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¿Ha dimitido ya Sánchez Teruel?

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez

Hace pocos días un buen amigo, socialista de corazón, de esos que siempre guardan esperanza aunque no nieguen la realidad, me preguntaba, amargamente, “¿por qué la política es tan sucia?” En ese momento comprendí que cuando alguien como él se rendía a esta evidencia es porque, efectivamente, la política en este país es demasiado sucia. Ni siquiera limitaré esta cuestión al partido de ambos, el PSOE, porque en los demás también existen golpes bajos, guerras espurias y política de navajas. No es ningún secreto que el poder ha sido siempre un recurso exclusivo y excluyente: el que lo posee y lo consume (esto último en ambas direcciones) no suele tener la intención de compartirlo con los demás.
Por esto mismo a través de la teoría del pacto social y el posterior desarrollo del estado liberal democrático se canalizó esta disputa del poder hacia términos más racionales, donde nadie usara la violencia física y donde todos pudiesen competir por ello. El problema llega cuando este concepto democrático del poder que se administra a través de los partidos se convierte en el negocio de unas élites mediocres y extractivas que imposibilitan la rendición de cuentas, la asunción de responsabilidad y la posibilidad de cambio. Ningún partido en España es plenamente democrático; solo se diferencian en su nivel de hipocresía. Y digo que ninguno es democrático porque antes de que exista “democracia interna” es necesaria la garantía efectiva de la “libertad de expresión interna” y el debate crítico sin censura ni consecuencias. Los partidos españoles son espacios de poder capturados por sus élites y ejemplos del mecanismo de cooptación como eufemismo de una red clientelar corrupta y endogámica.
Cuando alguien dentro de un partido decide enfrentarse a esta realidad constatable y constatada, debe asumir que su carrera política dentro del mismo está totalmente finiquitada. Incluso más allá de esto: que está expuesto a una guerra sucia de infamias, basura, difamaciones y mentiras de un grupo mucho más numeroso y poderoso que no está dispuesto a ver cuestionado su estatus ni verse señalados como clan. Más que casta son un clan, término más adecuado a la realidad elitista y sectaria que termina por atrapar a casi todos aquellos que logran un lugar en la cúpula partidista. Porque esta forma de administrar el poder no solamente atrae y fortalece a personas mediocres y viles, sino que deforma y condiciona a otros que llegan puros y con valores. En este sentido es inevitable plantearse si tiene sentido denunciar y señalar públicamente a este clan amoral y oportunista que va a seguir intocable en sus torres de marfil.

Que la ex secretaria de estado, ex diputada y actual concejal del ayuntamiento de Almería tuvo la valentía y la integridad de preguntarse en su facebook si Sánchez Teruel había dimitido (por los nefastos resultados provinciales del 26J). Y se ha encontrado con un abandono público (no sé si privado) por parte de todos aquellos que se suponían “la alternativa” al actual SG provincial, mientras los “colocados” por el conseguidor de Chirivel han desfilado, en mayor o menor medida, públicamente para mostrar su apoyo y entrega al gran estadista almeriense. 

Pero no es la utilidad sino la indignación lo que hace que aún queden suicidas dispuestos a seguir rebelándose ante prácticas nauseabundas y enjuagues indignos llenos de cobardía. Las personas no podemos callar ni mirar hacia otro lado si buscamos realmente construir y luchar por un mundo más justo y respirable. Muchos son los que utilizan estas mismas palabras, pero solo por sus hechos podremos reconocer a los auténticos luchadores.
En el PSOE de Almería, a nivel provincial, parece reinar en la actualidad un pacto de no agresión entre los miembros que se benefician del status quo. A veces uno intenta frotarse los ojos para no rendirse a evidencias que causan demasiado bochorno, pero siempre acaba por darse de bruces con la cruda realidad.

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Foto de fin de campaña del 26J de los candidatos socialistas de Almeria. Foto PSOE

¿Cuál es la cruda realidad? Que la ex secretaria de estado, ex diputada y actual concejal del ayuntamiento de Almería tuvo la valentía y la integridad de preguntarse en su facebook si Sánchez Teruel había dimitido (por los nefastos resultados provinciales del 26J). Y se ha encontrado con un abandono público (no sé si privado) por parte de todos aquellos que se suponían “la alternativa” al actual SG provincial, mientras los “colocados” por el conseguidor de Chirivel han desfilado, en mayor o menor medida, públicamente para mostrar su apoyo y entrega al gran estadista almeriense.
No voy a reproducir en lo que ha convertido este personaje al PSOE de Almería porque ya lo ilustré hace meses en otro artículo. Pero es necesario sumar dos razones inevitables no solo para pedir su dimisión, sino además para presentar ya una alternativa sólida y real que le obligue a prometer que no repetirá como candidato en el próximo congreso y pida perdón por todo el mal que ha infringido al socialismo almeriense. ¿Qué dos razones son? La campaña electoral del 26J y los posteriores resultados. Una campaña electoral de la que Sabino Arana estaría orgulloso si hubiese levantado la cabeza en su tumba mirando al sureste peninsular; y unos resultados que constatan la hegemonía ascendente del PP y la impotencia política y comunicativa del Partido Socialista.
Cuando el presidente del partido a nivel provincial dice que ahora “no es el momento” de hablar sobre la continuidad de Sánchez Teruel, parece olvidarse de que estamos en un partido democrático y socialista, dos conceptos poco compatibles con tics caciquiles de quien pretende decirle a la militancia lo que puede hablar o no, y cuándo. Pero si miramos al que ha sido la alternativa natural del actual líder provincial, no puede sentir uno más que decepción y tristeza al observar como un político que lleva más de 20 años de carrera en el partido se limita a opinar “lo que diga Susana” en un gesto de cobardía personal y política que lo inhabilita para ser la opción que necesita el socialismo almeriense si quiere revolucionar su estatus quo y estar en condiciones de ser el partido más votado y de referencia de los ciudadanos.
Cuando en democracia el poder se convierte en negocio, el resultado es la ganancia de una minoría a costa de la mayoría. Precisamente justo lo contrario de lo pretendido por esta: el bienestar de las mayorías sin perjudicar a las minorías.