The news is by your side.

El estercolero del periodismo y la política española

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez

Uno de los rasgos del totalitarismo mercenario disfrazado de ideología consiste en que quien hoy es tu amigo mañana puede ser tu enemigo y viceversa. No se defienden ideas ni valores, sino un puro uso instrumental de las personas según se plieguen, o no, a los intereses de su negocio. Esto pasa en nuestro país con el periodismo y la política, de tal manera que durante los últimos años en vez de ir evolucionando en nuestra esencia democrática vamos involucionando a pasos agigantados hacia lo peor que una sociedad puede consumir de los periodistas y de los políticos.

No nos engañemos: la calidad y el rigor periodístico que se practica en un país es causante directo del grado de democracia y de libertades que sostengan dicha sociedad. Una de las causas de que en la actualidad tengamos a la peor generación de políticos en el poder se encuentra en que tenemos a los peores periodistas en todos los medios. Indudablemente existen excepciones que confirman la regla, pero la generalización de mercenarios de la información y siervos mediáticos al servicio de intereses políticos es algo que no se puede cuestionar.

La mala política necesita del mal periodismo para legitimarse, protegerse, ajustarse cuentas y volver a empezar. Mucho se critica en los medios cuando a un político lo pillan mintiendo o soportando graves sospechas de corrupción sobre su persona y no decide dimitir y marcharse a su casa. Pero poco, por no decir, nada se habla de cuando pillamos a un periodista mintiendo, manipulando y ocultando información con clara intención de engañar a los ciudadanos y no solo no se va a su casa sino que se permite el lujo de ir dando conferencias, incluso universitarias, sobre la profesión periodística y deontología profesional. Podríamos empezar por Inda, pero la lista es tan extensa que deja al primero como una mera anécdota.

Cuando un político o un periodista mienten es algo grave. Pero hay, incluso en esto, mentiras menos inocentes y más peligrosas que otras. Acusar a un partido o a un político de estar financiados o recibir pagos de regímenes totalitarios o populistas extranjeros, es una acusación tan extrema que solo podría superarlo que este político fuese un asesino. El problema de las mentiras y las difamaciones de ciertos medios y ciertos periodistas es que encuentran una masa sectaria y acrítica dispuesta a creer cualquier cosa con tal de hundir al rival político. Ya de por sí no necesitan demasiadas evidencias o realidades para dar paso a la habitual guerra sucia que observamos en medios y en redes sociales, pero si encuentran “informaciones” que hacen la delicia de sus mejores fantasías totalitarias, entonces el ensañamiento está servido.

Documento-Venezuela-Pablo-Iglesias-wwwfactoresdepodercom_ web
El documento del supuesto pago a Iglesias, que inicialmente en España se publicó manipulado, fue destapado por una periodista venezolana exiliada en Miami. Fuente: factoresdepoder.com

La política actual española, de la mano del periodismo, se ha convertido en una competición de suciedad donde el espacio para la crítica, la reflexión y el respeto están fuera de moda y de tiempo.

Es curioso observar a ciertos hooligans partidistas insultar y despreciar a determinados periódicos hasta el día en el que aparece en dicho periódico una noticia contra el rival político que despierta un gran interés para su cálculo electoral. Así se comportan miembros o activistas del PSOE difundiendo noticias contra Podemos de Eduardo Inda o votantes de Podemos haciendo lo mismo con noticias contra el PSOE del ABC o de La Razón. La política actual española, de la mano del periodismo, se ha convertido en una competición de suciedad donde el espacio para la crítica, la reflexión y el respeto están fuera de moda y de tiempo. Se piden debates de cara al 26-J pero no por un interés dialéctico y de madurez democrática sino para poder repetir ciertos circos y espectáculos mediáticos de la pasada campaña, que fueron usados al estilo de combates de pressing catch donde lo importante no eran las propuestas de cada candidato sino quien le había dado más “zascas” a los otros.

¿Puede el periodismo tomar partido por una opción política? Yo defiendo que cada medio pueda tener una orientación e incluso puedan existir- de hecho existen- periodistas rigurosos y prestigiosos que son claramente favorables a un partido pero que tienen la categoría y la grandeza de defender sus opiniones o redactar sus informaciones con respeto a su profesión y a sus lectores. Otra cosa es lo que tenemos en España, con este periodismo militante que está plegado a los intereses más espurios de la política y que comparte culpas de la situación crítica que vivimos por mucho que intenten levitar sobre los mismos políticos y ejercer más que de jueces de verdugos.

Lo que denunció hace unas semanas Pablo Iglesias y que tanta polémica despertó era algo cierto y cotidiano. Que usara unas formas más o menos adecuadas, es distinto. Pero ni siquiera se discutió sobre el fondo de la cuestión o la veracidad de su denuncia, sino que cierto periodismo al verse reflejado en el espejo que sacó, no tuvo otra reacción que romperlo a patadas horrorizado de lo que llegó a ver.

Una de las razones del hastío y la deformación de nuestra cultura política es la baja calidad de nuestros medios. Se hace un periodismo político tóxico y contaminado, sin ninguna intención de servicio público ni de lo que se conoce como watch dog. Que, a veces, los intereses editoriales de los medios coincidan con verdades incómodas o molestas para el rival político al que combate son gajes del oficio. Seamos conscientes: no podrá existir una regeneración efectiva en la política mientras no exista, a su vez, en el periodismo, porque los malos políticos necesitan a los malos periodistas y viceversa.