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21-D: esta vez Susana Díaz no tiene la culpa

Tras los resultados obtenidos por el PSC en las autonómicas del jueves pasado, muy por debajo de las expectativas publicitadas en campaña, nadie podrá culpar a la dirigente socialista de Andalucía de lo ocurrido en las urnas del Principado con el PSC.

Para avalar esta afirmación solo cabe recordar que el equipo del candidato Miquel Iceta decidió excluir – “no invitar”– a Susana Díaz a ningún acto electoral, ni tan siquiera en el histórico feudo del llamado cinturón rojo de Barcelona que, desde el 21D tiene color naranja.

Esta información, mantenida publicamente desde hace semanas sin que nadie la desmienta, aseguran ahora fuentes próximas a la candidatura de Miquel Iceta que no es cierta «a Susana no la ha vetado el PSC, fue ella quien no ha querido venir a Cataluña». Afirman esas fuentes que se contactó con Susana Díaz, como con otros lideres regionales del PSOE y que fue ella la que declinó acudir. «Se le pidió venir como a todos los demás y ella se excusó. Y encima, no sólo no han ayudado, sus redes han estado trabajando en contra» afirman dichas fuentes. En cualquier caso, invitada o no, lo cierto es que Díaz no ha pisado Cataluña en esta campaña.

No fue, por tanto, aventurado vaticinar el pasado 13 de diciembre aquí mismo que “el veto del PSC a Susana beneficiará a Arrimadas y a Cs”. Ahí están los resultados.

En su lugar los del PSC  sí acogieron al popular y populista presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que no milita en el PSOE aunque a veces lo parezca, con el que Miquel Iceta brindó con cava horas antes de que se consumase el desastre del unionismo en Cataluña, con el PP hundido y el PSC solo con un diputado más de los que tenía. Otra cosa es el éxito histórico de Cs que servirá al partido de Rivera sobre todo como gasolina para las generales frente a un PP cuesta bajo y sin freno.

 

Sí se invitó a participar en la campaña al presidente de la Generalidad valenciana, Ximo Puig, que como se sabe navega con comodidad, como Iceta, en las confusas y turbulentas aguas del nacionalismo.

 

El hombre de las anchoas fue el único dirigente político, no catalán, con el que se contó en una campaña donde no se discutían los problemas concretos del día a día de los catalanes , sino el modelo territorial vigente, gravemente amenazado por el bloque soberanista que competía en las urnas. Sí se invitó a participar en la campaña al presidente de la Generalidad valenciana, Ximo Puig, que como se sabe navega con comodidad, como Iceta, en las turbulentas aguas del nacionalismo. No es gratuito afirmar que el PSC parece que ha prescindido deliberadamente de “españolizar” su campaña dejando de “invitar” a los líderes regionales del PSOE. Con Pedro Sánchez quedó cubierto el cupo y todos quedaban representados.

El fichaje de Ramón Espadalé, que ha sido la mano derecha del nacionalista Durán i Lleida en Unió Democrática de Catalunya, fue otro de los gestos que desconcertaron al tradicional electorado socialista catalán, no muy proclive a admitir en esta ocasión que se jugase con las cosas de comer, o sea el futuro de generaciones. (Que pregunten por sus temores a los miles de trabajadores en las fábricas que integran las cadenas del sector automovilístico catalán y donde ya se oyen tambores de ajustes, Eres o cierres).

 

Desde el PSOE-A, su lideresa, se limitó muy al final de la campaña a desear “suerte” a Iceta y a pedir el voto para las opciones “constitucionalistas” que se presentaban el 21D.

 

En pago al  supuesto desaire de los hermanos socialistas catalanes, desde el PSOE de Andalucía, su lideresa, se limitó muy al final de la campaña a desear “suerte” a Iceta y a pedir el voto para las opciones “constitucionalistas” que se presentaban el 21D, esto es para el PSC de Iceta, Ciudadanos de Arrimadas y el PP de Albiol. Ni un solo gesto de calor solidario con los del PSC, salvo el que os vaya bien.

A Susana Díaz, sus compañeros de partido en Cataluña, no la quieren por varias razones, ninguna relacionada con las necesidades propias de la batalla electoral celebrada. Fundamentalmente por la imagen de nacionalista española que Díaz se ha ganado a pulso en estos años y porque el PSC sabe perfectamente que la federación socialista andaluza es la punta de lanza de quienes en el PSOE quieren romper amarras con el “partido hermano” que, por el camino, ha perdido, además de muchas elecciones, la O de obrero y la E de español en favor de la C de Catalunya.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha sido el primero, tras lo sucedido el jueves, que ha salido públicamente a proclamar que ya es hora de que se rompa con el PSC y pide a Pedro Sánchez que se cree de una vez la federación catalana del PSOE.

Esta idea del ex presidente extremeño, lanzada en caliente, no es nueva ni es solo suya. Cabría remontarse a la batalla de las primarias socialistas para recordar que uno de los hombres de Susana, el lenguaraz Miguel Ángel Heredia, adoctrinó a las juventudes socialistas con ese mismo mensaje de ruptura, apostando con todas las letras por disolver el PSC de los que dijo que  como nacionalistas «son muy de derechas» y se mostró partidario de la creación de una nueva federación del PSOE en Cataluña.

 

Díaz aplicará a rajatabla el mantra de Escuredo de 1980: para Andalucía ni más, pero tampoco menos que a las demás comunidades del Estado.

 

A juicio de varios socialistas andaluces, en la línea de Susana Díaz, «no hay mal que por bien no venga» y señalan que esa ruptura del PSC con el PSOE-A deja las manos libres a Susana y al partido que tiene detrás para plantar cara en serio, sin ningún tipo de condicionante de partido, a la hora de resolver, por ejemplo, la financiación de las CCAA donde Díaz aplicará a rajatabla el mantra de Escuredo en 1980: para Andalucía ni más, pero tampoco menos que a las demás comunidades del Estado.

Es cierto que el voto útil ha sido el gran aliado de Inés Arrimadas y su partido naranja, como también es cierto que con supuestos vetos a la presencia de la presidenta de Andalucía en la campaña de Iceta, más  su calculada ambigüedad con el nacionalismo defendiendo futuros indultos, el histórico electorado del PSC-PSOE ha apostado masivamente por la opción del partido de Albert Rivera, imponiéndose  el voto útil y fiable frente al soberanismo. Y en ese electorado, de forma mayoritaria, no conviene olvidar al millón largo de andaluces y sus familias que un día emigraron, se instalaron allí y que siguen pensando que Cataluña es España, como lo es Andalucía, la tierra donde nacieron.

“El PSOE no nos ha dejado otra opción que votar a quien, de forma clara, dice estar contra un pasaporte para poder ir a visitar tu familia a Andalucía, Murcia o Extremadura” me comenta un catalán de origen andaluz quien, pese a todo, reconoce que el discurso de Iceta ha sido el más inteligente, viable y realista de todos, “el que de verdad convendría para reconciliar en este país dividido por la mitad». Pero el discurso político catalán actual no discurre precisamente por los caminos del realismo, la razón o el seny y a la campaña de estas semanas hay que remitirse.

En este contexto a nadie se le escapa el hecho de que el bloque secesionista que ha ganado las elecciones el 21D lo ha hecho con dos argumentos básicos, mil veces repetido antes y durante la campaña. El primero, las porras mandadas por Juan Ignacio Zoido el 1 de octubre a los colegios electorales, sin duda la carga policial más eficazmente instrumentalizada en la historia de nuestra cuarentona democracia. Sin duda uno de los primeros errores de Rajoy en el manejo del contra procés.  Y el segundo gran argumento ha sido el de los denominados “presos políticos” o «exiliados». Solo con esas dos patas como manual básico de campaña el bloque indepe-republicano ha mantenido formalmente su mayoría parlamentaria en el el viejo caserón del Parque de la Ciudadela.

 

PdCat, ERC y Cup están condenados a entenderse pese a la cárcel de Junqueras o el “exilio” de Piugdemont comunicado cuando ya estaba en Marsella.

 

Arrimadas es de las que piensan que esto no ha terminado el 21D, como jerezana de origen sabe que hasta el rabo todo es toro, y duda que el independentismo, enfrentados entre ellos, sea capaz de ponerse de acuerdo para formar gobierno. En realidad, ese no sería un problema, porque  PdCat, ERC y Cup están condenados a entenderse pese a la cárcel de Junqueras o el “exilio” de Piugdemont, comunicado cuando ya estaban en Marsella camino de Bruselas. El problema real es la actuación del Tribunal Supremo donde el magistrado Llarena, observado con lupa por la opinión pública española y europea, parece no entender de barcos ni de pactos y seguirá, sí o sí, con su instrucción conforme dictan las leyes vigentes en nuestro Estado de Derecho.

Rajoy ha respondido a Puigdemont que él hablará como presidente del Gobierno con quien sea el futuro presidente de la Generalitat y que de hablar con alguien, ahora, lo haría con la Sra Arrimadas, «que es la que ha ganado las elecciones». El líder del Pdcat, Puigdemont, se queda pues sin su reunión bilateral –“sin condiciones”– con Mariano Rajoy, reunión que exigió euforico tras los resultados electorales donde su lista quedó tres escaños por debajo de Cs. Pero el hijo del pastelero de Amer, a lo suyo, a seguir tocando el tambor a 1.300 kms.

Carles Puigdemont, a la vista de este tipo de respuestas desde Madrid – las de siempre– debe de tener claro cada día que pasa que acabará conociendo Invernalia en la comarca de Las Vegas, en la cárcel de Estremera, el pueblo más oriental de Madrid; como también debería saber que, en esta ocasión, ni Rajoy ni el PP pueden mover nada bajo cuerda en el Poder Judicial, más exactamente en el Tribunal Supremo; que los españoles, mayoritariamente, no parecen estar dispuestos a ningún enjuague político judicial para que quede impune lo que la mayoría de españoles considera una muy grave subversión institucional frente a la legalidad constitucional en Cataluña.