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Feria de vanidades

Benito Fernandez
Benito Fernández

No sé si será por el agobio económico o por la inestabilidad política, por las ganas de evadirse de la cruda realidad que nos rodea o simplemente por participar en ese gran escaparate de ver y ser visto en el que se convierte durante una semana el Real de Los Remedios, el caso es que este año había ansias de Feria y, aunque el martes se aguó la fiesta por la lluvia, los días siguientes colmaron con creces las expectativas. Todo el mundo se lanzó de cabeza al recinto ferial colapsando calles y casetas en una espesa bulla que recordaba el paso de la Macarena por la calle Parras o el de la Esperanza de Triana por el puente. Hacía tiempo que yo no recordaba una feria de Sevilla tan bulliciosa como la que pude comprobar y sufrir el miércoles y el jueves.

De todas formas y pese a la masificación de este año, la Feria no es lo que era. A raíz de la crisis los partidos políticos, los sindicatos, las instituciones y las grandes empresas han decidido recortar gastos y han dejado de dar esa copa de Feria que agrupaba cada día a las fuerzas vivas de la ciudad en el PP, en el PSOE, en el PA, en UGT, en CC.OO., en la CEA, en la Cámara de Comercio, en Asaja, en Sevillana-Endesa y en una docena más de casetas que echaban la casa por la ventana y a las que acudían desde el presidente de la Junta al alcalde pasando por todos los figurones de siempre que en Sevilla son bastantes. En el PP, desde que se fue Javier Arenas, han decidido no dar recepción, quizás porque a su líder malagueño Juanma Moreno no le haga mucha gracia esto de las sevillanas y menos ahora que todo el mundo le iba a preguntar, entre otros, sobre la imputación por delito urbanístico del alcalde granadino, Pepe Torres Hurtado, sobre el papelón de Mariano Rajoy y sobre la refundación pendiente del partido Y es que no está el horno popular para muchos bollos ni para pescaítos ni chorizos a la brasa.

Ahora la única caseta que es capaz de aunar voluntades es la de la SER donde cada miércoles de farolillos se dan cita todos aquellos que son algo o que quieren ser algo y que no dejan de dar codazos buscando un sitio cercano a la gran estrella política andaluza que no es otra en estos momentos que la presidenta Susana Díaz. Todos los años suelo acudir a esta copa aunque Antonio Yélamo no me invite. Y, pese a que podría entrar dado el marasmo que se forma, prefiero quedarme en la puerta para evitar desagradables empujones de los cogecosas que tratan de cruzar alguna palabra amable con doña Susana y de los servicios de seguridad que no se andan con miramientos. Este año la sorpresa en la recepción de la SER ha sido la presencia no anunciada y medio improvisada del secretario general del PSOE y candidato frustrado a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez. Sánchez se fotografió con Susana y su hijo, faltaría más, con la reelegida secretaria general de la UGT-A, Carmen Castilla y posó muy contento el hombre con la líder de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez ante las miradas poco amigables de algunos de sus compañeros de partido.

«Sánchez no va a pactar con Pablo Iglesias. Ni Susana ni otros compañeros con mucho peso en el partido lo van a permitir después de lo que dijo de Felipe».

Cerca de la caseta de la Asociación de la Prensa, a la mitad de Juan Belmonte, me encuentro con una alta responsible del PSOE con cargo institucional. Parece que la manzanilla helada que sostiene en su mano izquierda le ha soltado la lengua porque al preguntarle ´como es que no estaba acompañando a su jefe Sánchez por el albero ferial, me mira con cara de pocos amigos y comienza a largar: “Mira, me dice, yo solo tengo una jefa y se llama Susana. Lo de Pedro Sánchez es meramente circunstancial, un mal menor que los socialistas no tenemos más remedio que aguantar hasta que alguien, que tú y yo sabemos, le dé la patá que se merece y lo mande a freír espárragos”. Le recuerdo que podría llegar a ser presidente del Gobierno si consigue el apoyo o la abstención de Podemos y le cuento que ha estado muy feliz tomando una copa con Teresa Rodríguez. Para qué. Como si le hubiese mentado al mismísimo diablo. “Mira, acuérdate lo que te voy a decir. Sánchez no va a pactar con Pablo Iglesias. Ni Susana ni otros compañeros con mucho peso en el partido lo van a permitir después de lo que dijo de Felipe. Lo más probable es que vayamos a nuevas elecciones el 26 de junio y ahí se va a ver un numerito aunque el partido, al menos en Andalucía, conserve su casi inmutable suelo electoral. Si Sánchez se estrella, que es lo más probable, está muerto y enterrado. Pero te digo más, es hasta posible que un par de días antes de que se agote el plazo le obliguemos a abstenerse para permitir incluso que gobierne el PP con Ciudadanos aunque sea por un corto periodo de tiempo”. Le digo que no me venga con cuentos, que eso no se lo cree ni ella, que Pedro Sánchez es capaz de vender su alma al diablo con tal de ser nombrado aunque sea un solo día presidente del Gobierno. Sonríe, le da un trago para apurar su copa de manzanilla, se da media vuelta y entra en la caseta entre revuelo de volantes dejándome con la palabra en la boca. Y la Feria de las vanidades sigue su curso inasequible al desaliento mientras comienzan a retirarse los enganches y los caballos de las calles del Real.