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Guardia civil andaluz a la brasa

Qué manera tan obsesiva de marcar diferencias raciales y conductuales a quienes somos del sur español.

El guardia civil que un restaurante leridano de Balaguer oferta “a la brasa” no es de Cuenca. Ni de Navarra o Asturias. Es andaluz. Podría haber sido también un guardia civil leridano, gerundense, tarragonés o gallego, que haberlos haylos. Pero no, el plato intenta ridiculizar más, si cabe, al benemérito Cuerpo añadiendo el gentilicio de guardia con el que la costumbre patria remarca, entre otras cosas despectivas, el menudeo intelectual que merecemos las gentes que nacimos o vivimos en las tierras del sur patrio; de Murcia para acá, y desde Ciudad Real hacia abajo. Al amparo de Cáceres y Badajoz. Que aún quedan señoricos, manque sean indepes.

 

Qué fijación tienen los independentistas con menospreciar nuestra tierra andaluza. Qué manera tan obsesiva de marcar diferencias raciales y conductuales a quienes somos del sur español. El lugar de nacimiento, para ellos, es señal de prestigio o desprestigio. Como si la inteligencia la marcaran los territorios y no las personas. Cuánto podrían mostrarle de tolerancia a este ingrato Josep Pla o Pau Casal.

 

Al desprestigio que pretenden endilgarle los lacinazis a la Guardia Civil de manera sistemática, añade este hostelero el adjetivo “andaluz” a su menú diario, como costumbre hiriente entre los de su estatus separatista. Lo hace para colmar de supremacía, odio y nadería la ofensa a través del plato. Es resultado de la fijación constante contra el desprecio más xenófobo. Y que la supuesta superioridad cultural dels catalans d’ara no la ponga nadie en duda. Seguro que después de elegir el nombre del plato, el aspirante a gilipollas del año se atusó la melena hacia atrás para airear bien su ingenio. Se quitaría el peligro así, de paso, por si una mota del andaluz, sólo por tener que escribirlo, pusiera en peligro su “inteligencia”. El declive moral de Cataluña es proporcional al aumento de independentistas de sesgo nazi que tanto proliferan desde que Puigdemont se inventó una república. Un sin Dios, que diría Saza en “Amanece que no es poco”.

Ha dicho “Lucero del Segre”, hostelero premiado por TV3, con un lacito amarillo impregnado en el pecho, que con ese plato él no quería ofender. El arrepentimiento al que se refiere es tan deshonesto e insincero como que viene sólo tras el órdago que le ha supuesto a su negocio la gracia. Que se arrepiente tanto como le bajan las ventas. Viene a decir que lamenta su acreditado desprecio dejado por escrito; que él preferiría que no le restase euros en su caja diaria. La pela es la pela. Tanto se ha preocupado por haber ofendido  a nadie que en la carta, renovada tras la polémica, sigue constando el plato del “guardia civil andaluz a la brasa” como oferta culinaria del menudeo gástrico de su garito. Y lucecita leridana sigue tan pancho con su hallazgo. Un boniato tiene más sesos que él republicanillo éste.

 

Tampoco vamos a desmerecer al luminarias; él sólo sigue el ejemplo de sus líderes de amarillo chillón y faltón. Quizá aprendiera de la que fuera presidenta del Parlament catalá, Nuria De Gispert.

 

Ella fue quien desterró vía Twitter a Inés Arrimadas, lideresa catalana de Ciudadanos. La conminó a que dejara Cataluña y se fuera a Cádiz. Era una propuesta mucho más visceral y fulana de la cuenta, sobre todo teniendo en cuenta el estatus de expresidenta de quien esculpió tanto odio sobre el mármol tuitero.

 

Y es que debatir con Arrimadas sobre las cuestiones territoriales podría acabar sin darle la razón a la expresidenta De Gispert. Doña Nuria es una de esas mujeres del mundo indepeque en un hipotético momento, llegado el caso, podría ser como una de las Aufseherinnende la SS quevigilaba y torturaba judías en los campos nazis de exterminio. Esa impresión deja.

 

Tan simplona y antidemocrática asoma la escuela de la exseñora, que para ella es mucho más dinámico y fullero mandar a su rival política a su tierra natal antes que rebatir, con el respeto democrático debido, sus argumentos. Como si con ese sello de remitente contra quien no le baila el agua liberara al Principado catalán de algo maldito, inhóspito o virulento. Su tolerancia está agotada.

 

Y no lo ven. No quieren verlo, pero los inhóspitos, virulentos e intolerantes son quienes están convirtiendo Cataluña en tierra de éxodo y rabia.

 

Son ellos mismos quienes ponen a su “país” al borde del colapso. De tanto como dicen querer a Cataluña, la están hundiendo. De ahí mi sugerencia para el chef “Lucero del Segre”: en su carta podría añadir este plato típico de Tractoriadenominado “Patas de cerdo de Lleida a la fina hierba esnifada con fuego lento de mosso tractoriano y sesos de avutarda de Balaguer”. Por poner un ejemplo. Para empatar el ánimo, y pedir disculpas después. A su manera.