The news is by your side.

García Calderón sale en defensa de los fiscales en Andalucía

Jesús García Calderón, Fiscal Superior de Andalucía
Jesús García Calderón, Fiscal Superior de Andalucía

 

 

El Fiscal Superior de Andalucía, Jesús García Calderón, ha publicado hoy en varios medios  un articulo a propósito del papel de los fiscales en el contexto social y político que vivimos. Adquiere especial relevancia este artículo y cuanto en él se dice, a raíz de las actuaciones del Ministerio Público en numerosos procedimientos por corrupción y el clima conspiranoico generado en ciertos ámbitos políticos. Por su interés lo reproducimos en su integridad.

 

Me siento orgulloso de pertenecer a la Carrera Fiscal desde hace más de treinta años. En 1995, cuando había adquirido suficiente experiencia profesional ejerciendo mi labor en dos provincias de Andalucía, fui nombrado Fiscal Jefe en la provincia de Lugo y, algunos años más tarde, abrumado por una intensa preocupación, la triste noticia del asesinato de mi predecesor en el cargo, Luis Portero, me trajo hasta Andalucía para cubrir mi destino como Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia. Tenía poco más de cuarenta años y una labor difícil, necesitada de discreción y afecto, tantas veces incomprendida que termina por convertirse casi en una forma de ser. He sido renovado en mi puesto por sucesivos Gobiernos de distinto signo político. Fui propuesto por Jesús Cardenal, renovado por Cándido Conde-Pumpido, con el que tuve una relación muy enriquecedora. Eduardo Torres-Dulce volvió a renovarme y trazamos juntos algún proyecto que no pudimos concluir y, al día de hoy, creo que cuento con el aprecio de Consuelo Madrigal, una mujer respetada en la Carrera y considerada por cualquier jurista comprometido como una brillante profesional.

Durante estos años de jefatura, prácticamente a diario, he tenido que conocer y decidir con mis compañeros la posición del Ministerio Fiscal, en innumerables asuntos con una especial significación o importancia que se tramitaban y tramitan en todas las provincias de Andalucía. Jamás he dado o recibido una orden o indicación que fuera en contra de mis convicciones y de mi criterio profesional. En todo caso, he tenido la fortuna de debatir cuestiones jurídicas en las que hemos podido discrepar, pocas veces, en algún aspecto concreto porque, en lo esencial, hemos estado de acuerdo y actuado con toda objetividad, conciliando nuestras posiciones de manera natural. Nuestro Estatuto Orgánico, renovado de forma consensuada en 2007, uno de los más avanzados del mundo, permite y regula las situaciones de discrepancia o conflicto que pueden resolverse con garantías y sin una especial dificultad.

Muchas veces quien nos acusa de ser parciales lo hace desde la parcialidad. Quien nos acusa de ser sumisos lo hace desde la sumisión.

Personalmente, estoy harto de la continua alusión a nuestra falta de objetividad. ¿En qué cabeza cabe que un cambio de Gobierno pueda trastocar o entorpecer el trabajo de Fiscales que vienen despachando procedimientos durante meses, incluso años, asuntos que son escudriñados por la prensa y sometidos al control jurisdiccional? ¿Quién puede creer que una simple llamada telefónica o una orden intempestiva pueda, de un plumazo, decidir el sentido de la acusación pública por criterios oportunistas en una especie fatalismo político que se reproduce cada nueva legislatura? ¿Porqué interesa sostener esta especie de leyenda urbana que nos sitúa en los albores de una absurda sociedad pre democrática? La verdad es muy distinta. Muchas veces quien nos acusa de ser parciales lo hace desde la parcialidad. Quien nos acusa de ser sumisos lo hace desde la sumisión. Quien se deja llevar por la crítica facilona de ese arcano y misterioso sectarismo, normalmente lo hace desde la contrariedad. Lo hace porque simplemente no hemos hecho aquello que desearía que hiciéramos y no es capaz de comprender que a veces la discrepancia está en la esencia de cualquier controversia judicial.

Créanme. Ya no sé mentir. Tampoco soy ingenuo: ¿Alguien podría serlo con mi experiencia? Durante todos estos años, no he habitado en ninguna burbuja administrativa de alfombras y coches oficiales.

Toda la fuerza y autoridad que pueda tener un Fiscal radica justamente en su imparcialidad. Sin imparcialidad un Fiscal no es casi nada, se convierte en un triste instrumento de algún poder o interés, débil y torpe, que puede volverse en contra de quien lo manipula para que traicione su deber. Los fiscales somos imparciales y lo seguiremos siendo mientras defendamos aquellos valores constitucionales que hacen de Andalucía y España, territorios libres en los que se combate la corrupción y el crimen con toda firmeza, aunque con medios todavía insuficientes o limitados. Pero esta segunda parte, la más triste de mi afirmación, no es nuestra responsabilidad.

El concepto de imparcialidad, propio de las sociedades más avanzadas, supera incluso al de independencia porque quien es imparcial tiene que ser independiente, como lo es cualquier funcionario que cumple con su deber. Como cualquier ciudadano decente. Tengo el privilegio de representar a los Fiscales de Andalucía y, ahora, mi deber es defenderlos públicamente y señalar que, con mayor o menor acierto, la independencia de sus decisiones resulta indudable y confluye en un principio de unidad de actuación que en todo caso resulta enriquecedor. Si dejaran de hacerlo perderían el instrumento más valioso del que todos los fiscales disponemos: El privilegio de una imparcialidad imperativa, que a veces molesta mucho y que resulte imprescindible para que una sociedad se articule como una verdadera sociedad democrática».

[Jesús María García Calderón es el Fiscal Superior de Andalucía]