The news is by your side.

Huelga feminista

Con gran tino lo llaman huelga y no paro.

El ocho de marzo está convocada una huelga de mujeres. Con gran tino las convocantes lo llaman así, huelga y no paro, porque esto último podría confundirse con el estado laboral frecuente en las mujeres -¡qué digo! y de medio país-. Con la misma previsora idea llaman a la huelga a estudiantes –un éxito seguro, nada gusta más a un estudiante que una huelga- amas de casas, trabajadoras de distintos servicios.  De lo contrario ¿se notaría una huelga de mujeres trabajadoras? O al menos ¿se notaría más que si fuera de hombres trabajadores? En algunos empleos muy feminizados –educación, sanidad- seguro. Pero en general se notaría poco, porque para poder hacer una huelga lo primero es tener empleo, lo segundo ganar lo suficiente como para que te puedas permitir que te descuenten un día, y lo tercero que no acabes pasando de la huelga al paro, pero al paro, paro.

Y si de empleo hablamos y debatimos sobre quien, en la recuperación, encontrará trabajo antes, la apuesta segura es decir que un hombre. En Andalucía, la crisis económica llegó con una apariencia de igualdad de género. En esos años, de 2008 a 2014, el número de mujeres desempleadas fue inferior al de hombres. En 2009 y en 2011, la cifra de parados llegó a superar al de paradas en 98.000. Como vemos, eran los años de la primera y la segunda recesión. El paro subió para todos, pero más para los hombres por la caída de la Construcción y ahí tenemos la explicación. Hubo quien no se enteró, o no le gustaba porque estropeaba un poco el discurso y te acusaban de machista. Recuerdo un debate en que dije: no, que va, hay más parados que paradas. Faltó bien poco para que me rociaran con queroseno y prendiesen fuego allí mismo.

El ocho de marzo está convocada una huelga de mujeres. Con gran tino las convocantes lo llaman así, huelga y no paro, porque esto último podría confundirse con el estado laboral frecuente en las mujeres -¡qué digo! y de medio país.

 

La recuperación económica está volviendo las cosas a la normalidad, si hacemos abstracción de la baja calidad del empleo, claro. En el descenso del paro se recuperan sectores que tradicionalmente han empleado más hombres que mujeres. Por ello al finalizar 2017, el número de paradas superaba ya en 25.000 al de hombres sin trabajo. Un dato más: entre 2014 y 2017, el paro descendió casi el 40% entre los varones y apenas el 30% entre las mujeres. La recuperación, pues, da más oportunidades a los hombres.

El paro es una de las caras de la moneda. Más importante es la tasa de empleo –de esa no se habla mucho porque en España es para llorar, la verdad- Mide el porcentaje de personas mayores de 16 años que trabajan en relación con el total de población mayor de dicha edad, es decir, que podrían hacerlo. De ahí quitas jubilados, estudiantes, amas de casa y quienes no buscan empleo porque no confían en encontrarlo. España –y Andalucía más- no queda bien parada en esta tasa. En Alemania es del 74%, en toda España el 43% y en Andalucía baja 36,51%. Sí, sólo 36 de cada 100 andaluzas en edad laboral trabajan y es un éxito, está casi ya al nivel precrisis, que era del 37,50%.

Nos hemos fijado, únicamente, en empleo y paro. No en calidad del empleo. De aquí al día ocho, vamos a escuchar a nuestros gobernantes la enorme preocupación por la igualdad salarial. Es cómoda, se nota tu conciencia indignada y desplaza la responsabilidad hacia los empresarios, es decir a alguien que no eres tú. Es el primer consejo en un trabajo: la culpa a otro. Hay otra desigualdad, sin embargo. Es la que pone difícil a las mujeres acceder al mercado de trabajo, especialmente al primer empleo y aún más conciliarlo con su vida personal o familiar; la que empuja a muchas a empleos situados en el sector servicios y, concretamente, en la escala más baja de los salarios, de ese sector. Vamos, no de analista bursátil que también es servicios, sino de camarera de piso.