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El Festival del trinque

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Pepe Torrente

Chaves y Griñán con la letra, y Susana Díaz con la música, estuvieron en el Festival de Eurovisión del trinque que te crió de los Ere y los falsos cursos de formación. Ese festival que algunos, atrevidos ellos, llaman comisión de investigación. En el reparto de puntos les sirvió de fiel escudo los douze points con que les obsequiaron desde la Andorra y Portugal del PSOE andaluz que los cuida, temerosos de que larguen más de lo que se puede largar.

Claro que, este festival del trinque con que se vinieron cebando los colegas y primos más cercanos del régimen desde el famoso concurso patrocinado por la Junta de Andalucía A ver quién coge más, pasa desapercibida para el público presente en la sala, y para el de fuera de la sala también, trazada como está la sinfonía de manera vertical, repartida entre muchos, y todos tarareando la musiquilla, pegadiza y facilota: se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla. 

Las coplas de Chipre y Noruega del Juan Lanzas del colchón forrado de parné, twelve points, son para dar carrete del suave a sus señorías, más interesadas como están por el estado de salud política del trío que canta en Sí Miamor la copla dedicada a la trianera roja y decente que suena así: Desde que llegaste ya no vivo llorando, hey, vivo cantando, hey,  vivo soñando, hey…

Andalucía es ese lugar de alumnos huidos pero presentes, de directores generales colocando suegras en los Ere, de consejeros que ponen a directores flamencos para vigilar el flamenco, pero que no tienen ni pajolera idea de flamenco.

En el festival del trinque cambiaron al Rafael Ibarbia que dirigía la orquesta revestida de jueza Alaya, para poder desafinar con ruido fino sin las pautas que marcan esos anclados códigos que sonrojan sus hechos. Ay, festival de mi vida, enséñame a cantar, enséñame a cantar, que tengo triste el corazón, y no consigo amar.

Andalucía es tierra de copla abierta y mar salada, de iglesias y calles repletas de azahar y cera, incienso y guitarras. En nuestra tierra, las músicas vuelan de mano en mano, como la falsa monea, con el arte que nos guía desde la cuna hasta el entierro, desde el ánade hasta el vencejo. Esa tierra donde para los cursos de formación hostelera los alumnos reciben por todo material un pelador de patatas con las que silbar las letras de Marifé de Triana en su copla infinita, o del Caracol de los manueles que ríen el alborozo eterno del amor mismo.

Andalucía es ese lugar de alumnos huidos pero presentes, de directores generales colocando suegras en los Ere, de consejeros que ponen a directores flamencos para vigilar el flamenco, pero que no tienen ni pajolera idea de flamenco. Es más, en su música de compás, ni para hacer un taconeo siquiera testimonial se pasó por el despacho de dirigir, envuelto en 2.000 € al mes para comer. Que Jerez está muy lejos de Málaga, pisha.

Ay, Andalucía, este festival es el nuestro, que dura 36 años ya. Que presenta a concurso la copla de siempre, con los mismos intérpretes de ahuecada voz, y la música esa de tocar las palmas que nos revienta el sentío progresí del maravedí. Este sí que es un festival, y no el de Eurovisión que nos plagian los rusos y ucranios, y alguno más, de más allá. 

  

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