockquote style=»1″]Muchos presuntos terroristas han sido detenidos en España antes de que se cometieran atentados, en fase de planificación, y ello permite trasladar a la ciudadanía la convicción de que no hay en ningún país cuerpos de seguridad con la experiencia acumulada y eficacia acreditada que supere al nuestro. [/blockquote]

 

Este fenómeno terrorista de unos fanáticos religiosos, alentado por distintos países occidentales para derrocar a uno u otro régimen, se ha descontrolado y ahora es una amenaza para la paz mundial no por su capacidad de desestabilizar por sí mismos a ningún Estado cercano sino por cruzarse intereses de Estados Unidos, la Unión Europea, Turquía, Rusia, Irán, China, Arabia Saudí y otros países con intereses geoestratégicos en la región, en Siria, Irak o Afganistán, siendo, junto con el cambio climático, la escasez de agua, el hambre y las enfermedades del tercer mundo, la bomba demográfica de África y el envejecimiento en Occidente uno de los problemas que toda la humanidad, todos los gobiernos, deberán afrontar el presente siglo.

En comparación con los efectos devastadores que pueden provocar los fenómenos antes citados, con cientos de millones de muertes, el terrorismo yihadista al que nos enfrentamos parece insignificante, pero su capacidad de desestabilizar el equilibrio geoestratégico puede desembocar en un conflicto global. Y la nacionalidad de los terroristas que atentaron en París, todos de nacionalidad francesa y belga salvo uno debe llevar al análisis de qué fenómenos se desarrollan en nuestra sociedad occidental que pueden llevar a ese fanatismo animal e inhumano.

Durante muchos años España colaboró con Francia controlando e informando de supuestos terroristas yihadistas que se alojaban aquí para atentar allí a cambio de información de los miembros de ETA. Más allá de atentados como el del restaurante “El Descanso” y algún otro ametrallamiento de agencias de viaje en Madrid de empresas israelís, fue el 11-M de 2004 quien nos señaló que ese fenómeno dejaba de sernos ajenos para pasar a ocupar un papel destacado, el que más, en la protección de la ciudadanía ante atentados terroristas.

España es hoy un país con pocas armas de fuego descontroladas, y muy pocas armas largas, de guerra, en el “mercado negro”, y contamos con un exhaustivo sistema de control de la venta y uso de explosivos que se perfeccionó tras los atentados del 11-M. Estamos ya en la generación de los explosivos creados con materiales de uso industrial y/o doméstico y también ahí la policía española tiene hecho un camino que otras policías ni han empezado, porque siempre vieron como remota y lejana la posibilidad de tener que combatir este terrorismo. También tenemos un plan de control y seguridad de infraestructuras críticas del que carecen otros países por nuestro pasado inmediato en esta materia de prevención de atentados. La experiencia de los policías y guardias civiles españoles en detectar, seguir, investigar, controlar y prevenir a elementos terroristas nos sitúa en vanguardia en la lucha contra el nuevo terrorismo, sabiendo que la seguridad absoluta no existe y que en cualquier momento podemos ser víctimas de un atentado de esa factura, y sabiendo también que en sus procedimientos, métodos, motivaciones y desenlaces nada tiene que ver este terrorismo suicida con el que se ha combatido hasta ahora, pero los métodos policiales ya se han adaptado a esta nueva situación.

 

[blockquote style=»1″]Faltan medios materiales, inversión en nuevas tecnologías, una legislación que permita ahondar en las tramas yihadistas, y avanzar en el control de las redes sociales usadas para la captación y emisión de órdenes de cometer atentados en lo que debe ser un proyecto mundial, como la Red.[/blockquote]

 

Occidente debe impedir a toda costa que el miedo o la obsesión por la seguridad acaben con el Estado de derecho garante de los derechos civiles y de las ciudadanía, de la presunción de inocencia y de las garantías procesales de los detenidos, pues en ello radica parte de nuestro modo de vida, y si se abandona por hacer frente a esta amenaza occidente habrá perdido la batalla. Otra cosa es que se sea firme en la defensa de nuestros valores, de nuestro modo de vida, y que se impida y se combata cualquier modelo de sociedad o relación que mantenga la supremacía del hombre sobre la mujer o que pretenda imponernos pautas de actuación religiosa. Ni una cosa ni otra son compatibles con Europa ni con la Resolución de la Asamblea General de Naciones Unidad de 1948 que proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos que debería ser un referente de todos los gobiernos en estos tiempos que corren.

Muchos presuntos terroristas han sido detenidos en España antes de que se cometieran atentados, en fase de planificación, y ello permite trasladar a la ciudadanía la convicción de que no hay en ningún país cuerpos de seguridad con la experiencia acumulada y eficacia acreditada que supere al nuestro. En otras muchas cosas la Policía española deja bastante que desear (respeto a los derechos civiles, por ejemplo, de lo que nos ocuparemos en otros capítulos) pero en materia de seguridad contra el terrorismo la ciudadanía española puede tener plena confianza en sus fuerzas de seguridad.