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Hacia la XII Legislatura

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

Desde las generales del 20-D el escenario político nacional ha experimentado todo tipo de novedades. Hemos visto, por ejemplo, cómo quien ganó las elecciones declinó tratar de formar gobierno. También cómo quien no ganó las primeras sí intentó lo segundo, fracasando en el empeño. Asimismo hemos presenciado en la pequeña pantalla sucesivas sesiones circenses en el congreso de los diputados, horquilladas entre el sainete del bebé de la Bescansa y una “Charlotada Cervantina” (Antonio Burgos dixit). Y, sobre todo, hemos presenciado en todo el país la reiterada exhibición de merdellonadas, a cargo de representantes de esa llamada nueva política encarnada en Podemos, las CUP,s, las mareas, las confluencias y todo un amplio surtido de “tómbolas” políticas, cuyo último y más perverso objetivo es la ruptura de España.

La nueva política, se ha colado tanto en ayuntamientos como en gobiernos y parlamentos autonómicos, y hasta en las Cortes, y exhibe una insuperable capacidad para alumbrar mamarrachadas. Sus “iniciativas”, salvo honrosas excepciones, combinan magistralmente la arrogancia en la presentación, el folklore político en su contenido, la supina ignorancia de las entretelas del tema en cuestión y, sobre todo, la búsqueda de auto-proyección mediática. Un verdadero conjunto  de estupideces que no logra ocultar una finalidad inmediata de movilización para consumo interno.

Nada me extrañaría que, a pesar de las encuestas, los resultados electorales y la XII legislatura permitan lograr componer rápidamente (es un decir a estas alturas) un gobierno que, de una vez por todas, ponga a España a funcionar a ritmo de crucero.

Ejemplo de tanto dislate sería proponer expulsar a las FAS de Canarias, majadería que no merece dedicarle ni un segundo más de atención. O intentar reescribir la Historia, por quien delira con llegar a la Moncloa, llamando “hombre de paz” a quien ha sido condenado por connivencia con el terrorismo etarra. O intentar prohibir que los militares del batallón Barcelona IV/62 utilicen para su paseo, gimnasia o marchas —como siempre se ha hecho y como cualquier otro español que lo desee— el enorme parque de Collserola (8.600 hectáreas), localizado a solo 700 metros de su acuartelamiento del Bruch. O tildar de “reacción conservadora” criticar que se folle a calzón quitado en un concurrido andén del metro. O intentar quitar el nombre de España a una plaza, por considerar “antidemocrática” tal denominación. O, para rematar, propugnar el uso de la llamada copa menstrual que según proclaman “te la compras solo una vez y puede durarte hasta 10 años”: la pela es la pela. Parece que, en la visión de la izquierda ultramontana, el mejor futuro de las mujeres catalanas se cifra en la combinación de dos objetivos grandiosos: la independencia de Cataluña y el “sangrado libre” (no sé en qué orden).    

Pasado mañana la XI legislatura —“legislatura interruptus”— habrá pasado a la Historia con más pena que gloria, y se convocarán nuevas elecciones generales. Pero todo el tormento pasado no ha sido en balde. Ahora sabemos muchas más cosas que cuando acudimos a las urnas el 20-D. Sabemos, por ejemplo, que las instituciones y todo el entramado jurídico incluido en la Constitución de 1.978 ha funcionado. Conocemos también que, a pesar de lo anterior, se han revelado lagunas o imperfecciones jurídicas, que deberían ser abordadas y solucionadas en la próxima legislatura.  Y, sobre todo, nos hemos enterado mejor de qué pie cojea cada cual. Aunque nos sigan machacando unos y otros, tirándose los trastos a la cabeza y voceando todos que van a ganar las elecciones, la campaña no será la misma: las cartas ya están boca arriba. El voto el 26-J será con seguridad mucho más maduro (con perdón) que el que se emitió el 20-D. Nada me extrañaría que, a pesar de las encuestas, los resultados electorales y la XII legislatura permitan lograr componer rápidamente (es un decir a estas alturas) un gobierno que, de una vez por todas, ponga a España a funcionar a ritmo de crucero. Y usted que lo vea.