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El estanque no dorado del PSOE-A

A propósito del libro de Manuel Pérez «Delfines y tiburones» sobre las luchas de poder internas en el PSOE-A

El título, en sí, logra condensar una idea imprescindible cuando hablamos del poder orgánico en los partidos. Hay delfines, hay tiburones, pero también mucha rata y mucho escorpión.

 

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez

“La nueva generación que apadrinó Griñán se había hecho con el poder en el Gobierno y en el partido. Pero la regeneración en las caras no se tradujo en una nueva forma de hacer política. Laminaron a los críticos y se rodearon de un ejército de fieles e incondicionales. El mismo modus operandi que durante años aplicaron sus antecesores. Habían pasado de ser los delfines, a convertirse en tiburones”. Este párrafo tan contundente resume la esencia del extraordinario ensayo que Manuel Pérez ha publicado sobre las luchas de poder internas en el PSOE-A: Delfines y tiburones.

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Portada del libro de Manuel Pérez Alcázar sobre la historia del PSOE-A

El título, en sí, logra condensar una idea imprescindible cuando hablamos del poder orgánico en los partidos. Hay delfines, hay tiburones, pero también mucha rata y mucho escorpión. La fauna, en realidad, podría ser mucho más extensa, pero nos detendremos en esta pretensión de convertir la política en algo parecido a una selva. No a un zoo, ya que aquí los animales están controlados e incluso domesticados. Si algo he aprendido en mis años de conocimiento directo en el funcionamiento de los partidos es que en las luchas de poder no existen reglas ni conciencia. Se trata de las más bajas pasiones humanas sin ningún tipo de límite que son más desgarradoras en dos polos extremos: cuando se trata de conseguir el poder absoluto, o cuando se trata de sobrevivir con el poco poder que quede.

Nos dibuja la cruda realidad de la vida interna de un partido hegemónico que convierte su proyecto en un modo seguro de vida para muchos arribistas y mediocres que han encontrado en el socialismo andaluz una manera muy rentable de sacar partido a las intrigas palaciegas.

Confieso que cuando me regalaron el libro de Manuel Pérez pensé-al mirarlo- en lo voluminoso que era y lo densa que podría hacerse su lectura. Estaba totalmente equivocado. No cuesta nada leerlo, ni tampoco defrauda expectativas. Es posible que ciertos lectores se asomen al libro con ganas de encontrar chascarrillos y cotilleos internos de las luchas de poder intestinas. Sin embargo, mi objetivo al leer fue documentarme sobre el pasado más reciente del partido en el que milito y entender por qué suceden ciertas cosas que no son nuevas, sino que llevan encadenadas en el alma del socialismo andaluz desde los albores de la democracia. Si hay algo poco cuestionable en la actualidad es que el PSOE de Andalucía significa el grupo más fuerte y poderoso dentro de la organización socialista a nivel federal. Y esto es así por una razón exclusiva: es la única autonomía en España donde el PSOE nunca ha dejado de gobernar. ¿Es un peligro gobernar durante 35 años seguidos? Sin duda, lo es. Incluso cuando uno piensa que la mejor vacuna contra la degeneración política proviene de las urnas cada cuatro años. Yo, sin embargo, no comparto esta opinión.

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Una de las causas evidentes de la supervivencia institucional del PSOE andaluz radica en las políticas implantadas durante décadas que han conseguido sacar a Andalucía del pozo de la historia. Es indudable la modernización y el avance de la sociedad andaluza. Esto no ha impedido que los indicadores comparativos con España y con Europa nos dejen a la cola de los índices más habituales del bienestar y el progreso de las regiones y países. Algo ha fallado en la acción de gobierno y mucho me temo que esta autocrítica necesaria sobre la gestión al frente de la Junta o no se ha producido o se ha hecho sin ningún tipo de convicción. En Andalucía hay muchas cosas que no funcionan bien, incluso podría decirse de otras que funcionan mal, muy mal, empezando por algo clave en democracia: la oposición.

No cabe duda que la red que ha evitado que el PSOE-A acabase descompuesto como el PSM, el PSC o el PSRM (entro otros) ha sido el pegamento del poder. Del poder casi absoluto e ininterrumpido, hasta el punto de que han convertido al socialismo andaluz en un partido hegemónico, algo que difícilmente se logra conseguir en una democracia libre y competitiva como, en efecto, es la nuestra.

Termina su libro desvelando una conversación que, supuestamente, se produjo de manera cruzada entre Susana, Chaves y Griñán, donde estos dos últimos se lamentan de que hayan sido “traicionados” por la hija, que según las tradiciones orgánicas siempre debe acabar matando a los padres.

Gran parte de culpa la tiene el Partido Popular, que a pesar de obtener grandes parcelas de poder municipal en Andalucía, ha sido incapaz de hacerle frente al socialismo a nivel regional. Solo una ola excepcional como la de 2012 pudo llevar a la derecha a ganar las elecciones, pero lejos de la mayoría absoluta. ¿Por qué? Entre otras cosas porque para los andaluces el PP, cuando se presenta a las autonómicas, significa un partido lejano, con el cual no se identifican. Si a esto le sumas el marco andalucista y rural del cual se ha apropiado el PSOE andaluz, está claro que no existe espacio para que nazca una nueva mayoría. Susana Díaz incluso ha llevado este andalucismo adoptivo hasta un extremo próximo al chovinismo, como hemos podido comprobar en este último 28-F.

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El libro del periodista Manuel Pérez le quita el celofán a 35 años de hegemonía socialista en Andalucía.

Manuel termina su libro desvelando una conversación que, supuestamente, se produjo de manera cruzada entre Susana, Chaves y Griñán, donde estos dos últimos se lamentan de que hayan sido “traicionados” por la hija, que según las tradiciones orgánicas siempre debe acabar matando a los padres. El problema no reside cuando matas al padre, sino cuando quieres anestesiar o poner en cuarentena la parte más extensa e importante de la obra de tu partido. Esconder a los dos ex presidentes mientras reivindicas a Rodríguez de la Borbolla o Escuredo es, simplemente, contraproducente y hasta ridículo.

“Delfines y tiburones”, en definitiva, nos dibuja la cruda realidad de la vida interna de un partido hegemónico que convierte su proyecto en un modo seguro de vida para muchos arribistas y mediocres que han encontrado en el socialismo andaluz una manera muy rentable de sacar partido a las intrigas palaciegas. Intrigas que, en muchos casos, contienen unos nombres fijos como protagonistas que se repiten a pesar del paso de los años, cambiando de rey pero no de validos.