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Incapacidad antiyihadista

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

El salvajismo yihadista que el 22 de marzo atentó en Bruselas (aeropuerto y metro) puso a Bélgica cuerpo a tierra y al resto de Europa rodilla en tierra. Fue otro terrible episodio de la guerra que el Islam más radicalizado ha declarado a Europa y los europeos. Lo sucedido vuelve a resaltar la incapacidad, tanto de la Unión Europea (UE) como de sus estados miembros, para garantizar a sus ciudadanos un aceptable nivel de seguridad frente al terrorismo yihadista. Ni las ampulosas declaraciones gubernamentales de fe en la victoria, ni las reuniones de ministros de interior —la enésima el Jueves Santo, en Bruselas—, significan avances en la lucha antiyihadista. Los garrafales fallos de inteligencia, la descoordinación policial, el descontrol en las fronteras de la Unión, la ausencia de bases de datos comunes y un largo etcétera de carencias no pueden ocultarse por más tiempo. 

Hasta que hayamos metabolizado nuestra inmersión en una guerra atípica frente a un enemigo sutil y absolutamente ideologizado, difícilmente podremos empezar a deshacernos de él. Mientras tanto, los que asesinan a la vez que  citan a Alá mantendrán su iniciativa criminal. Porque a su loca ideología unen una logística operativa bien pertrechada de potenciales suicidas (es perverso ese extendido “se inmoló” al ejecutar un atentado: no hay inmolación en el que se quita la vida arramplando simultáneamente con las de inocentes; éstos son los verdaderamente inmolados). Asimismo cuentan con personal de apoyo, materiales explosivos, infraestructuras y financiación. Por tener —y esto quizás sea lo más grave—  hasta cuentan con sus quintas columnas en el seno europeo. Esto es aplicable a tantos núcleos de musulmanes que son impunes semilleros de yihadistas en nuestras ciudades —el barrio de Molenbeek, en Bruselas, es solo un ejemplo de ello—, donde los crían, adoctrinan, acogen, esconden y apoyan.

Pero también esas quintas columnas alcanzarían a algunos no musulmanes que inadvertida o deliberadamente hacen el juego a los asesinos. Lugar de honor en ese dudoso ranking estaría esa nueva generación de alcaldes papanatas de algunas ciudades, como por ejemplo Zaragoza, Valencia o Madrid que se atreven a afirmar impúdicamente  que los asesinatos yihadistas son la violencia que nos vuelve, que hemos contribuido a sembrar o que hay que comprender. Se referirán —supongo— a su propia ejecutoria. Por cierto, no me extrañaría que algunas de tales manifestaciones pudieran entrar en lo que el código penal llama apología del terrorismo.

Los garrafales fallos de inteligencia, la descoordinación policial, el descontrol en las fronteras de la Unión, la ausencia de bases de datos comunes y un largo etcétera de carencias no pueden ocultarse por más tiempo. 

Lamentablemente, hasta no encarar el problema de forma seria y total, los crímenes yihadistas se repetirán sobre el suelo europeo. Es una guerra en la que, a pesar de aplicarse recursos y medios más que suficientes para ganarla, paradójicamente la perdemos cada día. Porque los ingentes esfuerzos desarrollados y los recursos empleados frente al terrorismo yihadista son de eficacia limitada, en ausencia de una verdadera unidad de acción en su prevención, disuasión y combate. Unidad de acción que produjera el correspondiente efecto multiplicador de aquellos esfuerzos y recursos. Unidad de acción que conjuntara las voluntades nacionales para ganar esa guerra que nos ha sido declarada y que a todos nos amenaza. Unidad de acción, en definitiva, que más allá de la mera cooperación policial o los intercambios de información bilaterales, fuera el resultado de la imprescindible política y organización comunes de lucha antiyihadista en el seno de la Unión. 

Pero no hace falta sobrevolar Europa para ver nuestras debilidades. Sin ir más lejos, en España, hemos tenido la mayor de las pruebas de incapacidad para recorrer el camino hacia la unidad de acción política antiterrorista. Se produjo el mismo día de los atentados de Bruselas, en la reunión de la comisión de seguimiento del llamado Pacto Antiyihadista. Asistieron a la misma los nueve partidos firmantes PP, PSOE, Ciudadanos, Unió, UPyD, Foro Asturias, Partido Aragonesista, UPN y Coalición Canaria (cuya representante, Ana Oramas, no pudo llegar por problemas de vuelo). Fue proclamada como una muestra de unidad de acción y así hay que valorarlo. Pero —seamos sinceros— fue una muestra imperfecta: como tantas veces sucede, la esencia de las cosas reside no solo en lo dicho, sino también en lo omitido. Lo omitido fue la significativa ausencia de partidos con representación parlamentaria.

Porque a la reunión del Pacto Antiterrorista/Antiyihadista, aunque acudió el representante de Podemos, Pablo Iglesias, éste lo hizo en la mera calidad de observador. Vaya, como un búho cargado de hombros, estático y de ojos abiertos. Fue el típico postureo del “quiero y no puedo” que es incompatible con la iniciativa y la actitud activa que demanda la lucha contra el crimen. La ausencia fue total en el caso de ERC, DiL, PNV, IU, y Bildu, todos ellos partidos no firmantes del Pacto. Éstos, junto con Podemos, representan 8 millones de votos; casi una tercera parte de los votos contabilizados en las elecciones del 20-D. Y esto tiene dos posibles lecturas racionales. O bien que hay casi una tercera parte de los votantes del 20-D que no están a favor del Pacto Antiyihadista, o bien que los elegidos de esos partidos no representan, al menos en este asunto, más que a sí mismos. En cualquiera de los dos casos: ahí nos las den todas; nos las darán. 

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