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Georges Simenon. La noche de la encrucijada.

Gira su mente sobre el asesinato del traficante de diamantes holandés Isaac Goldberg.

 

Maigret volvió a su casa en el boulevard Richard Lenoir. Tiene aire cansado. Le dijo simplemente su mujer. –Hazme una maleta con un traje, unos zapatos y una muda-. Efectivamente se encontraba agotado, tras diecisiete horas de interrogatorio a un sospechoso. Se trata de Carl Andersen, personaje danés con monóculo en el ojo derecho. Cuestión de estilo y gusto, pues cubría un ojo de cristal. Sin conseguir que el confesara, insistiendo en ser inocente como única respuesta, el comisario Maigret decide dejarlo en libertad. Naturalmente sin perderlo de vista y la promesa de que marchará a su domicilio sin intento de escapada. Y hacia esa residencia fuera de París se desplaza nuestro comisario  ligero de equipaje que la ha preparado su mujer, pensando con la cabeza  que el  asesinato del traficante holandés Isaac Goldberg, corredor de diamantes, que resulta ser complejo y  aspecto bastante oscuro.

 

Se trata de Carl Andersen, personaje danés con monóculo en el ojo derecho. Cuestión de estilo y gusto, pues cubría un ojo de cristal.

 

Con el bagaje de las armas que da el oficio profesional con muchas historias de años, llega Maigret ha al curioso complejo conocido por La Encrucijada de las Tres Viudas, un cruce de carreteras en la que sólo hay tres casas aisladas: la casa de Andersen, alquilada, donde vive con su bella hermana. La villa propiedad de un agente de seguros vulgar, presuntuoso e ignorante. El otro personaje dueño de la gasolinera, tipo curioso  antiguo boxeador muy parlanchín con sentido del humor. Nuestro comisario un tanto sorprendido de tan escasa població, ausente de las multitudes de la esfera del gran Paris, debe de hurgar con calma y sin dejar  su pipa sostenida entre los dientes de su boca. De esta forma, con su mejor estilo literario Simenon nos muestra  sus mejores galas narrativas, jugando con calma muy medida su escritura. Reuniendo las piezas esparcidas en un espacio tan limitado en el que los pobladores son pocos, extraños y aparentemente, desconfiados los unos de los otros. Todo un juego de adivinanzas se va sumando a los cabos sueltos entre preguntas aparentemente ingenuas. Aunque a medida se van sumandos detalles y encuentros con tan variopinta vecindad, y trenzando el cordel que le servirá al final. Porque el meollo de la trama está allí en esa aparentemente vecindad de limitados personajes tan variopintos. La socarronería del veterano Maigret, de manera amena y no sin cierto sentido del humor, junto a la riqueza literaria del relato atrapa desde el principio al lector las horas del día horas y la noche, donde no faltan intencionados disparos de anónimos tiradores.

 

De esta forma, con su mejor estilo literario Simenon nos muestra  sus mejores galas narrativas, jugando con calma muy medida su escritura. Reuniendo las piezas esparcidas en un espacio tan limitado en el que los pobladores son pocos, extraños y aparentemente, desconfiados los unos de los otros.

 

La maestría con la que nos va describiendo el narrador a los personajes, contiene alto valor literario por la que discurre tan inquieta atmósfera, especialmente  el misterio que envuelve a la bella y escultural Else, hermana del elegante Carl Andersen, ante la que Maigret se siente intrigado y agradecido por su poder enigmático y sensual. Pero también el engreimiento de ser alguien del agente de seguros, el dueño de la gasolinera retirado boxeador que ganó títulos y que intenta por todos los medios caer en gracia al comisario. Mientras éste va marcando distancias  y acercándose al ovillo de la oscura trama. Magistral novela del género negro donde las secuencias, muy sobresaliente las del final de la historia, muestran el curtido oficio del autor. El escenario elegido para la resolución del caso es la gasolinera. Tragicomedia celebrada con valores literarios entre los que destacan sobremanera, la sencillez de las descripciones y gestos de los personajes.

Editorial Acantilado