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El imperio de los mediocres

Benito Fdez 2
Benito Fernández*

El diccionario de la lengua española de la RAE define la palabra mediocre como “de calidad media, de poco mérito, tirando a malo”. Yo iría más lejos y definiría la mediocridad como la cualidad generalizada de muchas personas que pretenden aparentar lo que por sus méritos no consiguen. En los últimos tiempos, en este país aun llamado España y posiblemente debido al pésimo nivel educacional, el número de mediocres ha aumentado progresivamente y, lo que es peor, sus representantes han ido ocupando puestos cada vez más destacados en la sociedad consiguiendo colocarse como líderes de opinión e intocables gurús mediáticos. Si como muestra vale un botón solo nos bastaría echarle un somero vistazo a la actual clase política, y digo bien, clase porque todos ellos se han convertido en una especie de clan apartado de la sociedad con sus ventajas y privilegios muy por encima del resto de los ciudadanos.

Cualquier hijo de vecino que haya vivido los años de la transición política española echará de menos a decenas de personajes que, sin ser excepcionales, han tenido al menos el mérito de destacar por encima de la media y, tenian en sus cabezas un sentido de Estado del que ahora se carece.

 

Pero a lo que iba. El imperio de la mediocridad se ha instalado en el Congreso y en el Senado, en los parlamentos de todas las comunidades, en el Gobierno central y en los autonómicos, en cientos de organismos e instituciones que deberían de ser ejemplo y paradigma de inteligencia y superación. Y la cosa va de mal en peor. Con la llegada en los últimos años de los nuevos partidos populistas el nivel de nuestros políticos está quedando bajo mínimos. Desde el Rufián a Cañamero, desde Puigdemont a Colau, desde Susana Díaz a Pedro Sánchez, desde Mariano Rajoy a Juanma Moreno, desde Pablo Iglesias a Alberto Garzón pasando por toda la plebe de los “perrosflauta” que ha invadido en los últimos tiempos las más altas instituciones del Estado, el panorama no puede ser más desalentador y penoso. Tanto es así que cualquier hijo de vecino que haya vivido los años de la transición política española echará de menos a decenas de personajes que, sin ser excepcionales, han tenido al menos el mérito de destacar por encima de la media y, tenian en sus cabezas un sentido de Estado del que ahora se carece.

 

La inmensa mayoría de nuestros actuales representantes políticos no sólo desconocen nuestra historia o nuestra literatura, y a los múltiples ejemplos de enormes meteduras de pata públicas me remito, sino que éstas se las traen al fresco y solo se ocupan de manipularlas a su antojo y en interés propio para sacar provecho personal o partidista. Y así nos van las cosas. No es de extrañar que estemos en estos momentos con las carnes abiertas aguantando la matraca golpista e independentista de los catalanes y las decimonónicas propuestas colectivistas de los muchachos de Podemos ancladas en el periclitado y obsoleto marxismo-leninismo. La mediocridad e ignorancia de algunos profesores universitarios pertenecientes a esta formación de izquierdas provoca vergüenza ajena y pone de manifiesto el ínfimo nivel cultural de algunas universidades españolas donde el sectarismo y la manipulación educacional impregnana la mayoría de un profesorado maniqueo por encima de su principal deber que es la enseñanza.

Lo que está ocurriendo en los colegios catalanes no solo estos días cercanos al referéndum del 1-O sino desde hace ya más de dos décadas es algo absolutamente vomitivo.

 

Decía el ensayista y político vasco Ramiro de Maeztu que “quizás la obra educativa que mas urge en el mundo sea la de convencer a los pueblos de que sus mayores enemigos son los hombres que les prometen imposibles” y añadía el escritor y artista inglés John Ruskin que “no enseñeis a los niños nada de lo que no esteis absolutamente seguros. Mejor que ignoren mil verdades a que no conozcan una sola mentira”. Ambas frases, de personajes de distinta ideología tienen en común algo que en España se está poniendo de moda en el peor sentido que pueda tener esta palabra, el de la utilización de los niños por parte de los educadores para ponerlos al servicio del régimen, de cualquier régimen ya sea de derechas, de izquierdas o mediopensionista.

 

Lo que está ocurriendo en los colegios catalanes no solo estos días cercanos al referéndum del 1-O sino desde hace ya más de dos décadas es algo absolutamente vomitivo que había entrado dentro de la normalidad educativa nacionalista y que ha salido a la luz unicamente porque le ha interesado puntualmente a los medios de comunicación nacionales. Y no nos engañemos, esa manipualcón educacional que ahora florece con fuerza en Cataluña o el País Vasco, lleva años produciéndose en todas y cada una de las diecisiete comunidades españolas con mayor o menor virulencia. Estamos creando futuras generaciones de personas mediocres y manipulables a mayor gloria de unas clases dirigentes ineptas que buscan masas dirigibles y sin criterio para que sirvan y obedezcan sin rechistar a sus intereses.

 

P.D.-No iba a escribir sobre el tema, pero en un par de días se celebrará el tan anunciado no referéndum. El director del Confidencial Andaluz, Pepe Fernández, dejaba caer hace unos día en Facebook que afortunadamente ya llegábamos al 1 de octubre y dejaríamos de hablar del referéndum catalán. Ja, Pepe, que te lo has creído. Nos quedan, meses, años de seguir lidiando el asunto. Desgraciadamente los españoles llevamos arrastrando esta historia desde el siglo XIV así que un par de siglos más no hay quien nos los quite.

*Benito Fernández es Periodista.

@maxurgavo