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Inmigración, Ceuta y Melilla

En el siglo XXI tenemos Ceuta y Melilla y no tenemos política de inmigración.

 

Tras la polémica sobre los inmigrantes rescatados en la costa libia por el barco español Open Arms (brazos abiertos), un buque de guerra español trasladó los 15 inmigrantes que nos correspondían, según el reparto pactado entre cinco países. ¿Cuándo se distribuirán a otros países los que entran por el Estrecho?

 

El 30 de agosto llegaron los 15 inmigrantes a Algeciras y ese mismo día, dos horas antes del desembarco y no por casualidad, más de 200 inmigrantes intentaron entrar en Ceuta saltando las vallas del perímetro fronterizo con Marruecos. 155 lo consiguieron. Marruecos reivindica desde que la dinastía alauí unificó las tribus bereberes (1666) las ciudades de Ceuta y Melilla, que son españolas desde fechas anteriores (Melilla, 1497, Ceuta, 1580). Eso no impide que contenga la inmigración ilegal en su territorio (le pagamos nosotros y la UE), despreocupándonos  de los derechos humanos de los inmigrantes abandonados a veces en el desierto con pocas posibilidades de sobrevivir. Cansados de la falsa superioridad moral de Occidente en este asunto, Marruecos nos recuerda que hacen el trabajo sucio para nosotros. Recibimos como gesto de humanidad a unos porque son noticia internacional y aparentar lo que no somos, y pagamos para que dejen morir en el desierto a otros porque son invisibles.

 

La monarquía alauí frena la inmigración ilegal y el radicalismo islamista. Marruecos es apoyado por Francia. También por EEUU, reconocida como nación independiente por Marruecos en 1777, uno de los primeros en hacerlo, cuyo acuerdo es de los más antiguos de EUU en vigor con cualquier país. Esos apoyos y su situación geográfica permiten a Marruecos, a su rey, una posición ventajosa en la política estratégica internacional y de relaciones bilaterales con España. Si Marruecos dejara de atajar la inmigración ilegal, Ceuta, Melilla y España tendrían un grave problema. El Estado español debería defenderlas o entregarlas como hizo en 1975 con Sidi Ifni, hasta entonces provincia española, abandonada con su ciudadanía española tras la Marcha Verde. En España, por complejo de nuestro pasado imperial o de la dictadura franquista, usar la fuerza como contención en la frontera no parece contemplarse. Si mañana se organizara una nueva Marcha Verde marroquí o de cientos o miles de inmigrantes ilegales hacia Ceuta y Melilla, veríamos cómo se afrontaba la situación. De momento se van a cambiar las concertinas por un muro más alto, con un cilindro móvil en la parte superior y  bastante más difícil de superar, lo que es una buena medida. Mientras, el cierre de la única frontera comercial terrestre (Beni Enzar, Melilla), la dirección de mercancías al puerto de Nador y las limitaciones a porteadoras que obstaculizan el contrabando (comercio atípico lo llaman en ambas ciudades), están empobreciendo Ceuta y Melilla y dificultando su subsistencia.

 

Llevamos dos siglos en los que pasamos de ser un Imperio a perderlo todo. Hemos vivido repúblicas, guerras civiles, dictaduras, golpes de Estado, reyes que van y vienen y los últimos 40 años, un simulacro democrático con esta partidocracia. Políticos corruptos, pompa, boato, derroche y privilegios desconocidos en cualquier democracia occidental. Un país con territorios donde no puedes colgar la bandera nacional en tu ventana, se persigue la lengua común y se permite enseñar en comunidades autónomas falsedades contra la historia de España. En el siglo XXI tenemos Ceuta y Melilla y no tenemos política de inmigración. No la vigente política basura asentada en la demagogia, la mentira y el cinismo. Política de Estado reconociendo que la inmigración ilegal masiva acaba con el Estado de bienestar ya debilitado en España, con millones de personas en el umbral de la pobreza.